Mientras se anuncian a bombo y platillo proyectos a muy largo plazo y se informa de otros que intentan resucitar la gloria de viejos edificios, lo cierto es que Tarragona avanza en una vergonzosa lista, la Roja del Patrimonio.
En la anterior crónica pelacanyes se recordó el deplorable estado de cuatro de las nueve ruinas incluidas en la Lista que elabora la entidad Hispania Nostra: Mas Cusidó, Mas dels Arcs o dels Àngels (ambos en Tarragona), Mas Tallada (La Secuita) y Mas Barber (Constantí).
Los otros cinco edificios son la Tabacalera, el antiguo preventorio de la Savinosa (los dos en Tarragona), la Guixera del Tòfol (Vilaverd), la encomienda de Selma (Aiguamúrcia) y la iglesia de Santa Perpetua de Gaià (Pontils).
Un negro futuro
La Tabacalera y la Savinosa cuentan con proyectos de restauración. De momento solo sobre el papel. Se negocia que la Guixera pase a propiedad municipal para que se pueda recuperar. Las tres tienen, al menos, un brizna de esperanza. La encomienda de Selma y la iglesia de Santa Perpetua de Gaià ni eso. Su futuro es fúnebre.
Una polvorienta y serpenteante pista de montaña, apta para un 4x4 o un coche ‘alto’, conduce desde El Pla de Manlleu (una pedanía de Aiguamúrcia, en el Alt Camp) a los restos de lo que fuera una encomienda templaria fundada en el siglo XII.
Solo el camino merece la pena por el paisaje plagado de viñas, flores y vegetación. Las vistas desde la cima, situada a 711 metros, son espectaculares, lo que contrasta con las ruinas que el visitante recorre acongojado.
Las paredes de unas cuantas casas apenas se mantienen erguidas a los pies del castillo, que está en ruinas desde 1847. La primera mención histórica del edificio militar data del año 977. La encomienda pasó a propiedad pública tras ser desamortizada en 1822 y comenzó su imparable decadencia.
El comandante general de las tropas carlistas, Juan Romagosa Pros, se refugió en Selma en 1834 y allí mismo fue capturado. Horas después fue fusilado en Igualada. Un siglo después, en 1930, el pueblo fue abandonado y poco a poco la vegetación y la mugre se apoderaron del lugar.
A través de un pequeño agujero se puede acceder al interior del campanario de la iglesia del pueblo, la de Sant Cristòfol. Sobre dicho hueco, se observan unos grafitis de tono homófobo.
En un lateral de la iglesia, construida a finales del siglo XVI y hoy en ruinas, un par de nichos conservan restos humanos removidos. Alguna persona incívica tiró una lata de cerveza al lado.
Para llegar al templo, cuyo techo se ha desplomado, hay que recorrer un sinuoso camino entre arbustos. El sendero está flanqueado por la casa más grande del pueblo, también destrozada.
La encomienda de Selma entró en la Lista Roja el 16 de diciembre de 2007. No le sirvió de nada la ‘protección’ patrimonial que le brindaba su condición de Bien de Interés Cultural.
A 28 kilómetros (45 minutos en coche) de Selma se encuentra la iglesia de Santa Maria en Santa Perpetua de Gaià (una pedanía de Pontils, en la Conca de Barberà). Es otro monumento a la dejadez y el poco respeto al patrimonio del que adolecen la mayoría de las instituciones.
Al lado de la iglesia se yergue la torre de defensa de un castillo del siglo XII. El castillo ya no existe pero la torre ha sido restaurada por la Generalitat, lo que contrasta con el ruinoso interior de la iglesia, construida en 1806.
En 1935, poco antes de la Guerra Civil, el interior del templo fue quemado. Durante la contienda se uso como almacén y garaje. Luego quedó en desuso. Pertenece al Arzobispado.
Pintadas de los Simpson
Una resbaladiza escalera a la que le faltan unos peldaños permite acceder a lo más alto de la torre del campanario, desde donde se puede contemplar el penoso estado de las naves del templo. No es aconsejable subir. Ni por lo peligroso de la ascensión ni por el disgusto que se llevará el visitante al ver, por un lado, las pocas tejas que perviven podridas y, por otro, una techumbre invadida por hierbajos, llena de desconchados o simplemente derrumbada.
Un fan de Los Simpson debió visitar la iglesia. En el campanario hay un grafiti con la inconfundible imagen de Bart. En la nave, muy cerca de lo que fuera el altar, otra de su hermana Lisa. En un arca sobresalen entre toneladas de polvo latas de cerveza, aeronfix y botes de spray del mismo color que las pintadas de las paredes.
Las columnas corintias están decoradas con efigies de lo que parecen ser obispos con sus mitras pero apenas se distinguen al estar resquebrajadas. Cascotes y hierbajos se han enseñoreado del suelo de la nave.
La luz apenas se cuela por unas puertas de madera abiertas de par en par y por lo que en su día fuera un rosetón. Con tal degradación no es de extrañar que la iglesia de Santa Perpetua forme parte de la Lista Roja de Hispania Nostra desde hace menos de dos años: el 27 de abril de 2021.
La incomprensión que el visitante siente al ver cómo se ha dejado morir el templo, encuentra cierto alivio al salir y contemplar las vistas desde el cerro de 578 metros de altura sobre el que se sitúan la iglesia y la torre. Se observan un meandro del río Gaià y las montañas que lo circundan.
Del éxito a la decadencia
Nueve meses antes, el 15 de julio de 2020, la Guixera del Tòfol, en Vilaverd (Conca de Barberà), recibió el tristísimo honor de sumarse a la Lista Roja. En su día fue una fábrica de yeso.
Según explica Hispania Nostra, «en noviembre de 1916 cinco yeseros de Vilaverd (Francesc Robusté, Jaume Rossell, Antoni Cartanyà, Pere Garland y Cristóbal Robusté) compraron una finca a la familia Moragas para construir una yesería colectivamente. La yesera, la maquinaria y la electricidad eran los elementos comunes de los cinco yeseros, pero seguían explotando cada uno su propia producción».
Sigue Hispania Nostra: «En 1926 Cristóbal Robusté pasó a ser el propietario único de la yesería. Ese mismo año se construyó un horno de yeso, y la yesería pasó a ser conocida popularmente como Guixera del Tòfol o del Robusté. Durante la Guerra Civil fue incautada (como todas las industrias del pueblo) por las fuerzas anarquistas y sus propietarios obligados a trabajar como obreros».
La posguerra provocó una época de esplendor por el auge de la construcción, pero a medida que avanzaron los años, el negocio flojeó y la Guixera tuvo que cerrar en 1977 y entró en decadencia.
La entidad ‘Salvem la Guixera del Tòfol’ intenta recuperarla desde hace años. En 2023 contaron con la colaboración de Anna Saballs, una amante del patrimonio que ha emprendido un apasionante reto: recorrer 100 rutas en otros tantos lugares de Catalunya con su patrimonio a punto de desaparecer. Saballs inició su desafío en enero del año pasado precisamente en la Guixera del Tòfol.
En 2022, Saballs completó cien subidas a Sant Simplici, un cerro en Tarragona con una torre en ruinas. Su objetivo era dignificar el espacio. Anna fue nominada a la Bona Gent de aquel año por su lucha por el patrimonio.
Gracias a la iniciativa de Saballs, ha surgido la posibilidad d que los propietarios de la Guixera la cedan al Ayuntamiento si éste se compromete a restaurarla y musealizar el entorno.
Un hub tecnológico
Mejor futuro parece tener la Tabacalera. Al menos en teoría. El actual alcalde de Tarragona, Rubén Viñuales, quiere convertirla en un hub tecnológico y cultural que incluya una biblioteca, un centro universitario y el conservatorio de la Diputació.
Para el antiguo preventorio de la Savinosa, también hay un macroproyecto previsto a muy largo plazo. De momento se abrirá un camino de ronda.
El tiempo dirá si ambos proyectos se hacen realidad, o, como casi siempre en Tarragona, se quedan en el cajón de las promesas incumplidas.
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