«Sientes como si el tren estuviera dentro de tu casa», resume Lorda Marauri. Esta vecina de laPlaça dels Carros dice que la situación que vive su familia cada noche es desesperante porque les afecta tanto el ruido de los trenes de mercancías convencionales como el tren procedente del Port «que hace un ruido infernal». El problema además, se agrava en verano con las ventanas abiertas. «Y como les dé por hacer obras ya sabes que no vas a dormir, solo te toca ponerte cascos y tratar de ver un película», señala.
Marauri será una de la treintena de vecinos que participarán en la segunda fase del estudio de ciencia ciudadana que ha puesto en marcha el grupo de investigación CloudLab, del Departamento de Ingeniería Informática y Matemáticas de la URV.
Tal como explica el catedrático Pedro Antonio García, director del proyecto, el equipo desarrolló desde cero una aplicación llamada Soundless. La misma obtiene datos de dos fuentes: por una parte usa el micrófono del teléfono móvil para grabar el sonido exterior y, por otra, de la pulsera de actividad que se pide a los voluntarios que se coloquen durante la noche. El dispositivo mide su ritmo cardíaco y la fase del sueño en que se encuentran.
Cuando el ruido supera el límite de los 45 decibelios (que la Organización Mundial de la Salud fijó en 2019 para las noches) tanto los datos de sonido como los de salud son enviados de manera anónima a la nube. Con esa información se establece una correlación y se comparan los resultados de otros vecinos que se encuentran en la misma zona, gracias a lo cual se puede hacer un mapa colectivo de ruido.
Los mapas son generados diariamente, lo que, señalan los investigadores, es una ventaja, porque habitualmente ayuntamientos y otras administraciones realizan estudios mediante auditorías, pero se realizan cada cierta cantidad de años.
El proyecto ya contó con una primera fase entre noviembre y diciembre del año pasado con la colaboración de 35 vecinos de tres barrios: El Serrallo, Tarragona 2 y el Parc Francolí. En los tres se superó con creces lo recomendado por la OMS en algún momento de los 61 días que duraron las mediciones.
Lo peor, en El Serrallo
Explica García que una de las cosas que permitió el primer estudio fue poder demostrar que la contaminación acústica tiene un efecto sobre la salud de los vecinos.
Señala, por ejemplo, que más allá de lo obvio: que un ruido por la noche puede despertarnos; se pudo comprobar que aunque algunos voluntarios seguían dormidos, con los ruidos su ritmo cardíaco se disparaba o su sueño se hacía menos profundo, con lo que el descanso es mucho menos reparador.
Lo otro que dejó en evidencia el primer estudio fue que los peores resultados de todos los barrios estudiados se habían obtenido en El Serrallo, donde algunas noches se registraron picos de 90 dB; el doble de lo señalado por la OMS. Los patrones más preocupantes, según el informe, se dieron entre las 4 y las 6 de la madrugada.
García explica que son cifras que no pueden achacarse a que las mediciones se hagan con el móvil «no estamos hablando de unos pocos decibelios de diferencia, sino de distintas mediciones en una misma zona donde se duplica lo estipulado», señala.
Durante la fase preparatoria del estudio se compararon en laboratorio mediciones de equipo especializado y con el móvil y había una precisión de +- 5 decibelios.
Además, en el Mapa estratégico del ruido elaborado entre la Generalitat y el Ayuntamiento de Tarragona y dado a conocer en 2021 ya se había señalado la zona portuaria y Torres Jordi como zona de alta contaminación acústica.
Más exposición en verano
Esto fue lo que motivó al equipo a plantearse un segundo estudio centrado exclusivamente en El Serrallo. En esta nueva fase participarán una treintena de vecinos voluntarios que en los próximos días recibirán las pulseras de actividad y las últimas indicaciones sobre cómo utilizarlas.
Uno de los motivos para repetir el estudio en verano es que durante la temporada de calor los vecinos suelen dormir con las ventanas abiertas y es previsible que esto cambie la cantidad de ruido a la que están expuestos.
Entre quienes van a participar se encuentra también Maria Antonia Farré, ella vive en un edificio «tocando a la vía» y explica que pese a que ha instalado cristales anti-ruido y tiene las ventanas cerradas y el aire acondicionado puesto, muchas madrugadas le despierta el ruido que hacen los trenes de mercancías, que además, tardan en buen rato en pasar.
Farré, a fuerza de tanto sufrir el ruido, es capaz de detallar todo lo que se escucha en su casa desde «el balastro sobre el que están las vías y que no está compactado», hasta los trenes mismos con su gran peso y sus comboyes interminables, o el ruido que hacen los trenes diésel cuando paran en la estación y tienen que volver a arrancar.
Su preocupación es que el problema, en lugar de solucionarse, podrá ir a peor con el Corredor del Mediterrani que provocará que se multiplique el paso de mercancías y de ruido junto a su casa. Espera, igual que otros vecinos participantes en el estudio, que el mismo les ayude a dejar en evidencia un problema que parece invisible.
Los resultados de la segunda fase se darán a conocer entre octubre y noviembre e igual que en la anterior ocasión se enviarán al Ayuntamiento de Tarragona y a los organismos involucrados en la generación del ruido en esta zona como Adif o el Port de Tarragona.