El 2 de septiembre del año pasado un niño de tres años, Aylan, fue noticia mundial cuando se divulgó la fotografía de su cadáver en una playa turca. Parecía dormido donde las olas acarician la arena, lugar de esparcimiento para tantos menores.
Otro niño de tres años, Jordi, fue el protagonista del Primero de Enero en Catalunya. Por fortuna su aventura tuvo un final feliz después de perderse en un bosque de Girona. Descalzo, sediento, arañado, apareció entre zarzas veinte horas después de su desaparición.
En un mundo en el que lo que cuentan son las cifras y las estadísticas, de repente surge un nombre propio –Aylan, Jordi… - para que nos demos cuenta del valor insustituible de cada persona.
Estos niños, el hallado muerto y el encontrado vivo, representan a todos los niños del mundo. Las emociones que despiertan muestran que en el mundo hay valores universales. Son nuestra esperanza.