Vergüenzas de Tarragona: La Tabacalera se consume

Una asociación amenaza con llevar al Ayuntamiento a los tribunales porque la antigua fábrica se degrada día a día

19 mayo 2017 17:01 | Actualizado a 21 mayo 2017 16:01
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Inmensas salas vacías. Escombros. Heces de palomas. Restos de muebles. Mugre. Polvo. Cristales rotos. Tuberías desgajadas. Ropa esparcida junto a cajas de cartón. Pequeñas paredes de ladrillos derruidas. Extintores en el suelo. Un solitario póster de la temporada 90/91 del Nàstic que apenas oculta los desconchones de la pared. Sillas de plástico resquebrajadas. Cuadros de luces arrancados. Armarios hechos añicos. Guantes convertidos en jirones... Es el triste y vergonzoso aspecto actual de la que fuera la fábrica más emblemática de Tarragona, la Tabacalera.

La factoría que, en su mejor época, llegó a emplear a 800 tarraconenses es ahora un monumento al abandono. Otro más. Las paredes están plagadas de pintadas. Una de ellas harto significativa: «intento imaginar com era aixo quan hi treballava». Un ejemplar del Diario de Tarragona del 8 de noviembre de 1978 revolotea por una sala. Toda una paradoja. Habla de la «Constitución que hemos de votar». Algo pasado de moda en un sitio que han dejado pudrirse. Los pocos sanitarios que aún permanecen están destrozados. Los marcos de ventana han sido arrancados. El falso techo apenas se mantiene en pie.

Un montón de folletos que anunciaban «La Tabacalera. Un nou espai públic a Tarragona» yacen por el suelo, junto a postales con imágenes de cuando la Tabacalera estaba en funcionamiento. Dan ganas de carcajearse al verlos, si no fuera porque el entorno acongoja. Hay miles de plumas de ave. Las palomas gorjean en medio del sepulcral silencio. Los ascensores están abiertos. En uno sobreviven una estrella navideña y un árbol, con un estilo claramente infantil. Una de las tradiciones más arraigadas de los trabajadores de la Tabacalera era repartir juguetes por Navidad.

Las paredes están inundadas de humedades. Algunos grafitis que son casi obras de arte –como unas figuras que suben las escaleras– comparten espacio con misteriosos mensajes: «La 140 aka el ghetto rakaton ba», «Akatombe kush» o «hijo de madero». Trozos de ventanas y muebles viejos ocupan los rellanos de las escaleras. Las salas del sótano son inmensos agujeros negros.

‘Es un expolio’

Esta trágica situación indigna a la asociación de Amics de la Tabacalera. Su presidente, Nicolás Marcos, y su vicepresidente, Xavier Morató, amenazan con llevar al Ayuntamiento a los tribunales por «la dejadez y expolio que están sufriendo la Tabacalera». Son extrabajadores de la fábrica. Saben que quizá su denuncia no tenga recorrido judicial, pero pretende ser un toque de atención a los responsables municipales.

Preguntado por la falta de mantenimiento, el concejal de Urbanismo, Josep Maria Milà, considera que «no importa que las ventanas estén rotas. Cuando se lleve a cabo la remodelación, se tendrán que hacer nuevas. Sólo quedará la estructura y la fachada y el edificio es resistente, como el del Banco de España».

Todo el complejo es propiedad del Ayuntamiento desde 2008 en virtud de la permuta de terrenos que acordó con Altadis (el grupo que nació de la fusión de la antigua Tabacalera y el grupo francés Seita). El único mantenimiento que ha hecho el Ayuntamiento en esto años es arreglar los jardines.

«Es lamentable lo que ha pasado con la Tabacalera. Costará mucho más dinero volver a dejarla como estaba que si hubiesen hecho algún mantenimiento», aseguran Morató y Marcos. «Madre mía, qué desastre»... «Es increíble», dicen mientras observan las fotos que ilustran este reportaje e intentan identificar las secciones en que pasaron años y años de sus vidas. Hay salas irreconocibles. Los vándalos que han ido accediendo a la Tabacalera se han cebado.

Milà resta importancia al abandono de la Tabacalera y de otros edificios emblemáticos de la ciudad. «Algunos critican que haya edificios abandonados y vacíos. Yo defiendo mantenerlos hasta que la situación política y económica permita darles un uso como equipamiento público. No quiero que venga alguien y los compre para uso privado. Soy partidario del ‘sé fuerte y aguanta’», dice.

Sentada su declaración de principios, Milà explica que en enero el Ayuntamiento tendrá lista las bases para convocar el concurso para el Pla Director d’Usos de la Tabacalera, un plan que sufraga la Generalitat. El Govern ha destinado en los presupuestos de este año 100.000 euros para el «concurso del anteproyecto» de la fábrica.

Milà: «Tenemos una relación de las demandas ciudadanas para instalarse en la Tabacalera. Queremos un Plan de Usos con concreción arquitectónica que defina con precisión cómo se ocupa el espacio». Milà asegura que el nuevo Museu Arqueològic y la nueva Biblioteca Central de Tarragona se instalarán allí.

 

El mal ejemplo de Málaga

La pregunta clave es quién paga dichos equipamientos. Milà señala al Estado: «El Museu Arqueològic es de su propiedad. Tarragona debe presionar al Estado para que haga lo que en Málaga: han arreglado la Tabacalera y cuenta con un museo. Tarragona se lo merece (el mismo trato)».

La gestión del Museu Arqueològic corresponde a la Generalitat y en su día se habló de que el nuevo museo costaría 70 millones de euros, una cifra que ninguna Administración podrá asumir en mucho tiempo. Pero más allá de esta circunstancia, el ejemplo escogido por Milà no es el más adecuado. Fue el propio Ayuntamiento de Málaga quien sufragó las obras de acondicionamiento de la antigua fábrica de tabacos. Costaron 31 millones de euros.

Fuentes de la Subdelegación del Gobierno rechazan «que el acuerdo alcanzado en su día entre Altadis y el Ayuntamiento sobre el traspaso de la titularidad de Tabacalera al consistorio implique algún tipo de compromiso del Gobierno de España. Por lo tanto negamos rotundamente ningún tipo de responsabilidad sobre el estado actual de Tabacalera. Invitamos al conseller de Territori a rechazar la política de echar la culpa a otro».

Las administraciones se pasan la pelota y Tabacalera se pudre.

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