Cal Massó ha acogido estas últimas semanas un Workshop sobre el urbanismo y la arquitectura de Reus. El actual Coordinador de Salut Pública del Ayuntamiento ha sido uno de los ponentes locales y ha vinculado salud, medioambiente y el modelo urbano.
¿Una ciudad más saludable pasa por una ciudad verde?
La salud de las personas depende en un 75-80% de determinantes sociales y muchos tienen relación con el entorno, que está condicionado por cómo lo construimos y por las disponibilidades económicas de cada uno. Ese es el gran reto de la salud: en una vivienda que está mal orientado, que es difícil de calentar o de enfriar, que cierra mal, tiene humedades... es posible que las personas que viven allí acaben teniendo problemas de salud importantes. Más que la componente genética o biológica, nuestra salud depende del entorno en el que interactuamos y cómo lo hacemos.
El acceso a los recursos es determinante.
El recurso económico claramente condiciona. Una cosa es que una persona sea rica y otra pobre, pero que eso se traduzca en que una deba morir diez años antes que otra es una mortalidad evitable. El problema es que sabemos la renta de las personas por barrios, pero no tenemos datos de su esperanza de vida. Si los tuviésemos, veríamos que hay una correlación clara entre la renta y la mortalidad. La salud no es algo azaroso.
¿Cómo se gestiona esto desde Salud Pública?
Hacemos acciones universales dirigidas a todo el mundo, tengan o no recursos, pero nos ajustamos al criterio de equidad. Por ejemplo, durante la pandemia invertimos más recursos de limpieza, vía pública, apoyo en bienestar y atención, en aquellas zonas en las que había más casos, que eran unos concretos, con un perfil poblacional de renta más baja.
¿Qué soluciones pasan por urbanismo?
El urbanismo garantiza que haya buenas canalizaciones, puede hacer que las calles sean amables, trazar calles sombrías para el cambio climático, disponer agua, evitar ruidos... Cualquier acción que haga el urbanismo para evitar ruido y el uso innecesario del transporte privado favorece a evitar enfermedades, sobre todo respiratorias. Influye más qué se hace desde urbanismo por la salud pública que al revés.
¿Cómo se enfrentan todo estos retos que antes no existían?
Ahora deben pacificar el tráfico, promover el carril bici, espacios para caminar, modelos de ciudad sin coches... Podemos decidir a qué velocidad se circula y el trazado de las calles.
¿Qué previsiones de futuro hay para Reus?
Se están planteando iniciativas muy positivas como ciudades ‘jugables’, amables con la infancia; porque no es normal que hayamos asumido que los niños no puedan ir solos al colegio porque haya coches. Se trata de generar espacios de sociabilidad en los que pueden crearse vínculos; hay una relación directa entre la esperanza de vida y la creación de comunidad.
¿Qué papel tienen los espacios públicos?
La educación y la cultura pueden hacer mucho por la salud de las personas y, ese sentido, hay una buena colección de espacios públicos y Centros Cívicos. También, la idea de convertir las calles de paso en calles de ‘estancia’ es fantástica, fomentar la socialización y comunicación.
¿Cómo se consiguen barrios más seguros y habitables?
Se trata de apostar por una visión de ciudad que genera espacios agradables y policéntricos, hacer de los barrios sitios atractivos para todos, no solo para la gente del barrio.
¿Cómo encajan premisas como las del Reus Horitzó 32?
Existe el dilema que no sabemos cómo hacer las cosas y entonces salen mal; pero realmente hace tiempo que sabemos qué hay que hacer, esos planes no están tan sesgados. Entonces, si sabemos qué hacer, ¿por qué no lo hacemos?
El Reus Horitzó 32, por primera vez, no es una planificación estratégica al uso, basada en la productividad y una estructura marcada; por primera vez, habla de una ciudad de oportunidades, con calidad de vida y talento en la que vivir. Un ejemplo de ello es «la ciudad de 15 minutos» y eso es maravilloso.