Europa, el Magreb, África Oriental, el Cáucaso, Oriente Próximo, Filipinas y México son los lugares en los que en la actualidad investigadores e investigadoras del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES) recorren las huellas de nuestros antepasados.
«El instituto dirige cinco proyectos en el extranjero y colabora con otros catorce», explica Robert Sala, director de la institución tarraconense. Algunos de estos yacimientos se encuentran en Georgia, Eritrea, Etiopía, Sicilia o Marruecos, por citar solo algunos ejemplos.
Es precisamente en este último país donde Gema Chacón lleva excavando desde hace 15 años en un área de 40 kilómetros cuadrados. «En estos yacimientos que ocupan todo el cuaternario –en torno a dos millones de años hasta la actualidad–, hemos podido reconstruir la actividad humana en la parte oriental del país, una zona que prácticamente era desconocida hasta hace diez años», cuenta esta arqueóloga especializada en tecnología lítica, miembro del IPHES desde 2009.
¿Cómo era su paisaje cuando la poblaban los homininos? «Un medio ambiente de mosaico, lo que quiere decir que había sabana, pradera o bosque abierto con multitud de recursos naturales de agua en forma de grandes lagos, que hoy están secos. Aparte de las rocas necesarias para elaborar las herramientas líticas, especialmente el sílex».
Como Gema, también Bienvenido Martínez-Navarro trabaja en aquel continente, en Túnez y Eritrea. En su caso, su recorrido fue a la inversa, es decir, primero estuvo por medio mundo y después llegó al IPHES y a colaborar con Eudald Carbonell.
«El instituto es quien dirige, ese es el gran avance. Si quiere ser puntero necesita tener proyectos en los lugares donde se cuece la evolución humana y ese lugar es África del Este», comenta este paleontólogo e investigador ICREA.
En Eritrea, el equipo de Bienvenido ha hallado yacimientos del pleistoceno inferior con abundante industria lítica. En Túnez, descubrieron el cráneo de uro más antiguo del mundo, un toro moderno de 700.000 años y ancestro de los actuales, hallazgo que se publicó en 2014. Como paleontólogo, Bienvenido estudia los grandes mamíferos, «muy importantes porque analizamos el entorno de los homininos».
Tanto Gema Chacón como Bienvenido se encuentran actualmente en proceso de acabar las dataciones y empezar a publicar.
La primera salida de África de nuestros ancestros es la que se registra después en el yacimiento de Dmanisi, en Georgia, precisamente donde excava el investigador Jordi Agustí, país al que este paleontólogo de pequeños mamíferos viaja regularmente.
Jordi destaca su importancia «porque allí se dataron los restos más antiguos de Eurasia, de 1.800.000 años y porque está en el cruce entre África, Asia y Europa». También «por el clima ya que al encontrarse en la confluencia entre el Mar Caspio y el Negro tenía bosques subtropicales, que han actuado como refugio desde hace diez millones de años».
Internacional
Trabajo conjunto
«Las cooperaciones internacionales deben mejorar la capacidad de generar conocimiento a escala universal. En el caso de la Prehistoria, estas colaboraciones, también a nivel de formación, permiten poner a trabajar juntos a equipos a menudo distantes que pueden avanzar a una mayor velocidad y con las mejores técnicas», subraya el director del IPHES, Robert Sala.
En este sentido, Marina Lozano, investigadora y especializada en el desgaste dental de los homininos, coopera actualmente con la Universidad de Calgary, en Canadá. El estudio analiza qué contiene el sarro dental de nuestros antepasados, una información que arroja datos sobre su dieta.
«También sobre si utilizaban los incisivos y caninos para trabajar con piel, fibras vegetales o lana, lo que nos lleva a cuestiones culturales porque podemos decir que había manufacturas con ese material», aclara Marina, quien lleva a cabo este estudio en Atapuerca (Burgos).