La palabra alemana Stolperstein significa literalmente en castellano piedra de tropiezo. Estorbo que dificulta avanzar y que debería ser una enseñanza para no volver a tropezar y caer.
Pero Stolperstein tiene desde hace unos años un significado más aleccionador. De homenaje y recuerdo. Son unos pequeños cubos de cemento con una placa metálica que se colocan en las puertas de las casas de quienes fueron enviados a los campos de concentración y de exterminio nazis.
Son muchos los municipios que ya han colocado esos memoriales. En diciembre de 2019 el grupo de la CUP, en la oposición en Calafell, pidió que se colocasen esas piedras del recuerdo para dos vecinos que se sabe fueron asesinados en el campo de Gusen, anexo al de Mauthausen en Austria.
Fueron Ferran Romeu Just y Ferran Tetas Miró que murieron en 1941 y 1942. Ambos nacieron y vivieron en el núcleo del pueblo de Calafell. En 1906 y en 1897. Los dos vecinos acabaron en el campo de Gusen como la mayor parte de los presos españoles que fueron enviados a los campos nazis por la colaboración del régimen franquista con la Gestapo, la policía secreta nazi.
La colocación de esas piedras de la memoria todavía espera en Calafell. En el pasado pleno municipal se recordó que aún no se han colocado las Stolperstein.
Las calles
El alcalde Ramon Ferré, explicó que se había hecho un estudio para intentar localizar las casas donde residieron Ferran Romeu y Ferran Tetas para poder realizar el homenaje.
Se sabe que Romeu vivió en la calle de la Esglèsia, 10, pero se desconoce si la numeración de entonces coincide con la actual. Por su parte Tetas vivió en la calle del Pou, pero no se sabe en qué numero. Mientras no puedan detallarse no se pondrán colocar las piedras.
El Vendrell
También las víctimas de El Vendrell esperan su homenaje en forma de piedras que hagan tropezar. Para ser conscientes de los riesgos que no dejan de estar amenazando. El Ayuntamiento acordó adherirse a la asociación Amical Mauthausen y colocar las piedras de la memoria para recordar a los vecinos deportados a los campos de exterminio.
En la capital del Baix Penedès se ha podido identificar a 15 vecinos que fueron deportados a los campos de Gusen y Mauthausen. Algunos lograron salir vivos de esos centros.
Son:
- Salvador Esvertit Forcada (fallecido el 04/11/1941 a los 49 años en a Gusen).
- Rafael Jané Borràs (03/06/1942 a los 44 años en Mauthausen).
- Antonio Lluis Llança ( 26/12/1941 a los 23 años en Gusen).
- Pedro Nin Nin (04/11/1941 a los 30 años) en Gusen.
- Pedro Recasens Riambau (02/11/1941 a los 41 años) en Gusen.
- José Solé Requesens ( 24/09/1941 a los 32 años) en Gusen.
- Jaume Tous Salvó (05/11/1941 a los 40 años) e Gusen.
- José Rius Fortuny (30/12/1941 a los 40 años) en Gusen.
Otros vecinos de El Vendrell enviados a los campos de Dachau y Mauthausen y que lograron sobrevivir son:
- Joan Aliau Bordiú, libero el 29/04/1945 de Dachau
- Juan Aliau Vilanova ( 05/05/1945 de Mauthausen)
- Joan Bellver Tusquellas (05/05/1945 de Mauthausen)
- Josep Caralt Busquets (05/05/1945 de Mauthausen)
- Joan Mallofré Nin (05/05/1945 de Mauthausen).
- Pedro Solé Badell liberado el 05/05/1945 de Mauthausen
- Jaime Sosias Figueras liberado el 05/05/1945 de Mauthausen
En esas baldosas consta el nombre de la persona deportada, año y fecha de la muerte y el campo en el que estuvo. Hay miles de Stolsperstein colocadas en unas 2.000 localidades europeas que recuerdan a sus víctimas.
El alcalde de El Vendrell, Kenneth Martínez explica que las Stolperstein «están pedidas y pendientes de que nos las suministren». En ese momento podrán colocarse a las puertas de las casas en las que residieron las víctimas.
Agachar la cabeza
Esas baldosas de la memoria se colocan en el suelo para recordar de los riesgos de tropezar en la misma piedra. Y que para leerlas hay que agachar la cabeza en señal de reconocimiento y de respeto.
Un deportado de El Vendrel recordaba su estanacia en el campo deMauthausen. fue Joan Mallofré Nin. Allí no tenía nombre. Era el número 4.983. Pasó cinco años. Tras la liberación del campo no pudo regresar a casa. Sin haber cumplido el servicio militar y con un pasado de militancia comunista, con Franco en España, el regreso no era una posibilidad.
Cuando estalló la Guerra Civil, Bonaventura y Josep, los dos hermanos mayores de Joan Mallofré, se alistaron en las milicias comunistas del POUM que lideraba el vendrellense Andreu Nin.
Joan tardó algo en alistarse. En casa le pidieron que no lo hiciese, pero en 1938, con la guerra perdida para los republicanos, se incorporó a filas. Casi fue directo al campo de refugiados de Vernet de Ariège.
Un grupo se sumó como voluntario al ejército francés, en la 22a Compañía de Trabajadores Extranjeros, y fueron enviados a la frontera alemana en primavera de 1940.
El 17 de junio fueron capturados. El 3 de noviembre de 1940 los republicanos arrestados en suelo francés fueron cargados en un tren con dirección a Alemania. Su destino era Mauthausen. «Ni comprendíamos el alemán ni sabíamos dónde nos llevaban. Cuando llegamos lo entendimos, nos trataron como un rebaño de ovejas». Aquel 23 de enero de 1941 empezó el infierno.
Pan negro y agua turbia
La comida era un trozo de pan negro y agua turbia con cuatro pedazos de patatas cocidas. En Mauthausen se unían los trabajos forzados en la escalera de la muerte, donde se obligaba a los prisioneros a cargar piedras hasta el agotamiento. Y el pánico a los guardias de las SS.
Mallofré vio asesinar a compañeros de un disparo en la cabeza «por nada». Muchos se lanzaban contra las alambradas eléctricas para poner fin a aquella situación de violencia. Era cuestión de intentar resistir «porque quien entraba en la enfermería lo llevaban minutos después al crematorio».
Tuvo un momento de esperanza. El novio de su prima, un antiguo camarero del restaurante Pi de El Vendrell era un deportado que trabajaba para el jefe de campo. De vez en cuando ofrecía a Mallofré un trozo de pan. «Si salí fue gracias en buena parte a él». Quizá por ello también se libró de las palizas de las SS.
En 1945 los nazis desaparecieron del campo, que fue liberado por los americanos. De Austria Mallofré fue a París y a Perpiñan. Pero Franco seguía y el regreso fue imposible. Se casó y tuvo que esperar 10 años para volver a Catalunya y abrazar a su madre, a la que no veía desde 1938.