Xavier, de Vilallonga del Camp, trabaja en la sanidad pero le gustaría dedicarse al 100% a la agricultura. Lo hace a ratos porque «no salen las cuentas». Y este año menos que nunca, porque la tormenta perfecta contra la payesía parece dar la puntilla. Él hace cálculos sobre las ocho hectáreas de fruta seca, desde avellanos a olivos. Lo que hace unos años podía generar 40.000 euros brutos ahora igual ronda los 5.000 o los 6.000 euros. Y eso que, durante el año, habrá tenido que invertir 7.000 u 8.000. «Si tenemos que poner dinero de nuestro bolsillo más vale dejarlo correr. No tiene sentido. Tengo mi trabajo y llevo el campo a ratos. Me gustaría dedicarme e invertir, porque eres libre pero no da de sí», admite Xavier.
La cadena de agravios y afrentas padecidas no tiene fin: el coste de productos como fertilizantes y herbicidas, el de la luz, el combustible, la queja por la especulación en la cadena alimentaria. Solo faltaba la sequía. «Si no llueve inmediatamente, la cosecha la podemos dar por perdida», asume.
Es la queja desgarrada y enfurecida de un sector desesperado y enojado, al límite, que este martes alzó la voz de forma contundente, con una tractorada que tuvo su punto álgido en la llegada a la Imperial Tarraco y la concentración frente a la Subdelegación del Gobierno. Más de 100 tractores bloquearon la plaza, con asistentes de toda la provincia, desde el Delta al Priorat, pasando por el Baix Camp.
El mensaje fue crudo y directo, como el de Pere Guinovart, coordinador de Unió de Pagesos en el Camp de Tarragona: «Estamos en una situación de KO. Podemos perder más de 5.000 hectáreas de avellanos, almendros y viñas. La Vall del Francolí está seca, no podrá regar. En un año o dos nadie podrá tirar adelante». Guinovart llamó a persistir en la movilización: «Que todos los alcaldes sean solidarios con nuestra lucha».
En un ambiente caldeado, entre la multitud de bocinazos y la crispación, aludió a ese enfrentamiento entre sectores que se deriva de la escasez hídrica: «Este verano, tendremos a los turistas, con todos los servicios, que vendrán a los hoteles. Mientras eso pasa, tenemos que hacer que el Camp de Tarragona sea un polvorín».
Abundaban lemas como ‘La pagesia diu prou’ o ‘Produïm aliments, sense pagesia no hi ha territori’. «Nunca habíamos tenido tantas cosas en contra y tanta ineficiencia», denunciaba Guinovart. Entre los manifestantes, cundía mucho el desánimo en los agricultores más mayores, jubilados o a punto de estarlo; o la rebeldía entre aquellos más jóvenes.
Josep Carles Vicente, payés del Priorat y de Unió de Pagesos, añadió: «Tiene que haber prioridades en un país y la alimentación lo es. Suponemos el 12% del PIB. La agricultura es importante».
De 21.000 hectáreas a 7.500
Antoni Bonet, también de Vilallonga, arrojaba una comparativa descorazonadora: «Estamos dejados de la mano de dios. En 1990 el Camp de Tarragona tenía 21.000 hectáreas de avellanos. En 2023 hay 7.500 y 2.500 están semiabandonadas, sin ningún futuro».
Bonet lamentaba «que los jóvenes se van pitando, las administraciones solo ponen trabas para trabajar» y la sequía hace estragos. Otro dato esclarecedor: «En 1972 el nivel freático estaba en 64 metros y ahora estamos a 200 cuando se hace un pozo». El resultado es que «estamos a punto de perder la cosecha, unas 4.000 hectáreas en las zonas de Constantí, La Selva o Riudoms». Bonet ya está jubilado. Es su hijo ahora quien se encarga de la finca. «Pero no se puede ganar la vida con esto», lamenta.
Los payeses proponen una solución de emergencia como reutilizar el agua de Reus: «Estamos lanzando el agua de la depuradora al Barranc de Barenys cuando la podríamos reaprovechar para salvar cultivos. 4.000 hectáreas de avellanos, si no se riegan, se morirán. Riudecanyes está vacío. Hay que analizar si esa agua sirve para regar y si es así, que se aproveche», decía Sergi Claramunt, responsable de jóvenes de la permanente nacional de Unió de Pagesos.
Blai Llambrich, payés de El Perelló (Baix Ebre), también mostró su desesperación: «Llevamos muchos días sin gota de lluvia. Tenemos olivos, almendros y algarrobos. Si no llueve en 15 días lo perderemos todo, y es el pan del año para la familia. Yo estoy jubilado pero mi hijo se dedica. He visto otras sequías pero como esta ninguna». Blai lo tiene claro: «Es el peor año que he visto». Y eso que atrás quedan campañas anteriores muy malas: «El cambio climático también nos afecta a nosotros».
Llambrich también reconoce que «estamos hartos de hacer papeles, de asumir esta burocracia que llega de Europa o por intereses del Estado». Ese es el otro frente de batalla en liza, el que tiene que ver con el llamado Cuaderno Digital de Explotación Agrícola, un proceso que viene de Europa pero cuya implantación apresurada por el Gobierno denuncian. «Nos obligan a hacer un cuaderno digital pasando toda la información que hacemos en nuestra empresa. Y, si no lo hacemos, nos pueden poner una sanción», indica Miquel Piñol, responsable de sector vegetal de Unió y agricultor de Batea (Terra Alta).
Piñol denuncia que «estamos en un sector envejecido y con una brecha digital, por lo que no podemos implantar en tres meses algo que se debería hacer en cuatro o cinco años. En muchos pueblos tampoco hay cobertura. Es un proyecto que se tiene que repensar. Se debe hacer de forma escalonada hasta llegar en 2028 a las pequeñas empresas, que son las que se están manifestando aquí».
Huevos, féretro y ordenador
Los manifestantes lanzaron huevos a la fachada de la Subdelegación. Un ataúd simbolizó la situación límite que vive el sector. En él había mensajes como ‘Si el consumidor quiere tener las estanterías llenas de producto de km. 0 y de calidad y no depender de productos de procedencia y sanidad dudosa, los payeses necesitamos precios justos». También se alertaba de «pueblos vacíos y sin futuro, y de paisajes desiertos con alto riesgo de incendios».
Un camión abocó abono y restos de poda sobre la entrada de la Subdelegación. Incluso hubo un pequeño fuego. Se lanzaron pedazos de ordenador, en denuncia del exceso de burocracia. Fue el último gesto de revuelta, entre cánticos de ‘Ja n’hi ha prou’, antes de que la tractorada fuera a los Serveis Territorials de Acció Climàtica, en Sant Pere i Sant Pau. Allí, hubo una nueva concentración.
No será la última de esta escalada iniciada de protestas. El sábado habrá otra marcha en el pantano de Riudecanyes. El martes irán a Zaragoza para pedir responsabilidades a la Confederación Hidrográfica de l’Ebre (CHE). Ya lo advierte, para acabar, Guinovart: «Tenemos que seguir en la lucha. Será un verano caliente. No es una cuestión política, de qué partido gobierne. Es igual izquierda o derecha. Nosotros siempre somos los perjudicados».