Auge de tarraconenses que redescubren el Pont del Diable de Tarragona

Incrementa notablemente la cifra de visitantes y de deportistas que visitan el parque para acceder a los caminos de la Anella Verda, mientras quiere consolidarse la oferta cultural

19 agosto 2020 18:40 | Actualizado a 20 agosto 2020 07:10
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El jardín romántico de los hermanos Puig i Valls dan la bienvenida a los visitantes del Pont del Diable. Construido a principios del siglo XX, representa una pequeña muestra de la riqueza natural de la Tarragona no urbana. Es la puerta de entrada a la Anella Verda, 34 kilómetros de senderos que recorren algunos de los rincones más preciosos, históricos y naturales de la ciudad.

Familias que salen a pasear y turistas se cruzan con excursionistas y ciclistas que se adentran por algunos de estos caminos. Josep Antoni Sáez los conoce muy bien. «A lo mejor todos los días no, pero cada dos días acostumbro a venir», explica. Este vecino de Sant Salvador ayer hacía una ruta corta, ya que le acompañaba el niño con la bicicleta. Cuando va por su cuenta disfruta descubriendo nuevos senderos que cada día le ofrecen nuevas experiencias. «Hay sitios muy bonitos, como la Masia de l’Àngel, que para mucha gente son totalmente desconocidos», dice. Asegura que hasta hace muy poco tiempo tan solo se encontraba a «cuatro ciclistas y a cuatro visitantes». La cosa ha cambiando en los últimos tiempos. «Hay mucha más gente y a veces no son demasiado cívicos, ya que te encuentras con botellas, bolsas de plástico y excrementos de perro. Aunque estemos en el aire libre, no cuesta nada recogerlo», lamenta.

«Hay sitios muy bonitos, como la Masia de l’Àngel, que para mucha gente son totalmente desconocidos»

Durante muchos años, el parque era el sitio al que iba la gente de Tarragona a comer la mona el lunes de Pascua y para de contar. Esto ha cambiado. «A los tarraconenses nos gusta y se nota, porque hace unos años estabas más solo, pero ahora siempre te encuentras con gente», asegura Anna Vidal. Trabaja en el sector de la restauración y afirma que cuando le piden qué puede hacerse en la ciudad siempre recomienda esta visita.

Los deportistas más preparados se cruzan con familias que salen a dar un paseo. «Con la bici sí que vengo, pero hoy tocaba la visita con los niños, que han visto el Pont del Diable por primera vez», decía Jorge Tabuenca. Asegura que después del confinamiento esto era la Rambla. Ahora, el flujo de gente ha bajado, aunque algunas de estas personas se han quedado. «Hace años que estamos en Tarragona y al principio veníamos muy pocas veces, pero es que es muy recomendable. El domingo pasado vinimos y había un escenario para hacer un concierto, me pareció un sitio muy bonito y después, si quieres sentarte a tomar algo en la Casa del Guarda se está muy bien», afirma María Dolores Calvo, quien se muestra convencida de que este parque ecohistórico es la «joya desconocida» de Tarragona.

«Con la bici sí que vengo, pero hoy tocaba la visita con los niños, que han visto el Pont del Diable por primera vez»

El Pont del Diable es un monumento que visitaban los turistas extranjeros en verano y los escolares en primavera. Esto está empezando a cambiar y muchos tarraconenses han redescubierto el entorno en los últimos meses. La empresa Limonium, que gestiona esta finca municipal de casi 33 hectáreas de superficie, ofrece visitas guiadas y propuestas como las Nits de Lluna plena, en la que los asistentes pueden conocer algunas de las leyendas que rodean este monumento histórico, de más de dos mil años de antigüedad. La propuesta ha tenido una muy buena aceptación. Un éxito que también pudo constatarse el pasado domingo, cuando arrancó el ciclo La Música del Diable, que durante cuatro domingos permitirá a sus asistentes disfrutar de un concierto musical en un espacio único.

Eduard Soler, responsable de Limonium, se muestra satisfecho de la aceptación que están teniendo todas estas actividades. El pasado domingo mucha gente se quedó sin poder acceder por las limitaciones de aforo. Pese a ello, defiende que es un «arranque tímido», teniendo en cuenta el ambicioso proyecto cultural para poner en valor este entorno. La empresa lleva seis años gestionando el parque. «Hemos hecho un gran esfuerzo y hemos perdido mucho dinero durante los años previos», lamenta.

Asegura que en el último año la interlocución con el Ayuntamiento, que es el propietario de la finca, ha mejorado. El pasado 30 de julio finalmente entraba en funcionamiento la nueva parada de autobús junto a la N-240, que es una vieja reivindicación. Pese a ello, la empresa concesionaria pide a la administración local que «sea ambiciosa» ya que es un espacio «con un valor ecológico y patrimonial enorme».

Aparcamiento y señalización

La post pandemia ha puesto al descubierto el potencial turístico y de cara a los ciudadanos, para actividades de salud, culturales y patrimoniales, que reúne este entorno. «Nosotros no podemos gestionarlo mejor sin la ayuda del Ayuntamiento, así que le pedimos que coja las riendas y que empecemos a trabajar de forma conjunta», añade Soler.

Uno de los monumentos que siempre se ha tomado como ejemplo es el Pont du Gard, en Francia. Sin embargo, la gestión que se ofrece en uno y otro monumento no tiene nada que ver. «Es como comparar La Mussara con Nueva York y, con todos los respetos, si quieres ser Nueva York y no haces nada, la comparación es odiosa», dice este gestor cultural. La mejora de la accesibilidad en transporte público tan solo es un de los problemas que se ha abordado, y que obligarán a seguir invirtiendo si quiere sacarse adelante un proyecto cultural que realce el potencial del entorno.

Ampliar la zona de aparcamiento, con capacidad para unos cuarenta turismos; mejorar la señalización, para que los visitantes que no son de Tarragona no se pierdan; e iluminar la finca, para poder seguir haciendo actividades en condiciones durante las noches, son los déficits más urgentes. Asimismo, la empresa concesionaria asegura hay un problema de inseguridad en el parking y de incivismo en el interior del recinto. La cartelería está pintada con grafitis y, en más de una ocasión, los vándalos incluso han utilizado sus sprays para pintar en las piedras del acueducto. «La finca necesita una puesta a punto. Desde las últimas obras de restauración, que se hicieron hace más de una década, más allá de las inversiones que hemos hecho nosotros no se ha hecho nada», sigue explicando Eduard Soler.

Durante los fines de semana, centenares de personas pasan por esta finca municipal. Pero este flujo de personas también tiene un impacto, por lo que está empezando a ponerse de manifiesto la necesidad de reconsiderar y de regular los accesos al propio puente para las bicicletas. Es otro de los aspectos en los que quiere empezar a trabajarse. Y es que en el Pont del Diable pasan y pasarán cosas. Se trabaja en dos líneas. Por un lado, un aula en la que escolares y familias puedan hacer actividades de educación ambiental. Por el otro, que la Casa del Guarda se convierta en un espacio habitual de actividades al aire libre.Según los gestores del parque, los valores que quieren potenciarse son los que hace más de un siglo defendía Mariano Puig i Valls y que están recogidos en una placa en la entrada del parque. «Viajero no olvides que los pueblos más cultos son aquellos que tratan con fervoroso respeto a los ancianos, los enfermos, a los árboles y los pájaros. ¡No lo olvides viajero!». Por cierto, la placa está completamente agrietada y no puede leerse.

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