El Hotel SB Express, en la Plaça Corts Catalanes, es el vivo ejemplo de cómo nos ha cambiado la pandemia. En la terraza donde una mañana cualquiera habría clientes tomando café, ahora no hay mesas, sino personas guardando las distancias mientras esperan la prueba PCR.
Y es que el centro abrió sus puertas como ‘Hotel salut’ el 7 de abril y desde entonces no ha parado de recibir a personas que no tienen un lugar en condiciones donde seguir la cuarentena.
La responsable asistencial del centro, gestionado por el ICS, Eulàlia Oriol, nos enseña una de las habitaciones. El mobiliario es el de este hotel de ciudad de tres estrellas, con baño y TV incluidos, pero las sábanas llevan el logo del Institut Català de la Salut (los servicios de lavandería y cátering los proporciona el Hospital Joan XXIII). Las ventanas siempre permanecen cerradas y las personas no salen en ningún momento de la habitación. Allí les realizan los controles de salud y tienen un timbre para llamar a la enfermera si hace falta.
Aquí no han parado de trabajar desde que abrieron, hace ya más de seis meses. Desde entonces han atendido a 322 personas, un total de 3.307 días (el tiempo que puede necesitar cada uno es variable). Actualmente hay alojadas 17 personas, pero hay capacidad para 90.
Quienes llegan al hotel vienen derivados por su médico de cabecera o cualquier profesional de salud y dan servicio a todos los proveedores de Salut del Camp de Tarragona y Terres de l’Ebre.
Eso sí, no hay que confundir con los hoteles que se habilitaron en algún momento para albergar a sanitarios y que en el caso del de Tarragona ya no está activo.
Un perfil cambiante
Si bien es cierto que en el momento álgido de la primera ola al hotel llegaban también pacientes que salían del hospital y debían acabar de recuperarse porque no podían hacerlo en su domicilio, actualmente se trata sobre todo de pacientes que han recibido el diagnóstico y son asintomáticos o tienen sintomatología leve y no tienen forma de aislarse correctamente en sus casas o conviven con una persona de riesgo. También, desde verano, se acoge a personas que están pendientes del resultado de la prueba o son contactos estrechos de un positivo.
Las razones por las que alguien es derivado al hotel son, en la mayoría de los casos, de tipo social, tal como explica la Trabajadora Social del hotel, Marta Frontiñán.
Han albergado a personas que viven en casas ocupadas donde no hay luz ni agua para cumplir con las condiciones de higiene más elementales; casas sobreocupadas; jóvenes que viven con otros en pisos tutelados; personas sin hogar... Y he aquí una de las grandes preocupaciones, «ver cómo hacemos la salida», explica Frontiñán. En resumen, conseguir que haya una continuidad con los servicios sociales municipales o comarcales.
La pandemia, además, ha hecho aflorar otros perfiles preocupantes y a los que el hotel no tiene cómo dar respuesta porque aquí solo pueden atender a personas con autonomía física y mental. Así, por ejemplo, se encuentran con personas mayores que no pueden valerse por sí mismas, o personas con demencias a quienes sus familiares ya no saben cómo contener en las casas y que, por la situación, no pueden acceder a sociosanitarios o centros de salud mental.
Como anécdota, también han tenido turistas que han llegado enfermos en verano y algunas tripulaciones de barcos.