Hoy se conmemora el 130 aniversario del monumento a Roger de Llúria

La imponente escultura del siglo XIX, de estilo romántico tardío, se ha convertido en un icono de la ciudad desde su posición privilegiada junto al Balcó del Mediterrani

18 agosto 2019 18:20 | Actualizado a 19 agosto 2019 07:42
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El 19 de agosto de 1889 las autoridades de la época colocaron la primera piedra del monumento a Roger de Llúria, que corona desde entonces la Rambla Nova en su extremo marítimo. La imponente figura de bronce, de estilo romántico tardío, constituye una de las muestras escultóricas más notorias y representativas de la ciudad, y un destacado ejemplo de la idealización heroica que se puso de moda en la Europa de finales del siglo XIX (una imagen guerrera, con casco, cota de malla, capa hasta el suelo, y un león rampante en el pecho como signo de fuerza y valor). Con este monumento se pretendió ensalzar, en clave épica, la expansión catalana por el Mediterráneo de los siglos XIII y XIV.

La silueta de esta obra conmemorativa probablemente sea una de las imágenes indisociables de Tarragona. Durante los meses de verano, miles de turistas se concentran diariamente a sus pies, convirtiendo este entorno único en uno de los espacios más fotografiados de nuestras comarcas. Sin embargo, la perspectiva desde donde se toman estas instantáneas habría sido totalmente diferente si finalmente se hubiese colocado al almirante de cara al mar, un debate que se resolvió después de no poca discusión hace más de un siglo.

La escultura

Esta obra fue encargada a Fèlix Ferrer y Galceran para colocarla junto al Balcón del Mediterráneo, en el extremo de la entonces Rambla de San Juan. El autor, becado por la Diputación de Tarragona para ampliar estudios en Roma, comenzó en 1883 el diseño de la escultura en la capital italiana, desde donde fue transportada hasta Catalunya por vía marítima.

Antes de colocarse en su destino definitivo, fue exhibida en la Exposición Universal de Barcelona de 1888. La obra fue financiada por la Diputació de Tarragona, que aportó 25.000 pesetas, y la base por el Ayuntamiento, que añadió otras 21.900. Cuando llegó no quedaba dinero para pagar el transporte final, que fue sufragado por dos diputados que renunciaron a su sueldo durante dos meses.

El pedestal

La escultura descansa sobre un pedestal escalonado y dividido en dos cuerpos, encargado a Ramón Salas Ricomà, arquitecto provincial y diocesano, Luce los escudos de la ciudad y del marino, adornados con dos anclas cruzadas. La base de piedra incluye cuatro placas, también de bronce.

En la frontal se lee «Tarragona a Roger de Llúria», en la dorsal aparece el año de inauguración en números romanos, y las dos laterales recogen escenas de la vida del marino con sendas menciones: «Si entre estos hay alguno más valeroso que yo, ése dirija las escuadras y salve el estado de sus enemigos - 1286», y «Abordado por Guillermo Corner le sale al encuentro y le atraviesa de un golpe de azcona - 1285» (la azcona era un arma arrojadiza, similar a un dardo, que se usaba antiguamente). Para entender todas estas referencias, que hoy nos resultan tan lejanas, conviene repasar la vida del almirante.

Roger di Laura nació en la ciudad calabresa de Scalatea en 1250. Siendo aún muy joven entró al servicio del rey Pedro III el Grande de Aragón, y progresó rápidamente en el seno de su ejército. Entre sus éxitos más destacados merece la pena destacar el mando de la flota del monarca que ejerció en las inmediaciones de Malta durante la guerra por la posesión de Sicilia contra los Anjou, y también el éxito arrollador que protagonizó contra la armada francesa, destrozándola en la batalla de Formigues, en 1285.

Según el cronista Bernat Desclot, el marino llegó a decir al conde de Foix, representante del rey francés, que «no sólo no pienso que galera u otro bajel intente navegar por el mar sin salvoconducto del rey de Aragón, sino que no creo que pez alguno intente alzarse sobre el mar si no lleva un escudo con la enseña real en su cola». Como recompensa por su brillante trayectoria militar, basada fundamentalmente en innovaciones de carácter técnico, la corona le concedió el condado de Cocentaina (Alicante). Murió finalmente en Valencia en 1305, a los cincuenta y cinco años de edad. Sus restos reposan actualmente a los pies de la tumba de Pedro el Grande en el monasterio de Santes Creus.

El lugar

Desde 1889, la silueta de Roger de Llúria desde el cruce de la Rambla con la calle Girona, envuelto en los árboles que discurren en paralelo hasta el Balcó del Mediterrani, se ha convertido en una de las imágenes más identificativas de la ciudad.

En 1985 el monumento fue desmontado y restaurado. Cuatro años más tarde, coincidiendo con su centenario, se construyó una pasarela metálica temporal, por detrás de la escultura, que permitió a los ciudadanos contemplarla de cerca y percibir su enorme tamaño, difícil de imaginar desde su base.

Hoy celebramos el 130 aniversario de un protagonista indiscutible en el mapa visual de nuestra ciudad, que sin duda seguirá viendo pasar las vidas de los tarraconenses, desde lo alto de su pedestal, durante muchos años más.

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