La lectura soberanista del 14-F rescató en la provincia un reparto clásico y tópico del poder, con el constitucionalismo haciéndose fuerte en el litoral y en las ciudades más pobladas y el independentismo expandiendo su hegemonía en el interior rural y campando con especial autoridad en las Terres de l’Ebre; el amarillo de ERC, partido ganador en votos y escaños, tintando la mayor parte de municipios pero el azul de Junts apareciendo en la zona norte y acaparando victorias en el Alt Camp y la Conca de Barberà.
Esa cerrada pugna entre ambas formaciones soberanistas y el PSC parece haber recuperado el esquema típico en esa clave ideológica. Esquerra consigue la mayor parte de las victorias desde el prisma municipal. El PSC tiene suficiente con imponerse en algo más de 20 localidades, eso sí, las más habitadas, para aumentar en sufragios respecto a 2017 y doblar el número de diputados, de dos a cuatro. Junts se ha impuesto en alrededor de 50 localidades y ERC en unas 100.
Una línea de costa roja
La costa se tiñe de rojo, con los socialistas erigiéndose en baluarte constitucionalista en el Tarragonès y en el Baix Penedès. El PSC se agenció el triunfo en lugares cruciales como Tarragona, Salou, Cambrils, Vila-seca, La Canonja, Constantí, El Vendrell, Roda de Berà o Cunit. Son prácticamente los mismos sitios en los que en 2017, el último envite electoral autonómico, se impuso Ciutadans, como reacción a una escalada del independentismo que había consumado el 1-0; ahora la debacle del partido naranja –ha perdido 30 diputados en el Parlament– provoca un trasvase de esos votos al PSC de Salvador Illa. Cs queda, por tanto, completamente borrado del mapa de triunfos locales.
El exministro de Sanidad logra vencer también en dos ‘islas’ ebrenses: Mas de Barberans, de larga tradición socialista, y Batea, con un alcalde del mismo signo. Eso da pie a una reflexión: a pesar de que las lógicas de votación son distintas en unas elecciones municipales, en ocasiones el peso de la alcaldía y la propia historia reciente de la localidad también son un factor en juego.
Junts mantiene sus cuotas de dominio en el interior, reeditando más o menos los resultados de 2017 en cuanto a municipios ganados. Valls, el lugar de origen del candidato Albert Batet, sigue siendo una plaza fuerte, igual que Montblanc, donde gobierna el histórico y longevo alcalde Josep Andreu, desde siempre en ERC pero ahora recalado en Junts. Los neoconvergentes se apuntan éxitos también en poblaciones más pequeñas como Santa Coloma de Queralt, Pratdip, Ulldemolins, Querol, Cabra del Camp, el Pla de Santa Maria, Querol, Riudoms, La Selva del Camp o Castellvell del Camp.
El análisis deja algunas curiosidades, más allá de la huella de los tres grandes partidos. Otras tres formaciones han conseguido sendas victorias. Vox rubricó su expansión con un triunfo en La Pobla de Mafumet, mientras que la CUP vencía en La Vilella Alta. Sin embargo, el auge de los ultraderechistas de Vox se fundamenta también en los buenos resultados alcanzados en un terreno donde se mueve como pez en el agua como es la Costa Daurada. Los de Abascal han sido segundos en Salou (han vencido incluso en alguna sección censal) y en Vila-seca. Son, a su vez, la segunda y la tercera localidad de Catalunya con más apoyo a la triple derecha, sumando ahí los votos no solo a Vox, sino también a Ciutadans y PP.
El tirón de Vox
Pero Vox también mantiene el mano a mano con el PSC en rincones que han sido tradicionalmente obreros y de claro aliento proletario como son La Canonja o los barrios tarraconenses periféricos de Ponent; el PSC manda en esos lugares pero Vox se ha colado como segunda fuerza.
También es simbólica la única victoria cosechada por el PDeCAT, una fuerza víctima de la escisión de Junts que se ha llegado a quedar sin representación en el Parlament. Los neoconvergentes se impusieron en el pequeño núcleo de Forès, en la Conca de Barberà, precisamente sobre Junts, por 10 sufragios a ocho. Además, Camarles fue el municipio catalán con más apoyo a ERC (un 44,6% de las papeletas) y Benifallet la población más favorable a un tripartito de izquierdas (un 68,3% de los sufragios). Los comicios dejaron empate en ocho poblaciones: Marçà, L’Argentera, Prades, Capafonts, Pontils, Els Pallaresos y Renau.
Más allá del eje independentista, desde el punto de vista ideológico la provincia es terreno para las izquierdas, que aglutinan el 56% de los apoyos. Pero las elecciones de la pandemia, de la votación entre EPI y mascarillas no se entenderían sin la abstención. El Montmell, en el Baix Penedès, es el municipio catalán con un índice mayor: un 67,4%. Esta población suele aparecer en los primeros puestos de este ranking cada vez que hay elecciones. Alfara de Carles (61,4%) o La Bisbal del Penedès (59,5%) están entre las poblaciones con electorado más reacio a la visita a las urnas, más complicada que nunca por votar en plena batalla contra la Covid-19.