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«Ir en silla de ruedas por este barrio es como el Dragon Khan, pura emoción»

Una veintena de vecinos de Sant Pere i Sant Pau han pintado con cruces fucsia las barreras arquitectónicas del barrio «para ver si por fin el Ayuntamiento encuentra dónde están y nos hacen caso»

09 junio 2023 23:11 | Actualizado a 10 junio 2023 07:00
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Cristina Collado se mueve en una silla de ruedas eléctrica y nada más salir de la sede de la Associació de Veïns La Unió de Sant Pere i Sant Pau tiene que bajar a la carretera porque por la acera es imposible seguir. El camino se bifurca en dos: por un lado hay escaleras y por el otro una farola que impide el paso por una senda de por sí estrecha. «Ir en silla de ruedas por este barrio es como estar en el Deagon Khan, pura emoción», exclama.

Collado es una de la veintena de personas que ayer se unieron a la iniciativa de la asociación de vecinos para señalizar con cruces fucsia las barreras arquitectónicas del barrio «para que el Ayuntamiento de Tarragona no se pierda y sepa dónde están», señala el presidente de la asociación Gabriel Muniesa.

Cuenta Muniesa que la de las barreras arquitectónicas ha sido una reivindicación histórica del barrio. En 2018 los vecinos consiguieron que el pleno municipal aprobara por unanimidad una moción al respecto, pero desde entonces, aunque periódicamente lo van recordando, no han conseguido una respuesta.

Es por ello, cuenta, que este año han decidido pasar a la acción. Lo primero que han hecho es concienciar a los vecinos de lo que es una barrera arquitectónica. Comenzaron con los alumnos de las escuelas del barrio que, con sus maestros, hicieron recorridos para aprender a detectarlas. Organizaron, además, un coloquio en el centro cívico.

Para dejar una huella del trabajo con los niños realizaron incluso un mural de cincuenta metros justo al lado de una escalera con la colaboración de los escolares.

Contaron con la ayuda del ‘Forum dels Barris’ de la Comunalitat Urbana de Tarragona y de la asociación CEPHADIS Habilitats Diferents. Su presidente, Frank Martínez, les acompañaba ayer en el recorrido.

Para la ocasión los vecinos, de todas las edades, se enfundaron en chalecos amarillos. Yaiza, una adolescente de trece años, reconoce que la experiencia le está sirviendo para darse cuenta de que en las calles por las que pasa cada día hay barreras de las que no se había percatado hasta ahora.

Pero las barreras no solo son un problema para las personas con discapacidad. Su hermano de cuatro años, el más pequeño del grupo, también tuvo un percance en la acera que a Cristina le hace recordar el Dragon Khan. El niño iba en una bicicleta con ruedines y ante la imposibilidad de pasar por la acera siguió por la carretera. El susto fue enorme al encontrarse de frente con un autobús.

Las cruces fucsia comienzan a multiplicarse. En el alcorque de un árbol con un considerable desnivel Ruben Coc, que también va en silla de ruedas, explica como volcó cuando no calculó bien el paso de la rueda. Unos metros más adelante una señora se acerca a explicarles que se había caído por culpa del mal estado de acera.

Explica Muniesa que hay barreras que seguramente necesitarán una solución técnica más estudiada, pero hay otras que apenas implican colocar un poco de cemento para reparar el deterioro que ha causado el tiempo.

Lo de ayer, cuenta, era solo el comienzo, porque las barreras son tantas que eran imposibles de señalizar en un solo día. Están, además, distribuidas por todo el barrio. Lo cuenta mientras nos enseña una foto de una acera nueva donde el pavimento podotáctil (el que ayuda a orientarse a las personas ciegas con el bastón) en vez de llevar al paso de peatones acaba en la carretera.

Una vez señalizadas las barreras y documentadas en un mapa, harán llegar un informe al Ayuntamiento. Cuando nos despedimos a los vecinos se les comenzaban a agotar los botes de pintura.

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