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Josep Llovera,
de farmacéutico a acuarelista único

Pintura. Una de las calles más céntricas de Reus le debe su nombre, pero el artista reusense sigue siendo un desconocido para la ciudad

30 julio 2022 20:11 | Actualizado a 02 agosto 2022 18:50
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Ni vivió en el medievo ni fue un personaje poco relevante en su época, pero lo primero que sorprende de su vida y obra es que apenas exista información. El escritor e historiador Domènec Solé le dedicó un opúsculo biográfico. El también historiador y arqueólogo Jaume Massó afirma que esa «ausencia» de datos es consecuencia del hecho que «él, profesionalmente, era farmacéutico y la pintura era complementaria».

Sin embargo, Josep Llovera i Bufill (1846-1896) fue un excelente acuarelista, con una colección muy prolífica que debería ser reconocida. Quizá, por ello, se le acabara distinguiendo como Fill Il·lustre de Reus.

Porque, si algo sorprende más que su «invisibilidad» en buscadores y bibliotecas, es la capacidad que tuvo para compaginar el negocio familiar con su verdadera pasión. Una pasión que siempre estuvo muy limitada a su ciudad natal, algo provocado, seguramente, por sus obligaciones para con la farmacia. En el antiguo comercio -en la esquina de la calle Jesús- hoy se encuentra una mercería.

Un talento prematuro

Cursó la carrera de Farmacia y se doctoró en Madrid en 1868, siguiendo los deseos de su progenitor; pero se esforzó y confió en su talento hasta que sus cuadros fueron conocidos y comprados en las grandes capitales europeas. De hecho, el polinomio de éxito de Josep Llovera añadió Bruselas al famoso «Reus, París, Londres» y en todas ellas obtuvo reconocimientos. Por ello, trabajó incansablemente sobre el lienzo y pincel en mano hasta su último aliento.

Jaume Massó cuenta como en Reus había profesores que enseñaban a los jóvenes artistas de forma equivalente a unos cursos académicos y uno de ellos fue Domènec Soberano, un pintor muy cotizado en la época. La admiración mutua entre ambos impulsaría las acuarelas del farmacéutico al nivel de la crítica pictórica: el talento brillaba por sí mismo.

La obra del reusense se caracterizaba por diferentes estilos y motivos, pero predominaban mujeres con vestidos elegantes y peinetas, representación de modelos escogidas de entre las compañías líricas que actuaban en la capital del Baix Camp. Su consolidación como artista llegó gracias al éxito de obras como Una papallona i la porta de Lardy y El dia del judici final, aunque también fue reconocido por sus ilustraciones en revistas. «Fue a mediados del siglo XIX, cuando la imprenta mejora que empezó a haber revistas ilustradas», recuerda el historiador. En el caso de Josep Llovera, Barcelona le abrió las puertas a la edición de Álbum humorístico, L’ase y El tros de paper, en las que colaboró bajo el pseudónimo de Petriquin.

Así lo califica Massó, tras valorar la trayectoria de otros reusenses ilustres, porque fueron muchos los artistas locales que dieron a conocer Reus a través de sus obras, pero prácticamente todos acabaron trasladándose a la ciudad condal y alejándose, en parte, de sus orígenes. Josep Llovera, en cambio, murió en Reus y vivió gran parte de su vida en el centro. «Iba a hacer exposiciones fuera, pero su farmacia estaba aquí y siempre regresaba», concluye el historiador. Al final, nació casi en la plaza Mercadal y nunca quiso «abandonarla».

El pintor fue amigo de Fortuny y muy cercano al polifacético Eduard Toda, así como al Dr. Alexandre Frías. Además, el reusense fue un hombre sencillo, rehuía la popularidad y compartía su día a día con gente de todos los estamentos sociales. Esas diferencias socioculturales no hacían más que enriquecer sus obras.

Se tiene constancia de 40 obras distribuidas en diferentes propiedades. En el catálogo se encuentran obras como La mujer del abanico o Retrato de una joven, expuestas en el Museu de Reus, como la mayoría de sus cuadros, así como algunas acuarelas se conservan en El Centre de Lectura o El Círcol, entre propietarios individuales. A su vez, cabe destacar la reproducción parcial de Libèl·lula, uno de los cuadros más aclamados de Llovera i Bufill, que ilustra el telón del Teatre Fortuny.

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