Àlex Cervelló es Doctor en Historia y técnico del Centre de la Imatge Mas Iglesias, uno de los equipamientos municipales enmarcado en los Museus de Reus, que trabajan coordinadamente y programan conjuntamente para ofrecer exposiciones en diferentes espacios de la ciudad.
¿En qué se diferencia el CIMIR de los Museus de Reus?
Nosotros somos una pieza más, simplemente aquí gestionamos físicamente la colección fotográfica y, tener un espacio propio situado fuera del centro, nos permite un poco más de ‘libertad’. Nos hemos centrado más en trabajar de puertas para adentro y, por eso, las exposiciones solemos hacerlas en el Museu Salvador Vilaseca, pero también respondemos a cualquier petición de visita guiada.
¿Cuáles son los ejes de cualquier visita?
La visita sirve para explicar al público los principios básicos de la fotografía, para situar a la gente, pues los más mayores hemos trabajado con negativos, pero la gente joven solo ha conocido la fotografía digital del móvil. Primero, contextualizamos la evolución que ha vivido el edificio en los últimos 30 años. Después, hacemos una pequeña muestra de las salas -la idea es que puedan conocer el equipamiento por su cuenta-, y les explicamos la conservación de fotografía, los requisitos y sus diferentes soportes. En cuanto al archivo de películas, están depositadas en la Filmoteca de Catalunya, pero tenemos preparada una copia digital para ofrecerla a la ciudadanía.
¿Qué destacaría de las colecciones?
Es difícil de decir porque depende de aquello en lo que una persona esté interesada. Puedes ir detrás de una pieza muy antigua, que se considerase una ‘joya’ en un momento determinado, pero lo más importante es que esté muy bien documentada para que la gente pueda hacer uso de ella. Se trata de que cualquier persona que esté interesada en una temática, tenga suficientes recursos aquí para encontrar una fotografía, incluso del Reus de principios de 1900.
¿Qué obstáculos hay?
Se supone que ha habido un cuidado de esas fotografías durante mucho tiempo, alguien ha tenido la iniciativa previa de recopilar ese material, restaurarlo y conservarlo en las condiciones correctas. Al final, depende mucho de la suerte que ha tenido una colección, todo el mundo guarda las fotos con buena voluntad pero no es lo mismo la humedad y la temperatura de un sótano que la de una buhardilla, y más en un clima mediterráneo con tanta variabilidad. Además, hay tal volumen de fotografías que en ocasiones lo externalizamos, trabajamos con grupos de documentalistas, y luego hacemos la revisión y preparamos el relato.
¿Por qué es tan importante este pasado visual?
Hay tantas posibilidades como personas. Cada mirada acaba teniendo una fotografía que le puede suponer un valor añadido. Para mí como historiador, las más antiguas tienen ese valor, pero las más actuales, el día de mañana, podrán enseñarnos en qué mundo vivíamos y cómo habremos evolucionado.
¿Recuerda alguna fotografía anecdótica o ‘especial’?
Hace 5 o 6 meses, una vecina del barrio buscaba la fotografía de su chalet y para ella fue muy importante poderla encontrar. Después, ha habido gente que ha encontrado fotos de algún familiar. También, tenemos una colección de fotografía artística excepcional o, por ejemplo, una serie de la proclamación de la República, o las que formaron parte del “Trípode”, de los fotógrafos reusenses Borràs, Prunera y Cuadrada.
El fondo es esencialmente municipal, ¿entonces?
De un modo u otro, siempre están vinculadas a la ciudad, el territorio o la gente de aquí. Claro, en los años 20 o 30, había mucha menos gente haciendo fotografía y cualquier imagen de esa época tiene mucho más valor proporcionalmente a series de los años 70 u 80, que ya es mucho más fácil encontrarlas. Hay algunas que no puedes permitirte el lujo de no inventariarlas y catalogarlas porque el objetivo es documentar la historia del territorio y los reusenses, además de temáticas como la fiesta mayor o paisajes de la zona.