María Vallet Regí (Las Palmas de Gran Canaria, 1946) es doctora en química y trabaja dirigiendo un Grupo de Investigación en Biomateriales Inteligentes en la Universidad Complutense de Madrid. En su currículum (inabarcable en este espacio) destacan numerosos premios, como el Nacional de Investigación, el Jaime I de Investigación Básica, la Medalla al Mérito en la Investigación y en la Educación Universitaria y el primer premio Margarita Salas a la carrera científica de la Comunidad de Madrid, entre otros.
El mes pasado fue una de las nueve mujeres en dejar su legado en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes. Es una de las investigadoras españolas más citadas en revistas científicas pero es, sobre todo, una divulgadora generosa que igual habla de nanomateriales (su especialidad) que se presta a tranquilizarnos explicándonos al detalle cuáles son los biomateriales que nos colocará el dentista en un implante dental. Ayer fue investida Doctora Honoris Causa por la URV.
Laboralmente hablando, ¿en qué situación está?
Tengo un proyecto de la ERC (Consejo Europeo de Investigación) que termina el 30 de septiembre de este año, por lo tanto estoy terminado ese proyecto y sí, aunque sea mayor, estoy activa... A los 70 me jubilé de la universidad y al día siguiente comencé con este proyecto. Lo hice así para dedicarme exclusivamente a la investigación. Acabo de cumplir 76 años.
¿Cuándo descubrió que quería estudiar química? ¿Lo supo desde pequeña?
No, no lo tenía claro en absoluto, de hecho la química que me enseñaron en el colegio fue terrible. En mi época fuimos muy pocas las de mi colegio, que era solo de chicas, que decidimos ir a la universidad. Éramos tres amigas de toda la vida y una de ellas tenía que hacer química sí o sí porque su padre era químico y se había empeñado. No es que entonces yo tuviera una vocación clara, pero dije: ‘Bueno, hacemos química’. La vocación me llegó después.
Desde hace años hay programas para animar a las niñas a seguir estudios de ciencias. ¿Por qué no terminan de dar frutos?
En químicas es distinto, en la carrera éramos casi un 40% en el año 69 y ahora somos mayoría. El problema se da sobre todo en las STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). Posiblemente sea porque las mujeres más que los hombres piensan en aplicaciones sociales. En la academia de ingeniería participo en un proyecto que se llama ‘Mujer e ingeniería’. La ingeniera industrial que lo lleva siempre dice que las chicas buscan más proyección social y allí no lo deben encontrar, supongo.
Cuando sus hijos eran pequeños se quedó viuda. ¿Cómo lo hizo para conciliar?
Tuve muchas dudas y estuve a punto de dejarlo un par de veces. Siempre digo que soy 10 años más joven de lo que soy cronológicamente porque durante 10 años en ciencia tuve que hacer medio tiempo. A las cinco y media los niños salían del colegio y había que estar allí. Me acuerdo que de pequeñitos en primavera y verano, que oscurece más tarde, les bajaba las persianas de casa y les decía ‘venga, hay que irse a dormir’. Es que si no no me podía preparar la clase. Ahora me pregunta cómo lo hice y no lo sé, pero aquí estoy.
Las mujeres científicas con las que trabaja, ¿tienen las mismas dificultades?
En mi grupo somos unas 30 personas y es casi paritario, aunque han venido todos por su currículum; no he mirado el sexo. Tengo padres y madres jóvenes y veo que funcionan diferente en cuanto al cuidado de los hijos; las responsabilidades están más compensadas... Eso sí, me da qué pensar el hecho de quie el otro día leyó una tesis una chica de mi grupo muy brillante y no va a seguir.
¿Por qué?
Porque va a hacer oposiciones para ser profesora de enseñanza media. En el grupo ya ha habido tres chicas que han hecho lo mismo después de hacer una tesis brillante en un tema puntero. Cuando se plantean el futuro no lo ven claro. Para investigar necesitas una vocación a prueba de bombas.
¿Cómo explicaría en qué ha trabajado en los últimos años ?
Yo soy química, estoy trabajando en la facultad de farmacia (de la Universidad Complutense) y lo que hago son materiales para la salud. Eso abarca muchas cosas, como los sustitutos óseos; en este ámbito trabajamos sobre todo con traumatólogos para sustituir, reparar o regenerar hueso. Por otro lado, está el proyecto en el que ahora estoy más volcada, que es la nanomedicina. Hacemos nanopartículas. Son partículas muy chiquitas que las cargamos con fármacos y la superficie la preparamos químicamente para que se dirija solo a donde tiene que actuar. La intención es que lo que hacemos en el laboratorio llegue a la cama del paciente.
¿Qué aplicaciones pueden tener lo que están desarrollando?
El proyecto en el que está trabajando todo mi equipo es para buscar solución a tres problemas de los huesos: el cáncer, la osteoporosis y la infección. Las nanopartículas nuestras son como el chasis de un coche, que es la parte importante, pero luego con ese chasis puedes poner los alerones o las ruedas de una clase o de otra, el techo abatible o no... Al final con un chasis equivalente puedes tener un Maserati o un Fiat.
A la hora de hacer descubrimientos valiosos, ¿qué pesa más, la casualidad o picar piedra?
En investigación hay dos cosas claras, que es descubrir las cosas por serendipia, que es lo primero que explica. Pasa cuando estás buscando una cosa pero encuentras otra. Entonces tienes que tener la capacidad de saber que lo que has encontrado tiene un interés. Otro camino es la investigación bajo diseño, es ‘yo quiero esto y lo voy a diseñar’, eso es mucho más gratificante. En esto de las nanopartículas me surge la idea porque yo había trabajado con ese tipo de materiales cuando estaba en químicas. En el año 90 paso a la facultad de farmacia y entonces busco una investigación que sea de interés para mis estudiantes. Entonces se me ocurrió que esos materiales que se estaban usando para catálisis, para el mundo del transporte, se podían usar para la liberación de fármacos.
Entiendo que la creatividad es importante para la ciencia.
La creatividad es lo que mueve a la ciencia. Tiene que haber ideas, gente a la que se le ocurran cosas que podrían parecer descabelladas en un principio.
¿Cree que conseguiremos hacer ‘recambios’ para cada parte del cuerpo?
Diría que podemos hacer piezas de repuesto de todo menos del cerebro. Hasta los 50, que se hizo la primera prótesis de cadera en Inglaterra, cuando alguien se rompía la cadera le metían en la cama y moría en quince días.
¿Eso le plantea dudas éticas?
Me lo he planteado siempre; todo esto es para aumentar la calidad de vida, pero para aumentar la calidad de vida mientras sea vida. Si pones un cuerpo estupendo y tienes un cerebro con alzheimer no tiene sentido.
¿La Covid-19 nos ha enseñado la importancia de invertir en investigación o se nos va a olvidar rápido?
Esta pandemia ha servido para que la sociedad se dé cuenta de que si llega una desgracia como esta no sirve para nada el dinero ni la posición que tenemos excepto que haya un remedio y es la ciencia la que lo tiene que encontrar. Por ponerle un ejemplo, las primeras vacunas que usamos, que fueron las de Pfizer, fue Katalin Kariko, quien llevaba 30 años trabajando en investigación básica, y gracias a lo que había ido conociendo en un momento dado puede dar el salto que ha permitido la vacunación masiva. Creo que la gente es consciente de que la ciencia sirve, y sirve para que vivamos.