Planellas lleva meses dedicado de pleno a la vida pastoral, a recorrerse iglesias y parroquias de todo el territorio. Nos responde a cuatro preguntas.
¿Cómo valora estos cinco años al frente del Arzobispado de Tarragona?
La valoración es satisfactoria. Se podrían haber hecho más cosas, pero se han encarado los retos más importantes que tiene la Iglesia en Tarragona de cara a este primer cuarto de siglo XXI.
¿Echa de menos L’Empordà?
¿Quién no echa de menos sus raíces, la casa de los padres o los recuerdos de infancia? Eso no significa que el ser humano no ejerza la capacidad de integrarse en lugares y sociedades nuevas. Yo creo que lo he hecho.
¿Cuáles han sido sus grandes éxitos en estos cinco años?
Son éxitos colectivos. Se ha conseguido que haya una gran implicación en el proceso sinodal al que ha llamado el papa Francisco y que, en nuestra diócesis, ha tenido mucho eco. También la nueva organización territorial, las remodelaciones de la Cúria y la creación de la Delegación de Cultura, con un gran equipo que asesora y colabora.
¿Y a nivel de patrimonio?
Podemos destacar el enorme trabajo que se ha hecho para situar el conjunto patrimonial que la Iglesia significa para Tarragona. Realmente, el trabajo de patrimonio es, permitirme la expresión, poco agradecido, ya que requiere de grandes dotaciones económicas y de grandes acuerdos con administraciones.
¿Y cuáles han sido los peores momentos?
Sin duda, tener que gestionar, justo cuando llegué, algunos casos de denuncias antiguas de abusos por parte de la Iglesia. Pero, como ya dije, era necesario hacerle frente de forma contundente, pero aplicando toda la verdad y misericordia.
Son muchas la voces que hablan de una cierta ‘mala maror’ dentro de la institución que preside. ¿Que está pasando?
Desconozco que sean muchas. Pero no niego que nos encontramos en un momento de tomar decisiones de cara al futuro. No está pasando nada más que lo que suele ocurrir cuando de cambian las piezas de una máquina que llevaba tiempo funcionando de una determinada forma. ¿Malestar? No lo creo. ¿Dudas y tiranteces? No se pueden negar.
¿Cuáles son los retos de futuro?
Consolidar las unidades pastorales y la división territorial. Nos jugamos el futuro porque nuestras comunidades han empequeñecido y las comunidades rurales requieren agruparse para tener más fuerza. Como retos también tenemos despertar el atractivo de lo que significa ser una persona cristiana y que los laicos asuman roles cada vez más amplios.