La sociedad estará más preparada para superar catástrofes, como incendios forestales o terremotos, si sus niños y jóvenes están formados emocionalmente para las tragedias y sus opiniones se tienen en cuenta a la hora de diseñar los protocolos de Protección civil.
Esta es la principal conclusión del estudio ‘Cuidar’, de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), un proyecto europeo coordinado por la Universidad de Lancaster (Reino Unido) que contó con la participación de un centenar de menores de localidades de toda la Península, entre ellas de Gandesa, donde los pequeños han vivido incendios forestales.
30 niños y niñas de sexto de primaria de este municipio de la Terra Alta fueron los que participaron.
Israel Rodríguez, del grupo de investigación CareNet del IN3-UOC, explica que «el espíritu fue recoger las percepciones y necesidades de niños y jóvenes en relación a los temas de Protección Civil y hacerlas llegar a los organismos pertinentes».
Añade que en Europa «se deja todo en manos de los expertos y en la idea de que la población ya recibirá instrucciones». Una actitud pasiva.
«El taller fue precisamente para darle la vuelta a esta situación, de una manera práctica».
Fundació Pau Costa
Algunos de los grupos de trabajo fueron Lorca (Murcia) por el terremoto que sufrieron, el barrio barcelonés de Ciutat Meridiana, por incendios y desahucios, Sant Celoni, por el riesgo químico al que está sometido el municipio con la presencia de industrias químicas y Gandesa, por el incendio de Horta de Sant Joan, donde en julio de 2009 fallecieron cinco bomberos luchando contra el fuego.
La Fundación de Ecología del Fuego y Gestión de Incendios Pau Costa Alcubierre (FPC), que lleva el nombre de uno de los bomberos fallecidos, nació en enero de 2011 con el objetivo de ser una plataforma de información en gestión de los incendios forestales, a la vez que un instrumento de difusión e investigación en la ecología del fuego.
«Los niños con los que hablamos habían visitado la Fundació. Habían estado en el bosque, donde les habían explicado las condiciones que provocan que un fuego se transforme en un desastre».
Rodríguez cuenta que «queríamos que ellos fueran los protagonistas.
Primero, saber si conocían su derecho a estar informados sobre todos los temas que les importan». Conversaron sobre qué entendían ellos por desastres y riesgos y a partir de aquí crearon una cronología.
«Hacían un mapa y detectaban posibles riesgos, como por ejemplo las nucleares», todo desde un punto de vista muy participativo, haciendo de investigadores activos.
Sin embargo, la reacción de los expertos fue de sorpresa cuando, al preguntarles qué tema querían seguir trabajando, se remontaron a la Guerra Civil española.
«Nos dijeron que lo peor que había pasado allí era la Guerra».
Tan rica fue la discusión sobre la dimensión más emocional y de los traumas que se llevaron a cabo sesiones extra. Finalmente, los jóvenes decidieron que su voz sería más escuchada en los incendios «porque las guerras son cosas de mayores».
Del mismo modo, opinaban que era una cuestión de recurrencia, de frecuencia.
«Invitamos a un historiador y a un bombero, entre otros, que nos explicó el riesgo de que explote metralla durante un fuego», manifestó Rodríguez.
Procedimiento
En cuanto a sus necesidades, los jóvenes pidieron una información mucho más personalizada y que se tuviera en cuenta el espacio público «ya que las directrices que les llegan presuponen que cuando ocurre una tragedia ellos están en la escuela o en casa.
El espacio público queda fuera del alcance de autoprotección y ellos lo tenían muy claro. ¿Qué pasaría si estuvieran solos, jugando en la plaza y sin instrucciones?».
Y es que el trabajo ha revelado que los programas de autoprotección presuponen, que en una situación de emergencia, siempre habrá un adulto cerca.
«Los menores nos piden planes que fomenten su autonomía en la toma de decisiones», dijo Rodríguez, quien subraya que «los chicos creen que tienen buenas habilidades en comunicación y que pueden ayudar en este tipo de situaciones, especialmente con su conocimiento de las redes sociales».
Según el experto, tradicionalmente la cultura de la protección civil ha tendido a tratar a niñas, niños y jóvenes «como un grupo pasivo y vulnerable, más un objeto de cuidado que un sujeto que debe ser involucrado en la gestión de desastres».
Conclusiones
En Gandesa se llevaron a cabo una serie de charlas con miembros de Protección Civil de las Terres de l’Ebre, el alcalde de la población, agentes forestales... y los expertos ayudaron a pensar en posibles soluciones. «Se celebraron en la antigua cárcel, de donde salieron propuestas».
Ahora toca poner en conjunto «todo lo que ha ocurrido en los demás países y trasladaremos nuestras conclusiones a la Unión Europea en un acto que se celebrará en Lisboa en mayo de 2018», adelantó el investigador.
Rebeca Pérez, psicóloga infantil: «Hay que dejar que el niño se exprese»
Entrevista. Esta profesional aporta pautas para «enseñar a los menores a gestionar las emociones»
La psicóloga infantil Rebeca Pérez explica cómo ayudar a un menor a superar una situación traumática. (www.rebecapsicologa.es)
¿Cómo se prepara un niño para afrontar una tragedia?
Las emociones del niño se mueven como una montaña rusa.
Si a esto le sumamos una situación muy estresante como es un incendio o un terremoto, el niño se enfrenta a una explosión de incertidumbre que difícilmente sabe abordar.
Siendo esta etapa fundamental para que de adulto posea una buena estabilidad emocional, es necesario enseñarles estrategias para gestionar adecuadamente.
Para ello, sería pertinente implementar talleres en los colegios y concienciar más a los padres.
La formación sobre el autocontrol, ¿qué debe incluir?
El autocontrol requiere mucho conocimiento de uno mismo.
Debe incluir ejercicios grupales que nos ayuden a reconocer diferentes emociones que podemos sentir en diversas situaciones.
Esto se hace realizando una especie de teatro con cada uno de los miembros que representan realidades cotidianas y ver cómo interactúan.
¿Qué herramientas se utilizan en la gestión emocional?
Es imprescindible escucharse. Recomiendo dar a los niños espacios de expresión en momentos como las comidas.
Apagar la televisión, el móvil y escuchar cómo le ha ido el colegio, identificando cuándo ha sentido miedo o alegría.
Dejar que se exprese y luego, ayudarle a poner en palabras las emociones que nosotros sí hemos percibido.
¿Cree que los menores deben ser escuchados antes de llevar a cabo los protocolos de Protección Civil?
Evidentemente, todos los que formamos parte de esta sociedad debemos ser escuchados para crear algo.
¿Todo el mundo tiene la capacidad de resiliencia?
La resiliencia, en psicología, la entendemos como la capacidad de las personas para sobreponerse a periodos de dolor emocional y traumas.
Todos tenemos resiliencia pero en mayor o menor medida. Los niños tienden a mostrar más estrés psicológico extremo que los adultos.
¿Qué es lo primero que se hace cuando un menor viene de una situación traumática?
Hay que dejar espacio para que se exprese. Se pueden buscar diferentes técnicas como la narrativa o el dibujo para facilitar un primer contacto. Hablar de ello ayudará a dar sentido y a contestar a todas sus preguntas.
¿Llegan a superarlo del todo?
Los sucesos traumáticos generalmente se superan con ayuda psicológica y de familiares o amigos pero no podemos hacer como si no hubieran pasado. Afrontarlos y plantarles cara nos hará más fuertes emocionalmente.
¿Cómo un menor puede controlar el miedo si en ocasiones un adulto no lo consigue?
Esta pregunta destapa el nivel de exigencia tan alto que les estamos pidiendo a nuestros menores.
Enseñar a gestionar a nuestros niños/as las emociones, también comporta este aprendizaje: aceptar las emociones negativas.
Deberíamos aprender más de ellos: cuando están contentos se ríen escandalosamente, cuando están tristes lloran desconsoladamente. No quieren controlar nada, sólo expresan cómo se sienten.
¿Cómo ayudan las redes sociales en este ámbito?
Las redes sociales ayudan a sentirnos que pertenecemos a un grupo social.
Se ha demostrado que la cohesión social ayuda a vencer adversidades y en estos casos resultan muy importantes para mantener y mejorar los recursos de la sociedad.
¿Están los programas de autoprotección caducados en relación con nuestra sociedad?
Sí, sin lugar a dudas. Y si están obsoletos, los profesionales nos encontramos sin unas pautas generales reales y que sean de utilidad para saber cómo proceder.
¿Cómo se pueden mejorar teniendo en cuenta a los menores?
Por lo que sé, los programas de autoprotección presuponen que habrá un adulto cerca y esto no se acerca a la realidad de una catástrofe, en la que inunda el caos.
Una buena manera de mejorarlos es darlos a conocer a nuestros jóvenes.
Y tener más presente la figura del psicólogo especialista en catástrofes para actuar de manera temprana.