El rock sinfónico que llega a Japón

La banda tarraconense Apple Smell Colour es un ejemplo poco común de rock progresivo que se oye en Alemania, Japón o Canadá: canciones de diez minutos, poesía y discos conceptuales

19 mayo 2017 19:41 | Actualizado a 21 mayo 2017 20:33
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No sospechaba el compositor Lluís Barceló (53 años) cuando daba guitarrazos punks y urgentes con Etiopía Próspera, un grupo de culto y cierto underground en la Tarragona ochentera, que más de 30 años después, tras algún proyecto desafortunado o poco visible, la música le brindaría otro caramelo apetecible, un nuevo horizonte en el que crecer. Él es el cerebro principal, el hacedor de canciones de Apple Smell Colour, un insólito grupo de rock progresivo, un género minoritario, casi único en la provincia.

Lluís desparrama energía por haber visto cómo sus canciones, compuestas en casa, imaginadas en complejísimos pasajes, juegos de voces y vaivenes internos, han cogido vuelo con esta banda intergeneracional que se ha ganado el fervor de la crítica. No esperen en Unscrupulousness, su primer disco, canciones de menos de seis minutos. No confíen en música lineal, sin recovecos. «Tengo incontinencia creativa y debo contenerme, porque luego no hay tiempo para trabajar ese material. Hay canciones para dos discos más. En la composición es cuando más disfruto. Tengo necesidad de comunicar», asume él.

«Hago un trabajo concreto, pero no me veo el eje. Yo viví en mi adolescencia en los 70, con esa música progresiva que estaba en lo más alto. Tengo cultura musical de esa época, y por eso es más fácil que yo lo canalice», añade el ideólogo Barceló. El rock sinfónico no es una etiqueta fácil, a pesar de las reivindicaciones recientes, como el festival Tótum Revolútum de Barcelona, con más de una quincena de bandas en cartel. «La década de los 80 fue demoledora para este género. Se querían temas cortitos, que se bailaran bien, música un poco frívola. Estos son temas más elaborados, con pasajes, con fragmentos sinfónicos, canciones de 12 ó 15 minutos. Eso quedó un poco desbancado. Luego el jazz también evolucionó mucho y entró dentro de estas sonoridades no tan ortodoxas», cuenta Lluís, que se define así en ese tour de force cotidiano en el que se sumerge en casa, entre instrumentos: «Lo que hago es casi alquimia. Pienso qué me sugiere un fragmento para continuar. Soy muy constante».

En lugares como Japón, Canadá, Brasil o Alemania ya ha habido ventas y descargas de su álbum. «Cantar en inglés no es casual. Buscamos llegar al máximo número de gente. Hemos notado mucho interés», explican. Con las influencias claras de bandas como Genesis, King Crimson, Queen y, por supuesto, Pink Floyd, pero también con temas más cercanos al folk de Jethro Tull o el jazz de Pat Metheny, Lluís, en esa telaraña de conversaciones entre músicos, se rodeó de intérpretes jóvenes, con talento, ambición y bagaje académico. «Yo no tengo formación, pasé por el conservatorio muy brevemente. Los que me acompañan saben mucho más que yo», reconoce.

El joven Uri Mas (fue miembro de Amena, Ol’Green o Projecte34) es la voz principal y guitarrista. El ubicuo Marc Claramunt es también el batería de Zien Años, además de diseñador de la parte visual de la novela gráfica que acompaña a la edición del álbum. Loti Arroyo (Tumbuctú, Roger Benet i els Oximorònics) está al bajo. La saga insigne de los hermanos Espasa completa la formación. Pep toca la flauta travesera, el saxo tenor, además de guitarras y el lap steel; mientras que Mo se añade al piano y los teclados. Ambos, naturales de La Canonja, son hermanos de Dani Espasa, una eminencia de la música renacentista y medieval, además de profesor de improvisación.

De los coros a Gabriel Ferrater

Para rizar el rizo, cuatro coristas (forman el grupo vocal Les Fourchettes) completan un combo de diez músicos, que este sábado despacharán su repertorio, en formato acústico, en el Teatre El Magatzem (20.30 h., 12/10 euros). En Apple Smell Colour, un nombre de aires sinestésicos inspirado en el poeta reusense Gabriel Ferrater, nada es sencillo. Tal ansia de expresión, una olla a presión de creatividad, se tuvo que concretar en un disco conceptual sobre la falta de escrúpulos, la ausencia de moral en cuestiones sociales o de lucha de clases pero también en el reducto personal.

«Para mí, que estaba un poco retirado de la música, esto es una nueva vida», dice Lluís. La banda, que ya ha tocado varias veces en Tarragona y Barcelona, prepara el desembarco inminente en ciudades como Madrid, Zaragoza, Valencia o Pamplona. En el Teatre El Magatzem la celebración será triple: se presentará el disco en acústico Fireplace, la edición especial limitada del debut Unscrupulousness y la novela gráfica ‘Manifest de l’obstinació’.

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