El retorno del ultranacionalismo y el aumento del populismo hacen tambalearse los cimientos de una Unión Europea que contiene el aliento ante un ascenso imparable de la extrema derecha y de sus postulados poniendo en riesgo el actual modelo de democracia liberal. La recesión económica del motor de Europa, la transición ecológica, la política migratoria, la amenaza terrorista, la guerra de Ucrania y la vuelta de Trump a la Casa Blanca son algunos de los desafíos prioritarios que las instituciones europeas afrontan.
El avance de las fuerzas nacional-populistas que conforman el bloque de la extrema derecha europea no cesa. Un bloque con profundas diferencias en cuanto a la pertenencia o no a la UE, respecto a la relación con Rusia o sobre el modelo económico, pero que también tiene puntos en común como el ultranacionalismo, la islamofobia, la xenofobia o el revisionismo histórico. Un frente común de la extrema derecha que se presenta como la alternativa a los burócratas, es decir, al establishment europeo y que ya gobierna en Italia y Hungría, es la fuerza que lidera la oposición en Francia, se perfila como segunda fuerza en Alemania, está en negociaciones para conformar el nuevo gobierno en Austria y es la muleta de los populares españoles para gobernar en muchas autonomías.
La extrema derecha tiene la hegemonía del discurso, marcando en los últimos años los temas centrales que han conformado la agenda pública de la UE en lo que se conoce como la “Lepenización de los espíritus”. Han conseguido centrar el debate político y captar la atención mediática y popular con un relato perverso de «primero los de casa», acompañado con el discurso del miedo; mientras que las izquierdas transformadoras observan casi paralizadas la deriva hacia el abismo. La revuelta electoral contra las élites y la UE y el voto protesta, reaccionario y racista, de los “nacionales frente a los migrantes” catapulta a la extrema derecha a tener cada vez más poder político y social. En este sentido, el proyecto neoliberal de la UE ha creado las condiciones necesarias para esta situación.
Sus políticas económicas perpetúan una precarización que impacta directamente en las clases populares y trabajadoras de toda Europa y, por otro lado, sus políticas migratorias y la falta de voluntad política para resolver el drama de los refugiados son las causas de una situación de emergencia social que se utiliza como arma política por la extrema derecha. En este sentido, las políticas migratorias de la UE vulneran los derechos humanos, incumpliendo la Convención de Ginebra y la Carta de Derechos Fundamentales. En vez de acoger, salvar y dar refugio la UE cierra rutas migratorias, fortalece los controles y teje un sistema de externalización de sus fronteras subcontratando a estados terceros.
Así mismo, la extrema derecha realiza una enorme inversión en comunicación y tiene una gran capacidad de infectar las redes sociales, especialmente dirigiéndose al público más joven. Perfiles falsos, tramas de bots, satélites de pseudo periodistas con miles de seguidores en las redes y pseudo medios de comunicación propagan noticias falsas, mentiras y desinformación para generar opinión pública y promover sus postulados y alternativas políticas. Una desinformación muy difícil de monitorizar y un discurso del odio sin control.
Al respecto, es importante señalar que existen toda una serie de organizaciones transnacionales, conectadas con fundaciones y think tanks de los EE.UU., de América Latina y de Europa que trabajan de forma coordinada para ganar espacios en medios y redes. Un fenómeno global, en lo que vendría a ser una internacional reaccionaría. En este sentido, el ejemplo más reciente y escandaloso es la utilización de la red social X por parte del magnate Elon Musk para promocionar a Alternativa por Alemania, como ya hizo con Trump y otros candidatos reaccionarios en una clara injerencia política para favorecer sus negocios y su poder global.
Ante la implosión de la socialdemocracia y el fortalecimiento de la extrema derecha es más necesaria que nunca la recomposición de las izquierdas europeas en frentes populares amplios como alternativas para construir una Europa de los pueblos ante una Europa de los mercados y de los muros donde la partida, al fin y al cabo, la tiene ganada la extrema derecha