Unir fuerzas para expulsar el acoso de las escuelas

Salud. Los expertos alertan de la magnitud del problema y de los efectos negativos sobre el bienestar de los alumnos

15 noviembre 2020 10:30 | Actualizado a 15 noviembre 2020 16:23
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«El acoso escolar es una problemática mundial». Con estas palabras se expresa Oriol Ríos, profesor agregado Serra Hunter en el Departamento de Pedagogía de la Universidad Rovira i Virgili y editor de la revista Masculinities and Social Change (MSC). Una afirmación que se sustenta en los datos de un estudio de la UNESCO, realizado en 144 países y publicado el año pasado, que reveló que cerca de uno de cada tres estudiantes de todo el mundo declaró ser víctima de acoso durante el mes anterior.

Lo cierto es que en los últimos años dicha problemática se ha visibilizado socialmente. Al respecto, Alba Pérez, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC y doctora en Psicología, destaca que entre los factores que han influido en una mayor visibilización se incluyen «desde la detección del problema, las repercusiones que se generan y las ayudas que se derivan, además de la denuncia por parte de familias, asociaciones y fundaciones concretas junto a la visibilidad de los protocolos de intervención en las escuelas. Todo ello ayuda a comprender mejor la problemática del acoso escolar y el ciberacoso». Sobre el por qué el acoso escolar y el ciberacoso son tan difíciles de erradicar, Oriol Ríos apunta dos motivos principales: «Lo que la investigación nos dice es que, por un lado, se normaliza la violencia, es decir, muchas veces se trivializa en la escuela, y por otro lado los niños y niñas dominantes acaban resultado más atractivos porque son agresivos».

Sobre este último aspecto, él mismo hace hincapié en que «hemos construido un discurso social entre todos los agentes socializadores –medios de comunicación, escuela y familia– que es coercitivo y que dice que la violencia puede resultar atractiva». «Perpetuando este modelo es muy difícil que las personas buenas que hay en el aula sean valoradas», asegura el experto y añade que «decir que una persona agresora es también una víctima es un grave error, porque desprotegemos más a las víctimas. Por ello debemos dotar de atractivo a las personas buenas, para que puedan llegar a ser líderes y cambiar el devenir de cualquier aula».

Deteccción

En el estudio de la UNESCO también se advertía sobre los potenciales efectos negativos sobre el bienestar y la salud que produce el acoso en los estudiantes. «Los jóvenes que lo padecen tienen el doble de probabilidades de sentirse solos, de no poder dormir por la noche e incluso de tener pensamientos suicidas», alertó el organismo.

Por ello, ambos expertos señalan la importancia de estar atentos, tanto en el ámbito familiar como educativo, a cualquier cambio de actitud de los niños y jóvenes: «Pesadillas, pérdida del apetito o alteraciones del estado del ánimo son señales recurrentes en víctimas de acoso escolar», advierte Alba Pérez, quien añade que «el confinamiento ha supuesto un balón de oxígeno para los niños con problemas de agresión en el contexto escolar por parte de los compañeros».

Asimismo, Oriol Ríos advierte que «el problema del acoso escolar y el ciberacoso también son las consecuencias posteriores, ya que algunos casos pueden acabar en estados depresivos de las víctimas o intentos de suicidio».

Las redes sociales

Otro fenómeno en clara expansión es el del ciberacoso, o acoso a través de medios digitales. Según los datos de 7 países europeos, y que se recogen en el estudio de la UNESCO, la proporción de niños entre 11 y 16 años que fueron víctimas de ciberacoso aumentó del 7% al 12% entre 2010 y 2014.

En cuanto hasta qué punto las redes sociales se pueden considerar ‘culpables’, el profesor agregado de la URV señala que «son un espacio más de sociabilización que puede llevar al ciberacoso, es decir, el problema es cómo normalizamos las personas el uso de estas redes y la violencia». Por ello, se remite a las recomendaciones internacionales que advierten de que «no podemos dejar solos a los y las menores en las redes, pero prohibir no es la solución. Debe haber un acompañamiento para que los jóvenes puedan socializar con un discurso diferente y alternativo al de la violencia».

En esta misma línea, Alba Pérez también se pronuncia: «Las redes sociales tienen algunos componentes que facilitan el acoso, por ejemplo el anonimato». Sobre ello –sigue explicando– «no siempre podemos saber quién es el autor o autora, lo que facilita esta conducta por parte del agresor, y por ello la víctima se siente más indefensa».

Implicación y diálogo

«Científicamente se ha demostrado que cuanto más comunitaria sea la implicación para prevenir el acoso escolar, mejor. Es decir, si un control parental implica un acompañamiento del uso de las TIC con la escuela, será positivo», explica Oriol Ríos, quien añade que «no solo debe haber un control, sino que también debe existir diálogo, implicación y una reflexión sobre este tipo de comportamientos». En este sentido, el profesor agregado Serra Hunter en el Departamento de Pedagogía de la URV aboga por «crear espacios de diálogo, es decir, hablar abiertamente del acoso escolar y del ciberacoso. No tener miedo a hacerlo» y concluye que «si todas las personas que presenciamos una situación de acoso interviniésemos y la parásemos, muchos de los problemas se reducirían, lo que es clave para acabar con el acoso escolar y el ciberacoso».

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