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El turismo después de la pandemia

11 agosto 2022 19:45 | Actualizado a 12 agosto 2022 06:30
Secundino Llorente Sánchez
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Han sido dos años terribles para el mundo del turismo. Nos habíamos acostumbrado demasiado bien a los pingues beneficios que nos proporcionaban los hoteles, viajes, restaurantes, playas o montañas.

En el año 2019 España recibió 84 millones de turistas extranjeros y el 80% llegaba en avión. Nos habíamos convertido en la segunda potencia turística mundial después de Francia. «Todo iba sobre ruedas». Parecía que todo el planeta giraba en torno al sol del turismo. Hasta que llegó el coronavirus y todo dejó de girar: cierre de fronteras, todos confinados mirando la tele, los cielos sin aviones y los patos «acampando libremente» por los canales de Venecia.

Han pasado estos dos años terribles para el mundo del turismo y la pregunta es: «¿Ahora qué?». Los viajeros se han vuelto más desconfiados y exigentes en sus elecciones de aerolíneas, cruceros u hoteles. Habrá que mejorar las infraestructuras y reducir las plazas de alojamiento. El más beneficiado será el turismo rural. Auge del turismo de cercanía y viajar por España... Todas estas generalidades los lectores las tienen muy conocidas y asumidas. Posiblemente a ustedes les llame más la atención lo más real, palpable y concreto.

Estoy en Salou. Esta ciudad vive sólo del turismo. Ha pasado un verano con casi todos los hoteles cerrados y un segundo verano «a medio gas». Yo he sido testigo de las playas vacías en agosto. Ahora, a finales de julio de 2022, las playas y las calles están colapsadas. Jamás había visto tanta gente en Salou. Había verdaderas ganas de salir de casa. Donde fuera y como fuera. Después de dos años encerrados hacemos como las gallinas al abrir la puerta del gallinero, salen todas de estampida y sin rumbo.

Es el deseo de viajar o síndrome wanderlust. Su etimología proviene de wandern (excursión, viaje, paseo) y lust (deseo, anhelo). De la unión de los dos lexemas nace el nuevo anglicismo, «deseo de viajar».

Salou ha pasado de ser una ciudad fantasma y solitaria las dos últimas campañas a no tener sitio para colocar la toalla en la playa los fines de semana en este verano o tener que recorrer varios kilómetros a las afueras para poder aparcar el coche. Hay otro detalle importante que llama la atención: «Si en el verano de 2019 paseabas por la playa de Capellanes tenías el 80% de posibilidades de oír hablar en ruso, pero hoy los rusos tienen las fronteras cerradas para poder venir a España».

Jamás había visto tanta gente en Salou. Había verdaderas ganas de salir de casa. Donde fuera y como fuera ha pasado de ser una ciudad fantasma y solitaria las dos últimas campañas a no tener sitio para colocar la toalla en la playa los fines de semana o tener que recorrer varios kilómetros para aparcar

Pero quiero seguir concretando aún más, quiero exponer cómo es la vida en un hotel después de la pandemia. Estoy en el hotel Salauris. Conozco este complejo hotelero desde hace casi dos décadas, allí he estado alojado todos los veranos y allí he llevado más de mil alumnos leoneses en sus viajes de estudios. En mi opinión, además de contar con una de las mejores instalaciones hoteleras de la Costa Daurada, yo admiro el delicado mimo en la atención a sus clientes.

Pasaron, como todos los hoteles, dos años muy complicados, con medidas de distanciamiento físico, higiene de las manos, ventilación, dispensadores de gel hidroalcohólico, mascarillas, etc. Este año parece que la palabra coronavirus va desapareciendo poco a poco de nuestra rutina y se refuerza aún más el deseo de recuperar el tiempo perdido viajando. El hotel está lleno «a retaque», creo que como la mayor parte de los hoteles de la Costa Daurada. Han tenido overbooking todo el mes de julio, a pesar de la queja de su jefa de recepción: «No puedes imaginarte, Secundino, la cantidad de cancelaciones de reservas que tenemos diariamente. La gente reserva varios hoteles y, al ser gratuitas las cancelaciones, el día antes de llegar se dan de baja». Es fácil de entender que esto crea trastornos, pero como la demanda es tan fuerte, las nuevas bajas se están cubriendo muy pronto.

Me gustaría, finalmente, destacar algunas «luces» y «sombras» que he podido detectar como mero inquilino del hotel Salauris en este periodo de salida de pandemia. Predominan «las luces» y sobresale positivamente la actitud de respeto y convivencia de los inquilinos en todos los espacios del recinto hotelero. Están relajados y alegres. Da la impresión de que desean disfrutar de todo lo que se han perdido en los últimos años. Ni una sola queja de mal comportamiento.

En las colas del comedor se muestran tranquilos, respetuosos y ordenados. Predominan los clientes familiares, da la impresión de que todos los que soportaron juntos el confinamiento quieren seguir juntos ahora en el momento de diversión. Como cliente del hotel Salauris no he percibido «sombras», pero ha sido el propio director el que me ha hecho saber cuáles son, en el momento actual, sus mayores preocupaciones: La principal, sin lugar a duda, es «la falta de mano de obra».

Es muy curioso. En España se da la gran paradoja de sumar más de tres millones de personas en paro, la tasa más alta de la Unión Europea, y sin embargo vemos sectores como la construcción, limpieza, agricultura u hostelería que tienen problemas para encontrar personal.

Según el director del Salauris, ya es muy difícil completar la plantilla, pero el tema se agrava por las innumerables bajas que se acumulan normalmente en los momentos «punta» de trabajo. No me estoy refiriendo a las breves bajas por coronavirus que está soportando toda la sociedad sino a las bajas indefinidas por depresión, desánimo, abatimiento, decaimiento, desaliento, melancolía o tristeza. Por supuesto, se entiende fácilmente algunos estén más tristes limpiando habitaciones o haciendo camas que paseando por la playa cobrando el sueldo lo mismo. Es urgente encontrar una solución para este «gravísimo problema».

La segunda sombra podría ser «la falta de mercancías». Puede ser muy serio, y hasta atroz para la dirección de un hotel, hacer un pedido urgente, con el hotel lleno, y que la respuesta de los proveedores sea: «Imposible abastecer» en este momento. Y esta respuesta se está dando demasiado a menudo desde el comienzo de la invasión de Ucrania. Por último, la tercera sombra está en los precios. «Los hoteles mantienen las tarifas de 2019, pero los precios se han duplicado en este periodo de guerra». No es necesario aclarar que esto debe ser revisado lo más pronto posible para no seguir trabajando con pérdidas.

El hotel Salauris se ha comprometido a mantener el nivel de calidad a los precios del 2019, pero en la nueva campaña será imprescindible ajustar las tarifas. Es curioso, y por otra parte muy loable, que mientras la dirección del hotel se está viendo obligada a soportar estos gravísimos problemas, a nivel de clientes o inquilinos del hotel, el «mar está en calma» y se respira un buen ambiente.

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