Vivir del arte es complejo, y aun más ahora. Se imponen nuevas formas de consumo cultural y las redes sociales son la plataforma de difusión principal. Es tarea obligada disponer de un perfil y ofrecer contenidos periódicamente. Si bien es cierto, hay muchas maneras de desarrollar el arte y sacarle partido de forma profesional: puede combinarse con otras ocupaciones o diversificarse a través de la creación de proyectos dinamizadores.
Cuatro voces femeninas del diseño gráfico y la ilustración nos cuentan cómo viven del arte profesionalmente en tiempos de confinamiento y averiguamos qué parcela ocupa en sus rutinas. «He podido mantener proyectos personales. Mucho del trabajo ya lo hacía en casa. El sector ya había digitalizado muchos procesos y ahora se ha hecho más evidente. Combino dos ejercicios: estoy contratada en una empresa como diseñadora gráfica, y como cooperativista asumo encargos de pequeñas y medianas empresas, sobre branding e imagen corporativa. Noto la crisis, puede que los encargos me hayan descendido a la mitad», explica la ilustradora, Anna Franch.
La reusense, además, tiene la peculiaridad de pintar con café. «Aunque he practicado diferentes técnicas, mi trabajo es más estilístico que técnico. Lo mío son los retratos femeninos. La técnica del café gustó mucho y me dio oportunidades, diferenciarse ayuda. Esta situación me ha hecho pasar por diferentes etapas emocionales, yo lo llamo ‘positivismo relativo’. La creatividad es emocional, al final lo acabas plasmando todo. Tenemos suerte de poder trabajar desde casa, otros no pueden», añade. A través de su cuenta de Instagram (@anna_franch) se mantiene activa y promociona sus trabajos. Un objetivo que tiene en mente es desarrollar web propia.
Y, ultimando proyectos empezados está la artista reusense Ester Torredelforth (@torredelforth). Es ilustradora y doctora en arte medieval con perfil freelance. Su lucha de siempre, según dice, es que la gente compre más libros ilustrados. «Esta etapa que vivimos me priva de asistir a ferias y eventos donde podría darme a conocer y conseguir más encargos. Mi volumen de trabajo no ha cambiado. Aprovecho el tiempo y preparo proyectos editoriales, algunos de ellos en el extranjero, y cierro otros pendientes. Supongo que notaré la crisis a medida que vaya finalizándolos», asume.
Durante este parón ha estado trabajando en un libro ilustrado con Polibea Editorial del poeta Enric López Tuset; otro volumen con Luna Press Publishers en Edimburgo; y otra publicación surgida a raíz de una colaboración con The Tolkien Society of England. Todo lo ha podido realizar telemáticamente.
Solidaridad artística
La ilustradora Alina Ballester (@alinaballester_art) se vale de los haikus en tiempos de crisis. «Soy autónoma y, para afrontar el confinamiento, junto con la tienda Batabat de Reus –con la que colaboro asiduamente–, hemos creado un proyecto basado en haikus ilustrados que difundimos por las redes. Marta Sureda, al frente del negocio, es quien se encarga de su contenido. La idea es que la gente elija una obra y haga el pedido de forma solidaria por 15 euros, que apueste por el comercio local. Toda la información está en batabatreus.cat», detalla.
Ballester combina su trabajo artístico con otro en un comedor escolar. «Lo que me gusta es la ilustración feminista y reivindicativa. Me gusta ir más allá y explorar horizontes, abrirme puertas y estilos. Instagram es una joya para recibir encargos. Estoy ganando seguidores y, aunque se hacen menos regalos, mi contenido se comparte. Son días de montaña rusa aun así», reconoce.
También solidaria, Queralt Osorio combina su trabajo como cocinera y el mundo del arte. «Aunque me encanta y le dedico tiempo, me lo tomo como una afición que disfruto en mi estudio, pero no por cuenta propia. Tomé cursos y alguna vez he dado clases. Me gusta pintar y esculpir. He representado muchos de mis viajes y creado obras con carga erótica y sensual. En esta pausa en la que es imposible visitar exposiciones, es más importante que nunca apostar por iniciativas virtuales», manifiesta la artista.