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De Tarragona a Valencia por la DANA: «Es un paisaje dantesco»

Nieves Miguel, vecina de L’Arboç, marchó con tres furgonetas destino a Catarroja, uno de los municipios más afectados por las tormentas que han sacudido a la Comunidad Valenciana

05 noviembre 2024 11:14 | Actualizado a 05 noviembre 2024 14:20
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Nieves Miguel, vecina de L’Arboç, no quiso esperar. «Vimos que aún no había ningún punto de recogida cerca de dónde vivimos y, entre mi hija, algunas personas del pueblo y yo corrimos la voz el pasado viernes», recuerda. Una llamada de socorro para ir a ayudar a los afectados por la DANA que ha azotado a la Comunidad Valenciana durante los últimos días.

En cuestión de horas, ya habían recogido 1.500 euros: «Fuimos directamente a comprar productos como compresas, pañales, potitos para los bebés, leche, desodorante, dentífricos, gel, agua...». «También compramos botes de comida en conserva, judías verdes, patatas en conserva... ya que no tienen donde poder cocinar ni agua para hacerlo», manifiesta.

«Corriendo la voz, también reunimos mantas, ropa, zapatos... y pudimos comprar rastrillos», añade. Con todo ello, emprendieron el camino de ida: «A la una de la mañana, todavía estábamos recogiendo productos y, a las cuatro, salimos para allá».

Marcharon tres furgonetas desde Tarragona: «En la autopista decía que el tramo de Castellón estaba cortado, pero llegamos y era mentira; llegamos hasta Valencia sin ningún tipo de restricción ni de control policial».

Una vez llegaron, se encontraron con muchas personas de los alrededores que también iban a colaborar a las afectadas: «Fue entrar allí y vimos un paisaje dantesco». «Nos metimos por los polígonos industriales y llegamos al primer pueblo, Catarroja, justo después de las 09.00 horas», narra.

Allí estaba la policía: «Pretendían que, de tres furgonetas, solo llegáramos seis personas, y no era factible entrarlo todo siendo solo tres, nos íbamos a tirar todo el día, así que propusimos que nos acompañara otro agente para descargar justo en la entrada del municipio y luego dejar las furgonetas fuera, pero nos dijeron que no».

Especifica que la solución estuvo en otros voluntarios: «Había personas que llevaban un tractor con una plataforma y nos diferon ‘no os preocupéis, que vamos a entrar como sea». A partir de ahí, descargaron las tres furgonetas, introdujeron en producto en la plataforma y entraron a Catarroja dentro del tractor, que luego se marchó.

«Ya había gente esperando víveres, y encima nos pedían poco, nos decían ‘repartid, repartid entre todos’... Todo el mundo muy agradecido, y la verdad es que hemos vivido momentos muy penosos», explica. Una vez que ya habían dejado gran parte de las provisiones, les aconsejaron que cargaran con lo que les había sobrado y marcharan hacia partes más bajas y más desfavorecidas.

«Así lo hicimos, se trata de una localidad de casi 30.000 habitantes, y no ha quedado ni un centímetro, ni en los pueblos ni en los alrededores; todo destrozado, coches montados encima de otros...». Con ese paisaje llegaron al barrio de las Barracas.

«Allí la cosa estaba mucho peor, nadie había podido llegar, tan solo personas de a pie y voluntarios, que, como tenían que ir caminando, tampoco podían llevar mucha cosa», señala. Nieves y su comitiva entregaron muchos medicamentos y comida en puntos de recogida que se habían habilitado entre los destrozos: «Allí ya se conocen y saben quién necesita qué».

«No había un centímetro libre de lodo»

Una vez que habían entregado todos los enseres de primera necesidad, se pusieron a limpiar: «No había un centímetro libre de lodo; íbamos con mascarilla y guantes porque la cosa empezaba a ponerse muy seria». Sacaron trastos, limpiaron casas, plantas bajas, etc.

«Todo está destrozado: muebles, sofás, libros... Toda una vida que tenían que sacar porque todo era barro que tenían que sacar porque, si no, allí no podían vivir, ya que el olor era indescriptible, la verdad».

Todo entre calles muy, muy estrechas por los destrozos provocados: «Los coches que pudimos sacar fueron porque los vecinos los agarraban y empujaban con cuerdas desde otro vehículo, o con un Patrol de gente de por allí...».

Nieves comenta que «en Paiporta, la localidad a la que llegó el Rey, solo dejaron entrar a 2.000 personas». «El pueblo por la mañana estaba vacío porque tenía que entrar la comitiva con un montón de coches».

«Una pena muy grande»

Afirma que lo han pasado todo «con una pena muy grande». «Allí hemos dejado un granito en un desierto de destrozo y de desgracia; espero que con cada granito que pongan los voluntarios se haga un poquito más grande la ayuda porque estas personas llevaban muchos días solas». Indica que, en la zona en la que estuvo, «el agua que salía de los grifos no era potable».

«Las alcantarillas estaban todas atascadas por el lodo que había allí; no sabíamos qué hacer con tanto barro y solo podíamos montar caminos para que la gente pudiera andar para ir a por los víveres que había en las esquinas de las calles», cuenta.

Nieves cuenta que, durante estos días, están saliendo más furgonetas de la zona: «Lo que más se necesita ahora es ayuda para limpiar, cepillos, palas, cubos... No sé cómo van a quitar todo lo que hay allí...», sentencia.

La de esta vecina de L’Arboç es una de las muchas historias de voluntariado que estos días están conociéndose a raíz de la catástrofe que ha acontecido en la Comunidad Valenciana.

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