Lesya Lelyk, afincada en Reus, dice que las oraciones sirven para tener algo de alivio. «El pueblo ucraniano es muy religioso. Los sacerdotes van con los soldados muchas veces. ¿Por qué venimos? Porque por encima de todo nos queda la fe y nos aferramos a eso», cuenta ella tras salir de la parroquia de Sant Pau. Allí ha habido una plegaria especial, parecida a la de cada domingo, por el rito bizantino, dirigida a la comunidad ucraniana, pero esta vez es distinto. La iglesia está llena y abunda el orgullo de patria, visto en las banderas, que se lucen entre los bancos. Es la primera eucaristía tras la invasión del país y la sensibilidad es máxima.
Hay rostros tristes, semblantes de tristeza entre los asistentes, familias enteras, gente mayor, muchos jóvenes y algún niño. «Vengo de Valls. La religión es importante en estas situaciones, es una ayuda, venimos a rezar por los soldados, por la gente que está luchando», admite Maryana Popel. También está presente Maria Yaremyn, que viene de otra concentración en L’Hospitalet de l’Infant: «Todos tenemos familia allí, vivos y muertos y tenemos fe. Sin ella no haríamos nada». Maria dice que su hijo forma parte de la inteligencia militar y está en el frente. «Hablamos ayer con él y de momento está bien», cuenta ella.
Oficia la misa el sacerdote ucraniano Vladimir Sabat, que en algún momento lanza palabras directas:«Cada corazón ucraniano está lleno de dolor y tristeza. Agradezco a todos lo que hacen por la comunidad ucraniana. Hay gente inocente muriendo. Es David contra Goliat, pero no estamos solos. Dios y todo el mundo democrático está con nosotros».
La ceremonia es especial porque cuenta también con el Arquebisbe de Tarragona, Joan Planellas, que muestra «la devoción y admiración» ante el pueblo ucraniano: «Con dolor nos unimos a todos vosotros». Emplaza a que este miércoles, inicio de la Cuaresma, se haga una jornada de oración y ayuno, para que «nos unamos en estos días».
«Pedimos a Dios que acabe la guerra, es un conflicto entre hermanos que se tiene que superar con amor», declama Planellas, y la liturgia dominicial en estos crudos días de guerra coge una dimensión particular; palabras del imaginario católico como misericordia o piedad se revelan más vivas y plenas que nunca pero sin duda la más aludida es paz. «Seamos constructores de fraternidad y paz», dice Planellas, antes de citar a San Francisco de Asís: «Señor, hazme un instrumento de tu paz. Donde hay odio, que lleve yo el amor». Y la gente parece salir un poco más reconfortada.