«Teníamos claro que la idea no era el enriquecimiento, porque sino habríamos montado una SL (sociedad limitada). Tampoco queríamos una empresa individualista. Somos cuatro socias y entre las cuatro tomamos las decisiones».
Esta es la respuesta de Alba Pallisé cuando se le pregunta por qué junto a Ruth Ferré, Miriam Leiva y Elena Queral decidieron crear la cooperativa La Matriusca. Las cuatro son matronas y todas están trabajando en el sistema público. En los últimos años habían visto incrementarse exponencialmente el número de familias que recurrían a ellas pidiendo servicios que no cubre el sistema, como la atención de los partos en casa.
El año pasado realizaron el itinerario Tarragona Economía Social i Solidària de Tarragona Impulsa y CoopCamp. «Estábamos peces en todo lo que implica la formación y la gestión de una empresa, así que nos ayudaron mucho», recuerda.
A principios de este año se constituyeron como cooperativa y el próximo 20 de septiembre abren su local en la Calle Sant Vicenç de Reus. Además de los partos en casa, ahora podrán dedicarse a terapias concretas como el tratamiento de cicatrices obstétricas o terapias de suelo pélvico. La intención es, además, seguir ofreciendo formación en salud sexual para niños y talleres en centros cívicos. También continuarán colaborando gratuitamente con entidades que trabajan con colectivos vulnerables.
La historia se parece, aunque en un ámbito muy distinto, a la de Akrida, una cooperativa formada por dos actores: Marc Pinyol y Farnés Rubio, a la que se ha sumado recientemente Pol Bernard.
En un sector donde no es sencillo encontrar empleo, decidieron montar una cooperativa de producción de artes escénicas «para poder trabajar en lo que nos gusta» cuenta Rubio.
Tienen varios proyectos en marcha y la idea, explican, es crear un entorno creativo en la ciudad y colaborar con otros. Acaban de alquilar un local en la calle Réding que esperan también que sirva de local de ensayo a otros grupos que lo necesiten.
Estas son dos de las ocho cooperativas que se formaron en el Camp de Tarragona el año pasado de la mano de CoopCamp. Son de ámbitos de lo más variados: también hay una librería cooperativa, una empresa de cosmética natural o una residencia de artistas, entre otros.
Tais Bastida, miembro de la secretaría técnica de CoopCamp explica que desde que la Generalitat impulsara los ateneos cooperativos en 2016 han asesorado en el Camp de Tarragona 913 proyectos económicos que han generado 322 puestos de trabajo directos y 63 nuevas cooperativas y entidades.
Expertas en mantener empleo
Aunque muchos ciudadanos solo reconocen las cooperativas agrícolas, lo cierto, explica Bastida, es que la mayoría de las que se han formado recientemente son del sector servicios. En algunos casos se trata de personas que quieren montar una empresa en el mismo sector en el que trabajaban pero buscando unas condiciones dignas, mientras que para otros es su primera experiencia. «Es emprendimiento puro y duro», resume Bastida.
Una de las claves de que el modelo se esté consolidando, apunta, está en que el cooperativismo actúa de forma solidaria entre las personas socias. Es por eso que, en épocas de crisis, superan mejor las dificultades que otros tipos de empresas y son capaces de conservar más puestos de trabajo.
Otra de las muestras de que la idea está madurando es la intercooperación. A diferencia de lo que suele suceder en las empresas habituales que se ven unas a otras como competencia, las cooperativas suelen colaborar y organizarse sectorialmente para tener más facilidad para acceder a mercados, crear productos o presentarse a concursos públicos. En este sentido pone el ejemplo de cinco cooperativas de turismo que se han unido para crear una propuesta de visitas guiadas.
Entre los retos, reconoce Bastida, está conseguir que las administraciones tengan en cuenta las características de las cooperativas en los concursos públicos para que el peso no esté exclusivamente en el criterio económico. En este sentido el año pasado impulsaron una guía de contratación pública responsable.