Hay muchos elementos repartidos por las ciudades sin las que su historia no se entendería. En el caso de Reus, y detrás del CN Reus Ploms, hay una chimenea por la que pasan delante los trenes al llegar o abandonar la ciudad. Ésta forma parte de la Bòbila del Sugranyes, un edificio que cuenta la historia de la capital del Baix Camp a partir de su arcilla.
La Bòbila del Sugranyes fue uno de los epicentros de la producción de ladrillos y tejas de la ciudad. En el 1848 se autorizó a Josep Sugranyes la construcción de la estructura, con la creación de un horno que llegó a producir más de un millón de ladrillos al año.
El horno dejó de funcionar durante la década de 1960, hecho que supuso un abandono y posterior deterioro del edificio.
Sin embargo, en 2011 la Generalitat incorporó el horno dentro de la lista de Cent Elements Destacats del Patrimoni Industrial Català, hecho que impulsó su rehabilitación arquitectónica y la construcción de una planta superior.
La Bòbila del Sugranyes se ha convertido ahora en un espacio de divulgación de la arcilla en el Baix Camp. Ans Educació ofrece visitas guiadas al público.
«Hay una dualidad entre el edificio original, en la planta baja y la nueva parte alta», detalla Èric Gili, trabajador de Ans Educació y encargado de la visita. «La planta superior se ha convertido en un museo, intentando mantener la esencia con distintas piezas», explica.
Una historia que va más allá de la industria de la arcilla, también asegura el guía que cuenta la evolución de Reus. «La recopilación de la Bòbila no es el único», puntualiza, y añade: «Se trata de abrir la cultura, a veces nos vamos a la otra punta de mundo y no vemos lo que tenemos en casa».
La cerámica ha sido una herramienta clave para la humanidad, y a partir de ella se pueden entrever las necesidades demográficas, sociales y contextuales. Èric Gili asegura que «con ella se pueden hacer vasos herméticos o impermeables, además de usos culturales, artísticos y culinarios». Un abanico muy amplio de usos que en la parte superior distintos paneles y piezas intentan acercar a la gente que se congrega. «Esta visita choca mucho a la gente, cuando entran a la Bòbila no saben qué esperar, y cuando ven la información que se puede sacar les impacta mucho», concluye Èric Gili.
Un horno que llega a los 1000ºC
El horno, de forma poligonal y radial, gira en torno a una chimenea de 19 metros de altura. De 23 metros de radio, se cubrían las paredes con barro para evitar que traspasara al exterior. Además, en el techo se ponían ladrillos verticales para que la fractura de los mismos fuera más lenta. La estructura se coronaba con agujeros donde se alimentaba con carbón el potente horno.