Ejercicio de sinceridad y honestidad el que hizo ayer el alcalde de Tarragona. Pau Ricomà reconocía ante la militancia, en el acto de su reelección como alcaldable, que los comicios municipales del 2023 serán los últimos a los que se presentará. Por eso, el alcalde pidió que la lista que se forme para las próximas elecciones estén pensadas para dar continuidad al proyecto de ERC en Tarragona. «Que se parezcan al máximo posible a la ciudad», suplicó Ricomà.
A quien no le gustó ni un pelo el anuncio del alcalde fue al presidente del partido, Oriol Junqueras. «Espero que se lo repense porque Ricomà es el mejor alcalde que puede tener Tarragona, sobre todo, con este panorama de partidos desgastados que priorizan sus disputas internas al bien de la ciudadanía», decía.
Con la Casa Canals y su encanto como escenario, Pau Ricomà volvió a ser escogido por unanimidad de la asamblea como alcaldable de ERC en las próximas elecciones municipales de 2023. La formación republicana es la primera en Tarragona que elige líder.
Ricomà, que es alcalde desde junio de 2019, aprovechó ayer para confesar que le ha tocado gobernar en una etapa muy complicada. Nombró momentos como el de la explosión de IQOXE, «que generó problemas de confianza entre la industria y la ciudad», o el de las manifestaciones de la postsentencia del Procés, «cuando hubo violencia repartida y nosotros intentamos buscar el equilibrio». El alcalde también recordó que, en cuanto entraron a gobernar, «tuvimos que cerrar el Amfiteatre Romà y, al cabo de poco, el POUM saltó por los aires». Ricomà dejó claro que el gran reto de ciudad es ahora «hacer una ciudad cohesionada, con los barrios ligados y el centro fuerte».
Por su parte, el presidente del partido, Oriol Junqueras, con un discurso de lo más enérgico, mostró la voluntad de que Tarragona lidere el Camp de Tarragona de la mano de otras ciudades, «sin plantearse competencias con el resto del territorio, sino extendiendo la mano, con un lideraje compartido».
La anécdota de la jornada
La anécdota del día la protagonizó la mujer del alcalde, Marisa Suárez, quien se equivocó a la hora de votar y, por lo tanto, su voto se contabilizó como nulo. Había dos urnas, una para escoger al candidato y la otra para elegir la comisión electoral –los que llevarán el proceso–. Suárez se lio y acabó poniendo la papeleta donde no tocaba. «Este ha sido el voto nulo más cariñoso de toda mi vida», decía, entre risas, Ricomà.