La Mostra de Folklore Viu es siempre un acto destacado para los ojos del público de Tarragona, así como una oportunidad para conocer la cultura popular de otras ciudades y presumir de la nuestra. Este año han sido los Diables los encargados de lucirse en esta folklórica muestra. Frente a ellos, toda una ciudad inundada por la fiesta, que entre vermuts, tardeos y otros de los infinitos actos del programa, buscó un hueco para ver el espectáculo de fuego. A las siete de la tarde, los tambores empezaron a sonar y las chispas iluminaron una Rambla Nova completamente abarrotada de gente.
Para hacer frente a estas expectativas, los Diables de Reus se hicieron con una buena cohorte, todos ellos vinculados al fuego como elemento principal. Las Fil·loxeretes de Sant Sadurní d’Anoia corrieron con sus zumbidos por toda la Rambla Nova. El siguiente tramo estaba protagonizado por dos de los platos fuertes de esta cercavila de fuego, la Farnaca de Cambrills y el Caramot del Vendrell. Esta espectacular bestia de 20 metros de largo y 750 kg de peso fue la que más sensación causó entre los visitantes. Alrededor suyo se congregaban la mayoría de seguidores de este acto, preparados con capuchas o sombreros, siempre con la expectativa de poder ver a la bestia encendida. Aquellos que la acompañaban sabían perfectamente la expectación que generaban a su alrededor, cuadrando los tiempos en los que podían encenderlo y ofrecer el espectáculo al completo, un tiempo fugaz, ya que el peso de este elemento impedía grandes trayectos.
Cerrando este espectáculo de fuego, otros dos elementos invitados danzaban para aquellos que no querían arriesgarse a recibir una quemadura. El Gegant Carrasclet de Reus y los Gegants de la Ciutat de Barcelona eran los últimos de la cola, su silueta lejana entre las columnas de humo de sus predecesores generaba una imagen imponente, una muestra más de la fuerza que pueden ofrecer las diferentes entidades de cultura popular unida.
El trayecto de los protagonistas siguió toda la Rambla Nova hasta girar en la calle Sant Agustí, donde se enfilaron hacia el epicentro de la fiesta. Allá se toparon con los curiosos que quizás no tenían ningún interés en este acto, pero se vieron igualmente envueltos en humo, chispas y el retumbar de los tambores.
Así, los Diables y su compañía siguieron su camino por las calles principales de la Part Alta, inundando con su festiva marcha la calle Misericordia en dirección a la catedral. En este punto, la saturación del calendario festivo se hacía notar especialmente al cruzarse con otras marchas, como la que seguía la Cercabirra Alternativa, que recorría los bares de la Part Alta.
Una vez en la catedral, todos los elementos de fuego pudieron lucirse al máximo esplendor en una ronda de lucimiento, donde sacaron todo su arsenal ante el público que se sentaba en las escaleras de la plaza de les Cols o se abría hueco entre los muchos asistentes. No fueron menos los gegants que les acompañaban, que bailaron para todo su público y ofrecieron un último desfile hasta el portal del Roser, donde se despidieron definitivamente de la ciudad.