Una nueva utopía: la reforma de las estructuras institucionales

En cualquier sistema, organización o sociedad con una trayectoria de alrededor de los 40 años, es aconsejable revisar sus normas, directrices o estatutos para adaptarlos a los nuevos tiempos
 

11 febrero 2022 09:30 | Actualizado a 11 febrero 2022 09:35
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La Ley Orgánica del Régi-men Electoral General se basa en listas cerradas i asignación de diputados siguiendo el sistema D’Hondt, 350 diputados en 52 circunscripciones con exclusión de las candidaturas que no alcancen el 3% de votos. Esta es una de las claves inamovibles puesto que favorece a los grandes partidos, y en buena lógica ninguno esta por la labor, gobiernen o estén en la oposición.

La crisis económica que nos afectó a partir del 2008 y los dos años de pandemia que hemos padecido y que todavía continúa, han agravado la frágil situación estructural de nuestras instituciones, y esta no es una cuestión baladí. En cualquier sistema, organización o sociedad con una trayectoria alrededor de los 40 años, es aconsejable revisar sus normas, directrices o estatutos para adaptarlos a los nuevos tiempos de cambios sociales y avances tecnológicos, cuya dinámica cambiante se sucede en el tiempo con mayor rapidez. Así nuestras instituciones debieran responder a los retos que plantea nuestra democracia cada vez más abierta y que por otra parte otorga un poder abrumador al ejecutivo, ya sea con mayoría absoluta (hoy difícilmente alcanzable) o mediante pactos bajo mostrador o contra natura, con tal de mantenerse o alcanzar el poder, sin que por ello se incurra en ilegalidad. Es así como las instituciones deben jugar un papel de contrapoder que equilibren y controlen la politización partidista en cada una de ellas. Bajo el paraguas democrático asistimos a verdaderos abusos de poder, legislando vía decreto, cuando no arrogándose la sumisión de la fiscalía del Estado, o promover aberraciones en la enseñanza de las cuales es preferible hoy no hablar. 

Los políticos se quejan de judicializar la política, pero es de cajón recurrir a los tribunales de justicia, cuando se legisla sin consenso, ni siquiera se consultan o se debaten en la cámara proyectos de ley de dudosa constitucionalidad, no cabe otra alternativa que acudir al Supremo o al Constitucional. Por otra parte, la asignación de recursos del ejecutivo es una forma de coartar la eficacia de los órganos institucionales. Este mal endémico es un bucle del que se beneficia el poder de turno pero que ofrece la posibilidad de perpetuar estas ventajas (control del partido en todo cuanto sea posible) a la oposición cuando alcanza el poder.

Los partidos ostensiblemente polarizados, distantes de los problemas reales de la población, con la prioridad de atender a su clientelismo que asegure votos hinchando sus filas con gente mediocre, inexperta o inútil, pero con posibilidades de engrosar la nómina del funcionariado o cargos subsidiarios que les asegure un puesto hasta la jubilación. Ya no existe autentico debate interno y se ignora o prescinde de los problemas estructurales del país, como el paro, educación, sanidad, pensiones, deuda pública etc., confiando en los fondos europeos que nos tememos utilizarán a modo de parches sin soluciones objetivas. Habría que afrontar serias reformas en los Poderes políticos del Estado.  Instituciones como el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas, el Consejo de Estado, o el Consejo de RTVE, pero siempre prevaleciendo la neutralidad en un estado de derecho, pero nos tememos que a estas alturas sin un consenso necesario no hay quien cambie las reglas del juego. 

Si en su día Ciudadanos aportó aire nuevo a un sistema encorsetado en un bipartidismo, que muchos añoramos o Podemos logró embaucar a buena parte de la izquierda, pronto las ansias de poder de unos y la célebre realidad de «pisar moqueta» e incorporarse a la «casta» de otros, acabó con la aventura de unos partidos que pudieron ser y no fueron pero que dejaron un panorama incierto, sin vuelta atrás y con la dependencia de gobiernos autonómicos, favorecida por la aparición de un «caudillo» que tras descabalgar a Rajoy ha impuesto su «mesianismo» en minoría pero acatado por los intereses de Unidas Podemos (sus socios de gobierno que se necesitan mutuamente), independentistas y Bildu.

Solo unos nuevos comicios podrían aclarar un horizonte que todavía se nos antoja borroso e incierto.

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