Más esquelas que chupetes. Más funerales que bautizos. El invierno demográfico se recrudece en la provincia, con los nuevos datos del INE, que ilustran el complicado relevo generacional. El primer semestre de 2018 ha arrojado un balance demoledor: 3.097 nacimientos por 3.844 defunciones, un saldo vegetativo negativo de 747 personas sólo en seis meses.
El año pasado hubo 7.026 fallecimientos en Tarragona. Hay que retroceder 79 años para ver un número más alto: en 1938 hubo en Tarragona 10.456 muertos.Esa tendencia no hace más que agravar los datos históricos de 2017, por lo que tuvieron de punto de inflexión, de ‘sorpasso’. El INE también acaba de difundir el balance definitivo de ese año, que entrega la nueva realidad: por primera vez en 18 años hubo más muertes que nacimientos, un vuelco demográfico que se había dado en España ya –en concreto, en 2015– pero no en Tarragona. Hay que retroceder a 1999 para ver que los tarraconenses que murieron fueron más que los que vinieron al mundo.
En 2017 se registraron en Tarragona 6.908 nacimientos, según el INE. Fue el noveno año seguido de descensos. Hay que volver a 2002 para ver una cifra más baja.En 2017, los 7.026 decesos superaron a los 6.908 nacimientos, un saldo negativo de 118 personas. Pero aún es más llamativo el batacazo provisional registrado en este 2018, un descenso de un abultado 10,2% en un año. En España, el retroceso se quedó en el 5,8%. Otra muestra que sirve de ejemplo para aquellos analistas y expertos que dan la voz de alarma: en diez años los nacimientos se han desplomado un 35% en las comarcas tarraconenses.
No sólo los indicadores de natalidad son alarmantes. La mortalidad también deja entrever que España, y Tarragona en concreto, configuran sociedades cada vez más envejecidas. El número de fallecimientos ha subido un 4,9% en Tarragona en el primer semestre del año, una estadística superior al dato estatal (2,1%), por lo que se infiere que la provincia envejece a un ritmo más rápido que España y también que Catalunya, con unas dinámicas menos acentuadas. Hasta el momento, el saldo vegetativo negativo en el que estamos instalados se producía en numerosos pueblos de la provincia –sobre todo en los más pequeños del interior–. Sin embargo, es la primera vez que se experimenta a nivel global en la provincia y teniendo en cuenta todo un año.
Si los nacimientos están bajo mínimos, la mortalidad también alcanza cotas históricas. De hecho, a juzgar por la estadística de 2017, no moría tanta gente en Tarragona desde los años de la Guerra Civil. Hay que remontarse, en concreto, a 1938, en pleno conflicto, para ver una cifra de muertos mayor: 10.456. Desde entonces los números han estado por debajo, si bien es verdad que la población general era menor. El censo poblacional por aquella época en la provincia rondaba los 340.000 habitantes, menos de la mitad que el recuento actual.
Cada vez más viejos
No quiere decir eso que la mortandad se haya disparado (la esperanza de vida sigue aumentando progresivamente) pero sí habla de una sociedad cada vez más envejecida. En España no había tan pocos nacimientos desde la posguerra. En Tarragona el dato no es tan trágico. Es evidente que los actuales 6.908 nacimientos están alejadísimos del boom de la década de los 2000, a rebufo de la bonanza económica y la llegada masiva de la inmigración: en 2009 se llegó al tope, con 9.387.
«Es dramático ver este envejecimiento de la población y la evolución de las pirámides»Pero en los años inmediatos de la posguerra –un durísimo tiempo de enfermedades, hambre y exilios– los partos aún eran inferiores a los actuales, pues se movían alrededor de los 5.000 anuales. Los años 90 y parte de los 80 también fueron peores en España en cuanto a natalidad, después del generalizado baby boom, que en Tarragona se produjo a partir de 1964 y se prolongó prácticamente hasta 1982. En esa época de esplendor los nacimientos oscilaban entre los 8.000 y los 9.000.
Francesc Núñez
Sociólogo y profesor en la UOC
Francesc Núñez, sociólogo natural de Tivissa y profesor en la UOC, alerta de la situación: «Tarragona es una provincia más despoblada que otras, sobre todo hacia el sur y en comarcas del interior. Es dramático ver este envejecimiento de la población y la evolución de las pirámides que se ofrece en algunas proyecciones». Núñez considera que esta inercia conlleva problemas a nivel de mano de obra y, en último término, de economía. «En la inmigración estará la clave, si se hace de forma correcta. Este tipo de sociedades dependen mucho del flujo migratorio», cuenta.
Tarragona es la cuarta provincia de España con una mayor densidad de DINKs –Double-Income No Kids–, familias formadas por una pareja con dos sueldos y sin hijos, según la consultora AIS Group. 19.968 familias pertenecen a esa tipología. Sólo Barcelona, Lleida y Baleares están por delante.Lo que está ocurriendo en Tarragona es, simplemente, consecuencia de tener un bajo índice de fertilidad. En este panorama poco halagüeño desde el punto de vista sociológico y demográfico será clave un concepto: la inmigración. La llegada de población foránea había salvado a la provincia de crecimientos vegetativos negativos. Es decir, la población se incrementa porque viene más gente pero, además, son personas en edad reproductiva. Muchas de ellas han tenido hijos.
Tarragona, por tanto, se sitúa de nuevo en una tesitura que vislumbra la pérdida de población, salvo una casuística: que la inmigración, después de años de repliegue, repunte a rebufo de la mejora económica. Aún falta perspectiva, pero los últimos datos arrojan un sintomático cambio de tendencia. En el primer semestre de 2018, la inmigración desde el extranjero se ha disparado un 34% en Tarragona y se equipara ya a los años del ‘boom’ migratorio. Gracias a eso, la población ha aumentado. Está por ver si esa inercia se consolida.