Grande de España, Marqués de Los Castillejos, Vizconde del Bruch y, por encima de todo, Conde de Reus. Joan Prim i Prats ostentó todos esos títulos y siempre llevó por bandera sus raíces reusenses. Desarrolló una carrera militar brillante y sobresalió en el ámbito político. Por ello, el General es uno de los referentes de la capital del Baix Camp y fue nombrado Fill Il·lustre de Reus.
Joan Prim era un joven de 19 años cuando entró en el ejército. Sin tener formación ni provenir de la nobleza, fue soldado raso durante diez años y se convirtió en General a base de mucho esfuerzo. Desde el principio, estuvo vinculado a los gobiernos de Isabel II y, pasadas las Guerras Carlistas, comenzó a distanciarse de un régimen que era muy conservador y no se correspondía con sus ideales. De hecho, acabaría instando al Pacto de Ostende y provocando La Gloriosa, la Revolución del 68 que destronó a la reina.
«Prim no estaba bien visto en el ejército español y procuraban que estuviese siempre lejos», relata José María Montana, autor de El asesinato del general Prim: A través del estudio del Sumario incoado y otras obras. El reusense se casó y se instaló en París, donde tenía una vida más que acomodada.
A pesar de esos condicionantes, el militar pidió participar de la Guerra de África, donde se volvió a jugar la vida varias veces, así como de La Jamancia o la Guerra de Crimea. Más adelante, a partir del exilio de Isabel II, fue nombrado Ministro de Guerra y siguió muy de cerca las elecciones de 1869, tras las que España se configuró como una monarquía constitucional.
Proyecto de un país avanzado
Pese a todo, Prim era demasiado liberal para los gobiernos de Narváez y O’Donnell, pero, también, detractor de los republicanos. Llegado ese momento, como presidente del Consejo de Ministros, una de sus labores fue buscar un nuevo rey para España. Medió con su amigo Napoleón III, lo intentó con Fernando II de Portugal, negoció con Hohenzollern-Sigmaringen y, entre tanta política internacional, apoyó a Amadeo de Saboya, quien, finalmente, acabaría reinando.
Según describe Fontana, «Amadeo era un joven progresista y hubiese hecho un buen tándem con Prim», pero su asesinato truncó los planes que tenía el reusense. Como un anunciado quid pro quo, muchos conspiraron sobre su muerte.
El militar y político reivindicaba el sufragio universal masculino, la secularización del Estado, la aprobación del matrimonio civil y del divorcio, la libertad de prensa, culto y reunión; la Ley del Registro Civil, la abolición de las quintas para consagrar un ejército profesional, el libre cambio y la abolición de los aranceles, acabar con la esclavitud y lograr la independencia del Poder Judicial. Estas medidas configuraban la ideología de Joan Prim y, aunque habrían ayudado a desarrollar una sociedad más avanzada, muchos de estos aspectos no fueron una realidad hasta la Transición. Como expresa José María Fontana, «hasta 1978 (100 años después del asesinato de Prim) no volvimos a tener todas esas libertades que él ya tenía en su mente y agenda de gobierno».
Un reusense inconformista
Las grandes aspiraciones del reusense eran ya explícitas de niño y adolescente. Siempre le gustó codearse con chicos más ricos que él, «le gustaba estar por encima de sus posibilidades», especifica el historiador. De ahí nació su relación con Macià Vila, un empresario que en aquellos primeros años fue el apoyo económico de Prim. Más adelante, y a raíz de sus ganancias como militar, Joan Prim impulsaría junto a Vila una gran fábrica textil en la calle Sant Joan, el Vapor Nou.
Así, se codeó con las grandes personalidades de la época, pues, claramente, como señala Fontana, «Reus era la segunda ciudad comercial de Catalunya en aquel momento». Eso benefició al General Prim, quien tuvo que alejarse de las calles donde creció, por sus responsabilidades militares y políticas. Sin embargo, sus tareas han logrado que se le recuerde como un hombre de grandes hitos que murió por defender unos ideales adelantados a su tiempo.