Joana Mascarenhas, una conocida influencer portuguesa, ha protagonizado uno de los sucesos más polémicos de los últimos meses tras ser condenada a dos años y medio de prisión, pena que fue suspendida, por actos considerados de violencia doméstica. Todo comenzó cuando Mascarenhas decidió compartir en redes sociales un video en el que mostraba cómo sumergía a su hija pequeña en una bañera con agua fría como un “método para poner fin a una rabieta”. La intención de Joana era, según ella, demostrar cómo controlaba los “berrinches” de su hija, pero la repercusión no fue la esperada.
El video generó indignación pública de forma inmediata, y provocó un debate en torno a los límites de la disciplina y el papel de las redes sociales en la educación. Críticos y usuarios de redes sociales no tardaron en expresar su rechazo, calificando la acción como abuso infantil. Este clamor provocó la intervención de la Comisión de Protección de Menores y de las autoridades judiciales de Portugal, quienes vieron en el acto de Joana una acción que iba más allá de la corrección disciplinaria, catalogándola como un acto de violencia injustificable.
Este caso se ha convertido en un ejemplo paradigmático del impacto negativo que las redes sociales pueden tener cuando se utilizan para exponer la vida privada, especialmente en situaciones delicadas relacionadas con la crianza de los hijos. De hecho, la misma Joana detalló sin tapujos cómo su hija, aún con el uniforme escolar, fue sumergida en agua fría para calmar su berrinche. “Ella odia el agua fría. Lloró durante quince minutos más, y yo no dije nada ni la amenacé. Simplemente la sumergí hasta el cuello en la piscina”, explicó Mascarenhas.
El pasado miércoles, el Tribunal Penal Local de Lisboa condenó a Joana Mascarenhas a dos años y seis meses de prisión por un delito de violencia doméstica. Además, la influencer deberá seguir un plan de reinserción y pagar una indemnización de 1.000 euros a su propia hija. La defensa ya ha informado que apelará la sentencia. El juez fue contundente en sus declaraciones, afirmando que la estrategia de Mascarenhas, basada en el miedo, no es una forma adecuada de cuidar a un menor. Aunque el acto fue calificado como “aislado”, fue considerado “intolerable e inadmisible”, especialmente por haber sido expuesto en redes sociales.