Escasea el agua para regar, beber y hasta el agua que atrae al turismo. La sequía extrema golpea al sector en el Priorat, que se esfuerza por continuar adelante pese a tanto condicionante: el pantano de Siurana vacío disuade a quienes se acercaban a la zona seducidos por el baño o las actividades acuáticas; y los pozos y balsas al límite obligan a algunos establecimientos a convertirse, a marchas forzadas, en expertos de la gestión de cisternas y cubas.
La comarca percibe una caída considerable de visitantes. Y mira al cielo y reclama, también, soluciones estructurales a una situación que se cronifica.
«La sequía afecta a nuestro modelo social y económico», señala Maria Jesús Sánchez, presidenta de Priorat Enoturisme. «Hay municipios con cortes, la payesía está muy tocada y en la vendimia las bodegas necesitarán mucha más agua, tenemos embalses totalmente vacíos... Todos sufrimos y el sector turístico también. En el Priorat, la situación es dramática; ha habido falta de planificación a nivel general y ahora todo es muy lento», añade.
Las consecuencias empiezan a notarse. «El verano no ha sido ni por asomo como el anterior. Hay que analizarlo, los factores pueden haber sido diversos, pero no hay puntos de baño como teníamos antes el pantano de Siurana», concluye.
Toni Arbonès está al frente del Camping Siurana, que no tiene restricciones pero ve cómo van mermando los huéspedes. «Cerca del 80 % de nuestra clientela de verano quería realizar alguna actividad acuática. Hace calor. Muchos cogían el kayak o se bañaban. Ahora no hay pantano», explica. Y apunta el giro hacia un turismo que «está un momento y pasa de largo» porque «con la sequía, no halla alternativas: faltan vías ferratas, tirolinas, caballos, alquiler de bicicletas... Desaparece la opción que teníamos y no se potencian otras. ¿Cuál es nuestro reclamo?».
En históricos como Mas Ardèvol, que acumula una extensa trayectoria, han tenido que hacer casi un máster en gestión del agua. «Este es el único establecimiento de turismo rural con relevo generacional, estamos abiertos y debemos seguir», dice Gemma Peyri, su propietaria.
La finca tiene una balsa que se alimentaba de la lluvia y de una mina. «En la mina no hay agua y la lluvia es la que es», indica Peyri. La balsa suministra agua sanitaria a la masía –la de boca se ofrece embotellada– y, al vaciarse, desde el negocio pensaron en cubas, pero el camino no lo pone fácil. El Ayuntamiento de Falset cedió a Mas Ardèvol agua extraída para acabar de activar el nuevo pozo que prepara el municipio. Y eso ha servido para pasar estos días.
Carlos Brull, alcalde de Faltset, constata que las consecuencias de la falta de agua sobre el turismo «pueden ser gravísimas», así que «hay que buscar soluciones». «Se debe garantizar que el Priorat pueda seguir con su apuesta. Y hacemos mil esfuerzos para concienciar a todos», destaca.
La alcaldesa de Cornudella de Montsant, Meritxell Cardona, expone más casos. «En todo lo que es la línea del río Siurana entrando en el término, se cortó el suministro para los regantes. Pero allí no solo hay regantes, también hay masías con derecho a consumo y casas rurales que se han quedado sin agua, sin poder desarrollar su actividad, tratando de proveerse con cubas», detalla.
El peso de los bañistas
En esta época del año, «el consumo de agua de los visitantes es alto y supone un esfuerzo, y por eso pedimos un uso razonable», añade Cardona. «Vemos que la gente que venía a bañarse ya no acude o quienes se quedaban a comer ya no lo hacen. En todo el trimestre de verano, unas 15.000 personas iban a bañarse y eso puede haber bajado un 90 %», precisa.
Y pide que el agua del pantano de Siurana «se quede en el Priorat para proveerlo, garantice el consumo y todo sea más sostenible y más coherente».
El presidente del Consell Comarcal del Priorat, Sergi Méndez, llamaba estos días a «ejecutar los proyectos previstos» para mitigar la sequía y a hacerlo «por la vía de urgencia» y aplicando «soluciones estructurales» a la falta de agua.