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Israel, sede de los retos de las ciudades mediterráneas

15 junio 2022 11:46 | Actualizado a 15 junio 2022 11:48
Sergio Nasarre Aznar
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Tras algo más de dos años sin poder asistir a congresos presenciales en el extranjero, el primero tras Australia (Diari de Tarragona, 28-4-2020) acaba de tener lugar en Israel. No era la primera vez que visitaba el país.

En un contexto de calma tensa, algunos de sus ciudadanos incluyen en su llavero salmos del Rey David para protegerse de los misiles, al tiempo que sigo viendo a jóvenes madres con dos pequeños, uno agarrado a cada mano, con un fusil a la espalda. Sin embargo, fue la primera vez que experimenté la práctica paralización de la gran ciudad de Jerusalén por el Shabbat y puede contemplar cómo los judíos devotos se reúnen al atardecer para orar en el Muro de las Lamentaciones, bajo la Cúpula de la Roca. En este contexto deben entenderse las preguntas de seguridad que se deben contestar antes de coger el avión y que deba pasarse un puesto fronterizo armado para visitar el lugar de nacimiento del niño Jesús en Belén, bajo el control de la Autoridad Palestina.

El subdirector general de cultura de la UNESCO entre 2010 y 2018, mencionó en su intervención a nuestra ciudad, junto a otras extraordinarias ciudades mediterráneas, cuyo patrimonio debe necesariamente protegerse. No le hagamos quedar mal

Aprecio mucho el carácter de sus gentes, parecido al nuestro, y su amabilidad. Su deseo por que todo funcione de la manera más normal posible, sus bulliciosas calles, llenas de tiendecitas en la Jerusalén vieja, que sigue dividida invariablemente en barrios de diferentes confesiones y de niños jugando hasta altas horas, como hacíamos nosotros de pequeños, y que en nuestro país han sido en gran manera sustituidos por «perrhijos». Debo destacar su excelente gastronomía, fusión de tres continentes, la construcción armoniosa de sus casas con la misma piedra ocre labrada y los contrastes entre la capital y la moderna Tel Aviv, donde por fin están construyendo un tren ligero que irá soterrado a su paso por el centro la ciudad que contribuirá a paliar los enormes atascos de tráfico y que acoge eventos científico-gastronómicos con celebrities, como la elaboración del pan en el Israel del siglo XVII, al que asistimos.

Por eso no podíamos hallar mejor sede para proseguir con los trabajos de la Red Mediterránea de Derecho y Políticas urbanas, donde hemos podido discutir los retos medioambientales, urbanos y de vivienda de nuestras ciudades hasta el 2050. Comenzamos con una interesante discusión entre medioambientalistas defensores de la sostenibilidad ambiental fuerte y la débil. Los primeros consideran que los daños medioambientales son irremplazables y deben evitarse a toda costa; los segundos, que pueden ser compensados, usualmente, económicamente. Estos consideran, por ejemplo, que es importante hacer un estudio de coste-beneficio de la construcción de un parque en un solar urbano en lugar de un centro comercial teniendo en cuenta el beneficio ambiental que comporta (ej. ahorro energético, ambiente más saludable, oportunidades de ocio, etc.); aunque es más difícil que tenga en cuenta que posiblemente las rentas de los pisos de alrededor del nuevo parque subirán, provocando la expulsión de la familias con recursos más limitados y el posible inicio de la gentrificación en el barrio; o el coste de oportunidad que implica perder varios cientos de puestos de trabajo a causa de la no construcción del mencionado centro comercial. Es decir, cuánto bienestar actual estamos dispuestos a sacrificar en aras a una futurible crisis climática.

En Israel se ha tratado la de la importancia de la diplomacia exterior llevada a cabo por ciertas ciudades; y de la que Tarragona está tan falta, vista la reciente devolución de los 2M€ para la transformación del Banco de España en un centro de transferencia de ciencia

Aunque el momento y el alcance de la crisis climática aún se desconocen, se defendió por nuestro excelente anfitrión, profesor Lehavi, que las crisis es mejor gestionarlas desde políticas regionales, mediante asociaciones de países o, incluso, de ciudades, si los primeros no son eficaces en ello. En este punto se trató la complejidad del concepto de «derecho urbano» (que no solo urbanístico) y de la importancia de la diplomacia exterior llevada a cabo por ciertas ciudades; y de la que Tarragona está tan falta, vista la reciente devolución por inacción municipal de los dos millones de euros para la transformación del Banco de España en un centro de cocreación y transferencia de ciencia (Rambla Science) o que el Corredor del Mediterráneo va a seguir separando aún más nuestra ciudad del mar, perjudicando la salud de sus ciudadanos y a su patrimonio, si nadie lo remedia. Porque el arquitecto señor Bandarin, subdirector general de cultura de la UNESCO entre 2010 y 2018, mencionó expresamente en su intervención a nuestra ciudad, junto a otras extraordinarias ciudades mediterráneas, cuyo patrimonio debe necesariamente protegerse. No le hagamos quedar mal.

Pero el pésimo escenario que nos planteamos fue el de un colapso tal, que las ciudades deberían convertirse en centros auto-sustentables, bien en la Tierra o en Marte, como parece que apunta Elon Musk. De momento, no obstante, deberíamos ir viendo cómo nos está afectando en nuestro día a día el suministro y comercio mundiales en contexto de pandemia, primero, y de guerra en Europa, ahora, y su impacto en la inflación y deberíamos comenzar a pensar, al menos a nivel estatal, si nos podemos permitir seguir siendo dependientes de la producción agrícola, energética, industrial y de ciencia y tecnología de terceros países.

La recepción y alojamiento de nuevos inmigrantes, las zonas con asentamientos informales en las afueras de ciudades marroquíes, la paradoja maltesa de ser uno de los países con menos sobreendeudamiento familiar por vivienda de Europa (junto a Chipre, España, Italia y Portugal) pero cuyos jóvenes van teniendo progresivas dificultades para acceder a la misma y la ineficiente política de vivienda española multinivel de los últimos quince años, que ha pasado de promover la propiedad privada a la okupación, cerraron el congreso.

La iglesia del Santo Sepulcro donde culmina la Via Dolorosa, Getsemaní, el Jordán, el teatro romano de Cesarea, la ciudad de David de hace 3.000 años y las bíblicas murallas de Jericó (ciudad poblada desde hace 11.000 años), pusieron el incomparable marco de este interesantísimo evento académico, que reunió expertos de cuatro continentes.

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