Peiso, la voz del cambio en Tarragona

Enric Pujol recuerda al periodista argentino Carlos Mario Peisojovich, fallecido a los 77 años. Fue un transgresor y creó escuela en la radio del Camp de Tarragona

23 octubre 2020 21:39 | Actualizado a 23 octubre 2020 21:52
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No busco, encuentro’, ‘mi felicidad es gratis, escuchar música (las discográficas le regalaban los vinilos) y tomar el sol’; podría ser el epitafio de un genio de la comunicación llamado Carlos Mario Peisojovich González (Argentina, 1943). Ya no pisará las calles de lo que fue su Santa Fe natal.

Resulta difícil pensar que la voz de Peiso ha enmudecido para siempre, que se ha silenciado cuando a el ni la Dictadura argentina pudo callarle. Gracias a la vida que me ha dado tanto, me dio el sonido el abecedario con las palabras que pienso y declaro’ así era el enunciado de su vida tal como cantaba su amiga la negra Sosa. Siempre con una sonrisa en los labios citando frases (verdaderas o falsas) de Groucho Marx, siempre con el optimismo por bandera (aunque le acabara de levantar el coche la grúa municipal situación harto frecuente). Comenzó a trabajar en la Radio Litoral de Santa Fe con veinte años hasta febrero de 1974 en que decidió emigrar a España e indagar sus ancestros judíos.

En 1976 aterrizó en Radio Popular de Reus en el Raval de Jesús, donde junto al añorado Julio Ruestes lograron batir el récord de permanencia ante el micrófono dejándolo en 111 horas, más de cuatro horas (poco mérito para un argentino auténtico).

Aquel mismo año se inició en Radio Tarragona (después RCE) de la mano de Josep Maria Tarrasa, allí tuve la oportunidad y el orgullo de compartir micrófono durante ocho años; programas como Aquí nosotros, Medianoche exprés y Onda Libre, marcaron la programación de la emisora con unas audiencias superlativas. Además, Peiso realizaba cuidados y novedosos programas musicales con unas cuñas publicitarias rompedoras e impactantes.
Retornó a la COPE y luego a Cadena Catalana, pero nunca estuvo en nómina de ninguna emisora sino en las agencias de publicidad lo que le otorgaba una mayor libertad. También fue colaborador de este Diari con una página semanal, atrevida y picante, que repasaba la vida nocturna de la Costa Dorada. En 1994 volvió a Santa Fe para seguir sentando cátedra de comunicados hasta el pasado año.

Carlitos Peiso (tenía cierta retirada a Al Pacino), fue un bohemio simpático, un romántico barnizado de letra de tango, un loco bajito y desordenado que llevaba la radio en sus venas. Llegó a Tarragona recién muerto el dictador y su radio rompió cadenas (a galopar, a galopar hasta enterrarlos en el mar), le puso color a la fotografia de un país gris y reprimido (maldito baile de muertos, pólvora de la mañana, presiento que tras la noche vendrá la madrugada, Al Alba); fue un gigante de la comunicación.

Con Peiso aprendí a trabajar sin guion, con la desnudez del micro, a improvisar desde un ejercicio previo de preparación, a hacer una radio sensible que no sensiblera, creativa y provocativa, donde el oyente podía participar vía teléfono. Fue un trasgresor que sin pretenderlo creó escuela, en el Camp de Tarragona fue la voz del cambio.

En el inicio de la transición con la censura aún muy activa Peiso supo burlarla (como Quevedo con aquel sutil verso: Majestad, entre la rosa y el clavel escoja). Su gran experiencia musical (trabajó más de seis años en una discográfica) nos descubrió a cantantes como Nacha Guevara, Silvio Rodríguez, Horacio Guaraní, Mercedes Sosa, Freddy Mercuri, Les Luthiers o Pink Floyd.

Fue el Che Guevara de la radio, el estandarte de la radio reivindicativa, de la radio de vanguardia, de la radio que entretiene formando e informando. Carlos Pesojovich fue la RADIO en mayúsculas. Seguro que allí donde esté ya habrá creado su propia emisora. Su espíritu perdurará para siempre. Mis condolencias a sus hijos Maximiliano, Cirilo y Nicolás.

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