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Ucranianos en Tarragona: «Ha sido un año de muertes, dolor, bombardeos, lágrimas...»

Decenas de ucranianos claman por el fin del conflicto bélico y recuerdan cada uno de los 365 días que han pasado desde aquel fatídico 24 de febrero. Un frío y duro febrero, las huellas del cual queman igual que el primer día de tormento

24 febrero 2023 23:45 | Actualizado a 25 febrero 2023 07:00
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Silencio sepulcral. Acompañándolo, caras de sufrimiento, desconsuelo, pesadumbre. Es lo que el pueblo ucraniano lleva sufriendo desde 2014, y que se volvió una pesadilla en 2022. Ayer hizo justo un año, y los ucranianos –y no tan solo ucranianos– que residen en la demarcación de Tarragona clamaron por el «no a la guerra». No a la invasión, no a la tortura que viven día tras día sus compatriotas. Para ellos, este no fue solo un día más de febrero, fue el más frío, el más angustioso. Su febrero continúa aún hoy, 365 días después.

La defensa de los derechos humanos no entiende de edades. Niños, adultos, personas mayores, incluso canes con la bandera ucraniana. Todos bajo un mismo reclamo: «¡Rusos, atrás! ¡Ucrania quiere paz!», gritaron a viva voz. La Plaça de les Corts Catalanes se tiñó de azul y el amarillo cuando la concentración echó a andar al ritmo de la Marcha de los Nacionalistas Ucranianos.

En sus cabezas, linternas. En sus manos, velas. Así es la vida en Ucrania a día de hoy. «La gente está sin agua y sin luz; la gente sale a la calle con linternas, ni siquiera hay luz para los semáforos, por ello, queremos tener un acto de solidaridad con nuestro pueblo y reflejar cómo es su vida a día de hoy», expresó la secretaria y portavoz de la Asociación de Ucranianos en Tarragona «Khortytsya», Zoryana Lyashenko.

A medida que avanzaba, más personas se fueron sumando a la marcha por la libertad del pueblo ucraniano. La rambla del President Lluís Companys se hizo más y más estrecha. Proclamas y orgullo en las caras. No faltaron, por supuesto, los teléfonos móviles para inmortalizar la unión contra la barbarie. «No hace falta ser ucraniano para apoyar a Ucrania, solo necesitas ser humano», pregonaba una de las pancartas que ilustraron la concentración. «España, escucha, esta también es tu lucha», manifestó el presidente de la asociación, Viktor Kazmiruk.

También hubo sonrisas, ya que, pese al infierno en el que se encuentra hundido el país eslavo, su pueblo continúa junto: «El pueblo, unido, jamás será vencido», expresaron al unísono. Una unión que quedó más que demostrada.

A través de la Plaça Imperial Tarraco y de la Rambla Nova, la marcha fue creciendo en número. Los cánticos despertaron aplausos y vítores de los vecinos y vecinas tarraconenses que se encontraban paseando por el lugar.

Y se llegó al punto de encuentro: el Balcó del Mediterrani. Allí, las velas portadas se depositaron en las escaleras y se prendieron en recuerdo de los miles de personas que han perdido la vida durante estos 365 días.

«Recuerdo que hace un año estábamos aquí, recuerdo que, hace 365 días, llamábamos a nuestros amigos, y llorábamos si no nos contestaban...», recordó, afligida, Lyashenko. «Yo no me he enterado ni de la primavera ni del verano, yo sigo viviendo en febrero», añadió. En el Balcó, se desplegó una gran bandera ucraniana, sujetada a cada costado por varios manifestantes.

La fe mueve montañas, dicen. Todos los allí presentes rebosaban fe. Y de la fe nació la oración que pronunciaron los diferentes representantes de las confesiones ucranianas. Volvió el silencio sepulcral. Manos unidas, ojos cerrados, y dolor. Dolor con orgullo, orgullo de no quedarse sin hacer nada, de no estar a la expectativa.

El himno nacional de Ucrania, cantado a capela por los allí presentes, precedió a la lectura de manifiestos. «365 días de resistencia, nueve años de guerra, cientos de años de genocidio», podía leerse en otra de las pancartas. Y es que, el 2014, con la ocupación y anexión rusa de Crimea y la guerra del Donbás, se abrió un fuego aún vigente en la actualidad. Ocho años después, los sonidos de alarmas antiaéreas, las campanas de las iglesias, los misiles... «Todo hizo que el cielo tomara color de fuego», explicó Lyashenko.

José Martínez Raya, politólogo tarraconense, argumentó que «hoy es Ucrania, y mañana será cualquier otro territorio, hay que parar los pies a Putin».

Antes de finalizar el acto, un joven al violín interpretó piezas musicales ucranianas. Rodillas al suelo, ojos cerrados y manos unidas de nuevo. Emotividad por bandera.

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