Cuando nadie parecía planteárselo, Maribel García ya tenía claro que el emprendimiento era su camino. Así, decidió unir su pasión por la danza y otras disciplinas para aprender y enseñar una filosofía más vitalista y concienciada a sus alumnos.
¿Cómo empezó a emprender?
Empecé como un centro multidisciplinar en el que hice de mis hobbies mi profesión porque me gustaba mucho la danza del vientre y no había escuelas en Reus que la enseñaran. Después, se fueron incorporando más actividades, pero era una locura porque era todo en la misma sala. Me gustaba mucho, pero económicamente se nutría de mi trabajo en la empresa familiar. Llevé las dos cosas a la vez hasta que mi proyecto se convirtió en mi carrera.
¿En qué se formó?
Estudié empresariales, pero no lo recomiendo si quieres ser emprendedor, para mí fue una pérdida de tiempo. Yo creía que estaría enfocado a crear una empresa y resultó que todo estaba orientado mayoritariamente a la banca o gestorías. El emprendimiento no se contemplaba. Cuando eres joven, la sociedad no piensa que empreder sea una opción. Mi suerte fue que en casa fueran emprendedores, lo tenía muy normalizado.
¿Qué ha cambiado desde que fundó Anwar Studio?
Cuando llevaba el primer local, no era sostenible por cuestión de horarios y porque cabía poca gente. Además, yo no impartía las clases, tenía gente contratada. Decidí apostar por cambiarme a un local más grande y dejé la empresa familiar porque a mí lo que me gustaba era lo otro. Entonces, tenía más tiempo para invertirlo y fui incorporando más actividades. Luego llegó un punto en el que la parte de danza era más complicada de sobrellevar porque la mayoría de las que se apuntaban lo iban dejando, y cuando lo enfoqué hacia el yoga fue todo mucho mejor. Y volví a cambiar de local por la pandemia.
¿Cómo fue ese proceso siendo autónoma?
Yo no había trabajado tanto en mi vida. Sigo pagando dos créditos ICO porque no tenía ingresos pero sí deudas. En el anterior local no entendieron que no pudiese pagar el alquiler porque no podía tener actividad. Hicimos la mudanza a este nuevo local, que ya era de mis padres, y ahora estamos muy a gusto.
¿Qué filosofía sigue Balance Reus?
Invito a que la gente se priorice, se cuide, porque si no estás bien tú, lo demás tampoco lo estará. El problema es que, históricamente, las mujeres siempre han sido ‘lo último’ de casa y esa es un poco la filosofía que intento cambiar. Por ejemplo, hay madres que dejan a sus hijos con su padre y se sienten culpables por venir a clase. Aspiro a que la gente venga para prevenir, no tanto para buscar una solución al estrés, dolores crónicos, insomnio... La semana tiene siete días y dedicarte dos horas a ti misma cambia mucho las cosas, no se puede perder ese autocuidado.
Incluso, ofrecen clases en línea.
Ofrecemos un gran abanico de horarios con el objetivo de conciliar la vida laboral, familiar y personal; con una aplicación pueden reservar el horario y la actividad a la que quieren asistir. Y la parte en línea son las clases que grabamos aquí durante la pandemia, y mantenemos el contenido para aquellos alumnos que por lo que sea no puedan venir, tengan ese complemento desde casa.
¿Qué supone tener una recepción nómada?
En la parte más de gestión de la empresa, hay mucho trabajo que no se ve y me colapsaba tener un horario de recepción porque ese trabajo acababa convirtiéndose en horas extra en casa. Entonces, decidí poner un sistema de apertura con un código y me ha dado una libertad enorme. Aunque no esté aquí atendiendo, me siento más cerca de los alumnos ahora porque puedo dedicarles un tiempo de mayor calidad. También, como emprendedora nadie te dice cómo lo tienes que hacer, siempre tienes que estar creando.
¿Qué es lo que más valora del trabajo realizado?
Al final, dirijo tres centros en la provincia y, después de 13 años, la empresa ya está asentada. Falta que más gente se conciencie, pero creo que es el camino.