¿Cómo acaba un grupo de personas con discapacidad que asiste a un taller de costura contando cuentos delante de los boquiabiertos niños de una escuela?
La respuesta la tiene la compañía de cuentacuentos Botó Màgic, de Sarrià, Barcelona. En el taller ocupacional de la fundación Aspasim (que se dedica a la integración de personas con discapacidad severa) un grupo de usuarios se dedicaba a coser delantales, trapos de cocina, baberos, a bordar nombres en batas de escuela... Pero claro, en aquel taller no sólo había hilo y agujas, también «se charraba y se cantaba», como cuenta Dolors Vidal, una de las impulsoras. Así, con la idea de ir un paso más allá, comenzaron a visitar un día a la semana la guardería que tenían al lado para contar cuentos a los niños.
Al final la idea cuajó y crearon su propia compañía, formada por nueve personas entre usuarios y monitores, quienes además de contar cuentos también incorporan instrumentos musicales (algunos adaptados, como un tablero de campanas de colores en función de las notas musicales).
Pero el buen hacer de El Botó Màgic comenzó a extenderse más allá de Sarrià y comenzaron a pedirles que contaran cuentos en más escuelas.
Ahora han dado un paso más y están haciendo en Tarragona y otros municipios cercanos su primera ‘gira’ fuera de Barcelona. Aquí comenzaron atendiendo a la llamada de dos escuelas y al final van a ir a mostrar su espectáculo en siete centros.
Ayer por la mañana era el turno de los niños de la Escola El Serrallo. Las clases de P3, P4 y P5, o mejor dicho, las clases de los Nanos, las Àligas y los Dracs, se sumergieron enseguida en el cuento que les trajo justamente el botón mágico, un botón que se cayó de una bata escolar y que se quedó a vivir en el taller de Aspasim. El botón no sólo se convirtió en uno más del equipo, sino que aprovechaba todas las noches, mientras el resto dormía, para buscar cuentos e historias para contar a los niños.
El cuento que el botón llevó ayer a los niños de El Serrallo se titulaba: ‘De què fa gust la lluna?’ (¿A qué sabe la luna?), y trataba de una serie de animales que iban pidiendo ayuda unos a otros para poder hacer una torre lo suficientemente alta para poder llegar al satélite.
Por el camino los niños fueron aprendiendo cómo se dice, en lengua de signos catalana, elefante, luna, padre, madre... Y hasta cómo aplaudir sin hacer ruido.
Las caras de felicidad eran de ida y vuelta. De un lado, las de los niños, completamente metidos en la historia, y del otro, las de los miembros del equipo, felices de estar delante de un público tan atento. En definitiva, integración de la manera más natural, sin discursos y con mucha diversión.
Al final los miembros del grupo repartieron «trocitos de luna» a los niños. Siempre hubo quien advirtió que se trataba de lacasitos azules, pero igual había algún niño que, con los ojos brillantes, probaba aquellas pastillitas como quien se mete en la boca algo sagrado para terminar exclamando: «¡Pero si la luna tiene sabor a chocolate!».
Aunque de momento su gira por Tarragona sólo dura cuatro días, cuentan que estarían encantados de hacer más ‘bolos’. Se les puede contactar a través de la página web aspasim.es.