Un partido amistoso en el antiguo campo del Nàstic, un mercadillo ambulante en una Plaça de la Font arbolada y sin terrazas, la calle Assalt cuando aún no se habían construido las Teresianas, una plaza de toros entonces en medio de los campos de las afueras de la ciudad, la expectación ante el avión que hizo un aterrizaje forzoso en el Camp de Mart... La colección de ocho libros Tarragona, segle XX a través de les postals recopila cientos de impactantes imágenes convertidas en postales. Los autores de los libros son Jaume Benages y Rafael Calle.
La colección, editada por la Societat Filatèlica i Numismàtica de Tarragona, recorre en instantáneas la ciudad desde la catedral hasta las playas pasando por la Rambla, el Balcó, el ensanche fuera de la muralla, el casco antiguo... Recupera también postales fotográficas de las fiestas populares y el deporte.
Hay tantas imágenes a destacar que el ‘Diari’ publicará dos entregas. La de hoy, dedicada a las postales ‘urbanas’, y la de dentro de quince días, con sorprendentes postales del Serrallo, por ejemplo, con las barcas varadas a escasos metros de lo que hoy en día es una hilera de restaurantes. O la también alucinante postal del penal que se erguía en medio del anfiteatro.
Los ocho libros (Rambla Nova i Passeig del Balcó; La Marina. Serrallo, Port i Platges; Casc Antic; L’esport 1890-1965; Fora muralla 1890-1960; Festes Populars 1898-1974; La Catedral 1892-1964 y Temps era temps 1892-1975) son pura nostalgia. Recuerdos de un tiempo pasado convertidos en imágenes.
El ahora director de Càritas Catalunya, Francesc Roig, lo resume en el prólogo del libro dedicado al casco antiguo: «Dicen que la memoria no tiene caminos de retorno y que toda primavera antigua es irrecuperable. No obstante, cuando la imagen retiene positivamente este pasado se produce el milagro de recordar, vivir de nuevo, abrir caminos». Esa magia es la que genera el trabajo de Benages y Calle.
El primero de los ocho tomos vio la luz ya hace 34 años, en 1989. Todos ellos están disponibles en la sección local de la Biblioteca Pública de Tarragona (en la esquina de las calles Fortuny y Gasòmetre). El resto fue saliendo a un ritmo de uno cada año.
La idea de convertir en libros las postales surgió de la pasión cartófila de Jaume y Rafael. Cada domingo iban al mercadillo de la catedral a observar las postales que se vendían. Allí se encontraban con míticos fotoperiodistas de Tarragona como Chinchilla y Vallvé. Y también con Josep-Pau Virgili i Sanromà, un impresor y bibliófilo.
L’Avi Virgili, como se conocía popularmente a Josep-Pau, era ante todo un sabio, una enciclopedia viva de Tarragona, de sus calles, de sus fiestas, de sus habitantes... Virgili explicaba a Benages y Calle quién era quién en las imágenes de las postales.
L’Avi recibió merecidos reconocimientos por su ‘pelacanyismo’: el Diploma dels Serveis Distingits del Ayuntamiento de Tarragona (1973), el nombramiento como Tarragoní Fidel (1978) y la Creu de Sant Jordi (1991). Dos años más tarde, en abril de 1993, Virgili falleció.
La ayuda de Virgili fue clave. Los dos autores de la colección así se lo reconocieron en el primer libro, el de la Rambla Nova i Passeig del Balcó. Entre otros agradecimentos, Benages y Calle apuntan que «el señor Josep Virgili i Sanromà nos ha facilitado un gran número de datos históricos, ha hecho las correcciones y las enmiendas desinteresadamente, siempre dispuesto a hacer cualquier cosa que suene a Tarragona».
Los autores también recordaron a Virgili tras su fallecimiento. En el tomo 6, el de Festes Populars 1898-1974, escriben: «El Sr. Josep Pau Virgili i Sanromà nos dejó. Pero no nos dejó huérfanos. Su memoria, sus consejos, su tenacidad, su amor por la ciudad, han enriquecido a los que tuvimos la suerte de conocerlos y nos han enseñado mucho. Por tanto, el mejor reconocimiento será ahora y siempre para él». También fue especialmente importante la ayuda de Francesc Escatllar, apunta Calle.
Entre el aluvión de imágenes (es recomendable darse un paseo hasta la biblioteca y sumergirse en todos los libros) hay una especialmente emotiva. Es la de una casa bombardeada por los aviones de Franco en 1938. Estaba situada en la esquina de la calle Castaños y Sant Miquel. Se ve como el techo se ha hundido.
Fue un efecto más de los ataques aéreos. El ‘Diari’ ya les dedicó otra crónica pelacanyes publicada el 12 de junio del año pasado. Allí se citaban las cifras aportadas en su día por el jefe del Servei d’Arxiu i Documentació Municipal, Jordi Piqué. Entre el 17 de junio de 1937 y el 15 de enero de 1939, día en que las tropas franquistas entraron en Tarragona, la ciudad sufrió 144 ataques aéreos con 230 muertos y 350 heridos. La Aviación Legionaria fascista y la Legión Condor nazi arrojaron 3.178 bombas sobre una ciudad aterrorizada.
Fueron total o parcialmente derruidos 596 edificios. Siete mil tarraconenses se quedaron sin casa, entre ellos el sacerdote Miquel Estradé. Benages y Calle recogen la historia de Estradé que él mismo explicó en el libro Quan els records són camins, publicado en 1990.
Recuerda Estradé que, en plena Guerra Civil, tenía que guardar cama porque padecía tifus. No podía levantarse para ir al refugio antiaéreo. Cuando sonaban las alarmas de bombardeo toda la familia acudía a la habitación de Miquel «por aquello de estar todos juntos y que pase lo que Dios quiera. Era una costumbre que teníamos fija pero que un buen día rompimos».
¿Qué día? Estradé relata que era de madrugada y todos estaban aún en cama, salvo su padre que ya había ido a trabajar. Volvieron a sonar las alarmas. La madre de Estradé, en vez de reunirse en la habitación, le dio prisas para que se levantara. Miquel hizo caso y madre e hijo fueron a otra habitación.
Estradé: «No hacía ni medio minuto que estábamos cuando oímos un gran estrépito. Se abrió de golpe la ventana, la casa se llenó de polvo y humo. De la habitación donde yo dormía y de la de mi madre no quedaba ni rastro. La parte de delante de los tres pisos de la casa se hundió. El peor susto se lo llevó mi padre, que al ver dónde había caído la bomba y sabiendo la costumbre que teníamos, nos dio a todos por muertos. La pregunta que me hice y que todavía me hago es ¿por qué aquel día mi madre rompió la costumbre de siempre?».
La de Estradé es una de las decenas de historias vinculadas a las imágenes en forma de postal que Benages y Calle fueron recopilando en una tarea casi titánica.
¿Qué más se puede ver? Un listado exhaustivo sería interminable. Por citar algunos ejemplos, la postal del Balcó en que aún no se había construido nada, salvo la estatua de Roger de Llúria, y un jinete pasea tranquilamente a lomos de su caballo. O la del mismo lugar con el ondulante edificio que recordaba a la Pedrera de Barcelona y que fue derribado para edificar el mamotreto acristalado actual.
Varias imágenes de la Rambla Vella permiten observar cómo ha cambiado, sobre todo con el derribo del Garaje Panadés que ocultaba los restos del circo romano. También hay interesantes postales del casco antiguo.
Decenas de fotos de familia de deportistas (a los que las personas de más edad seguro que reconocen), la evolución urbanística fuera de las murallas, los participantes en las celebraciones de la ciudad (incluidas unas fallas) o los mil rincones de la catedral son algunas de las imágenes.
Explican Jaume y Rafael que «nuestra intención no es hacer historia. Nuestra intención es solo recoger postales del tema que tratamos y comentarlas». Correcto. Pero esas postales son pura historia de Tarragona que hay que revivir. Ambos lo logran.