Fue la época dorada de Coma-ruga. Cuando esa franja costera era escogida por políticos, directivos «y personas de poder». Por quienes lograron que hubiese un puerto y un turismo de calidad en una estructura urbana de villas.
En aquella cautivante Coma-ruga también hubo quien intentó sacar provecho. Muchos recuerdan al autodenominado Príncipe de Moctezuma. Ni más ni menos que un descendiente del gran emperador mexicano.
Acudir a una de sus fiestas representaba un honor y, sobre todo, lograr uno de los codiciados títulos que el ‘príncipe’ concedía previo pago. Pero el pomposo heredero resultó ser sólo Guillermo Grau Rifé, un tunante que encandiló a muchos.
Pero, ¿quién era Guillermo Grau Rifé? El periodista Enrique Rubio lo recordaba en el Diari. Guillermo Grau Rifé procedía de una familia de industriales de Barcelona. Pero salió díscolo, juerguista y estafador. La familia se desentendió de él para salvar la honorabilidad.
En Coma-ruga hay quienes conservan aquellos títulos nobiliarios que iban a abrir ninguna puerta, pero que eran muy deseados. Sólo, previo pago, permitían acceder al imaginario Moctezuma y a su casa de Coma-ruga, en la que ondeaba la bandera mexicana.
Un privilegio
Recibir uno de los tarjetones del ‘Príncipe’ era un privilegio. «El comisario del departamento de actividades culturales de la corona azteca, invita a la inauguración de...», decía la codiciada participación. Se anunciaba que al acto acudiría SSAA, los príncipes de Moctezuma. Y se suplicaba acudir con uniformes con condecoración o etiqueta. En esa casa incluso llegó a nombrar Caballero de la Orden del Temple al entonces alcalde de Valls y a diversos vecinos. También había quienes acudían desde Barcelona.
Y los diplomas no eran baratos. Cruces o medallas de comendador, caballero, gran oficial, ocelote, puma, león, gran cruz, podían lograrse por unos miles de pesetas. Pero un condado salía por 200.000 pesetas; un marquesado, por 300.000, y el ducado salía por un millón.
Pero Guillermo era conocido por la policía. Hasta principios de los cincuenta, como pequeño estafador. Pero se encumbró en enero de 1951, cuando se autoerigió como Príncipe Guillermo III de Grau-Moctezuma.
El periodista Enrique Rubio (1920-2005) recordaba que Grau Rifé hizo suya la identidad de un descendiente del emperador azteca que se llamaba Juan de Grau y Ribó. El hilo de sangre lo argumentaba por una de las teóricas muchas líneas de descendencia del emperador.
Las fiestas se sucedieron hasta 1952. Hasta que un exsocio del príncipe llevó a la policía a detenerlo. Grau Rifé defendió su linaje. Pero la doctora en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid, Amada López, que estudió a los descendientes del emperador azteca, desmontó la película. Y el príncipe confesó.
Relató que su farsa se le fue de las manos y que durante todo ese tiempo ser reconocido y alabado le hacía sentirse muy bien. Y que lo había hecho por su hija.
El falso príncipe confesó ante el periodista Enrique Rubio, que siguió el caso. El 5 de abril de 1952 publicó ‘La abdicación de Guillermo’. El ya desenmascarado descendiente azteca envió un ramo de claveles a la esposa de Rubio y otro a la doctora en Filosofía que lo reveló. Nunca existió el principado de Moctezuma. Hubo un condado elevado a ducado por la reina Isabel II. Pero María de Moctezuma, de la que Grau decía descender, murió soltera.
Grau desapareció hasta 1960 cuando se le vio en una foto junto al presidente del Tribunal Supremo que recibía un diploma que le acreditaba como miembro de la Soberana e Imperial Orden de la corona azteca como Caballero de Gran Collar. El reaparecido ya estaba instalado en Coma-ruga. Sus celebraciones se extendían por Andorra, centro de España y Tarragona.
Fue detenido varias veces en Barcelona como gran maestre de la orden del Temple catalán y seguía engañando. En 1978 en París invistió a varios cargos y entregó medallas a los presentes. Falleció en noviembre de 1999.