Después que hace unos años salieran al mercado y se pusieran muy de moda los cigarrillos electrónicos, ha llegado ahora el boom de los vapers desechables. Al fin y al cabo es lo mismo, pero en una versión más sencilla, de usar y tirar. Mientras que los primeros modelos son más caros, hay que rellenarlos de líquido constantemente y hay que cargar su batería, para consumir los nuevos basta con abrir la caja y empezar a aspirar. Cuestan alrededor de 10 euros y disponen de un número de caladas definido, que suele estar entre las 400 y 800, con lo que puede cumplir su función durante una semana, y más o menos, claro está, según el uso que se le de. Una vez gastado, se tira y se compra otro nuevo. Según datos de Salut, un 45% de los jóvenes entre 14 y 18 años ha probado al menos una vez los cigarrillos electrónicos.
Con una gran variedad de sabores, y con la opción de escogerlos con o sin nicotina, el vaper desechable se ha convertido en el producto de moda, sobre todo entre los más jóvenes. Se puede encontrar en estancos, pero también en todo tipo de tiendas, como colmados, ferreterías o gasolineras, con lo que los menores de edad, para los cuales su consumo está prohibido, tienen una mayor facilidad para acceder a ellos. Incluso muchas personas que no fuman tabaco han empezado a usar estos nuevos cigarrillos electrónicos, ya sea por sus sabores y aromas o porque es la novedad.
Todo esto ha creado un clima de alerta entre los expertos del ámbito de la sanidad, médicos y psicólogos, que además de asegurar que ya hay indicios de que el consumo de estos vapers tiene consecuencias negativas para la salud, defienden que abre a la puerta al uso del tabaco. Paralelamente, varias son las asociaciones en defensa de estos productos que lo sitúan como una buena alternativa al tabaquismo.
«Es cierto que se trata de algo relativamente nuevo y todavía no se conocen las consecuencias que consumir vapers puede tener a medio y largo plazo, pero ya se ha dado algún caso de neumonía lipoidea al depositarse en los pulmones las sustancias que llevan», señala Xavier Aguilar, Cap de Servei de Pneumología de l’Hospital Joan XXIII de Tarragona y miembro del Col·legi Oficial de Metges de Tarragona (COMT). En este sentido, Aguilar asegura que «vapeando en realidad no inhalas vapor, si no que el calentamiento del aparato se nebulizan una serie de micropartículas la composición de las cuales no viene muy detallada en muchos casos». Cuenta, en relación a esto, que unos análisis encontraron nicotina en un vaper que según el prospecto no llevaba.
Con todo, el neumólogo insiste en que hay una impresión conjunta en el mundo de la medicina de que estos productos no son buenos, y piensa que «será cuestión de tiempo que aparezcan las anomalías que comportan, más allá de que a corto plazo ya se hayan detectado problemas».
Vargas cree que los vapers no se pueden tomar como un sustitutivo del tabaco, pues al contrario, sostiene que con el tiempo puede incitar al consumo de cigarrillos convencionales. Una opinión que comparte también Josep Maria Suelves, psicólogo especialista en tabaco y adicciones, y miembro del Grup de Treball de Conductes addictives del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya. «Se trata de un producto que imita el uso del tabaco, con lo que de bien seguro es una vía de entrada a este», dice el psicólogo. Y tampoco lo ve como un posible sustituto al tabaco, como defienden las asociaciones pro vapers: «Rara vez pasa esto, ya que suele ocurrir que los fumadores que intencionadamente quieren sustituir el tabaco por un vaper con nicotina continúan con un consumo global, alternando ambos productos, y esto es una oportunidad perdida de una persona motivada para dejar de fumar que alarga su problema».
Suelves se muestra preocupado también por la baja percepción del riesgo entre los jóvenes, que según dice, «piensan que inhalan vapor, cuando no es así, y ven el vaper, por sus sabores y aromas, como una chuchería». En este sentido, el psicólogo destaca que los cigarrillos electrónicos «tienen aromatizantes que en su momento se prohibieron en el tabaco porque se consideraba que era un gancho para los adolescentes».
‘Boom’ sin precedentes
Los estancos confirman que la moda de los vapers desechables ha pegado mucho más fuerte que la de los cigarrillos electrónicos hace unos años. Edu Gibert, propietario del estanco de la Riera de Gaià, asegura que vende unos 50 a la semana: «La mayoría son clientes que se lo combinan con el tabaco, para fumar en el coche, por ejemplo, y que no quede el mal olor». Gibert explica también que cada dos por tres salen nuevas marcas, otra muestra de que el producto está en su momento álgido.
¿Venta exclusiva en estancos?
También confirma el boom Sergi Sarlé, estanquero de Tarragona y vicepresidente del Gremi d’Estanquers de Tarragona, que destaca que su uso está muy extendido sobre todo entre los jóvenes. Por su parte, reclama que solo se permita la venta de los vapers en los estancos: «Así tendrá un mayor control sanitario, una mayor trazabilidad y habrá la garantía de que no se venden a menores de edad». En esta línea, Sarlé comenta que el consumo de tabaco ha descendido mucho en los últimos años, sin que se hayan actualizado los márgenes de beneficio de los estancos y en un contexto de inflación donde suben todos los gastos: «Estamos perdiendo beneficios, y que un producto como este se venda solo en los estancos nos ayudaría a recuperarlos».
De hecho, la nueva Ley Antitabaco en la que trabaja el Gobierno de España introducía una serie de medidas encaminadas a equiparar legalmente los vapeadores con los cigarrillos, entre las cuales la venta exclusiva en los estancos, una propuesta que por ahora ha sido rechazada por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). Con el anteproyecto de ley, el Ministerio de Hacienda daba cinco años a los establecimientos de vapers para cerrar el negocio, pero Competencia se ha negado porque considera que estos productos «deberían tener una regulación propia y ajustada a sus características».