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06 abril 2025 18:45 | Actualizado a 07 abril 2025 07:00
Enrique Gómez León
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Cada vez más voces autorizadas, no simples viejos enfurruñados, denuncian los inconvenientes que provoca el uso de las nuevas tecnologías, en especial, aunque no solamente, cuando son niños o adolescentes quienes las utilizan, ya sea el ordenador, la tablet o, todavía peor, el teléfono móvil. Aquellas personas que años atrás nos atrevimos a ser tildadas de retrógradas por indicar el peligro, que hoy reconocen incluso los más papanatas de entonces, tenemos derecho a sentir cierto alivio: parece que muchos profes y muchos papis, antaño deslumbrados por las innegables virtudes de lo digital, han caído en la cuenta de los desastres que todo ello causa. Y no me refiero tan solo al lado, podríamos llamar moral, del asunto: el acceso sin restricciones al porno, la violencia, el sectarismo ideológico, la falsedad, los rumores destructivos, el acoso, la construcción fantasmal de la propia identidad, el infantilismo de cualquier decisión, siempre mediada por el número de likes...

Siendo todo ello muy grave, apenas roza el problema que la ciencia ya está en disposición de demostrar: el uso frecuente de este tipo de dispositivos acarrea severos problemas cognitivos que se resumen con sencillez: pérdida grave de la capacidad de atención. La descripción parece escasamente preocupante, pero lo es. La atención es una facultad activa, involucra al entendimiento y a la voluntad, nos enseña a ser pacientes, a mantener el interés, a querer comprender algo, a no dejarse engatusar por lo primero que uno encuentra...

Hay evidencia empírica de todo ello: unos cuantos electrodos bien colocados en el cerebro de un individuo que está leyendo, o pintando, o tocando la guitarra, o escribiendo a mano, muestran una reluciente fiesta sináptica con numerosas lucecitas titilando en el monitor que representa la actividad mental. Por el contrario, el monitor se vuelve casi negro cuando muestra la vitalidad de un sujeto viendo vídeos del TikTok: apenas unos pocos destellos ligados, casi siempre, a la actividad motora, los dedos rozando la pantalla del móvil... y nada más.

El recuerdo de estos datos -insisto: datos, no meras conjeturas- no se hace para defender un discurso apocalíptico, ni para presumir de vista penetrante y de «yo ya lo dije», sino para proponer algo: eliminar de los colegios y, sobre todo, de la cháchara pedagógica, la idolatría de lo digital.

Hace unos treinta años, o incluso unos pocos más, los centros educativos buscaban su excelencia ofreciendo aulas de informática, a lo que se sumó, con el paso del tiempo, conexión a internet, pizarras digitales, ordenador portátil, libros digitales... Bien, eso era estar en la vanguardia, como poco antes lo fue ofrecer buenas instalaciones deportivas, aulas luminosas, laboratorios bien surtidos. Mi convicción -y estaría dispuesto a apostar por ello- es que cualquier centro de enseñanza que aspire hoy a encarnar la vanguardia educativa debería anunciarse así: «aquí usamos ordenadores y pizarras digitales en clase, en unas pocas clases, pero utilizamos exclusivamente libros en papel, exigimos que se escriba a mano parte de los trabajos, encomendamos las tareas de viva voz y no las colgamos en internet, requerimos la consulta de enciclopedias, encarecemos el trabajo individual y en silencio, y por supuesto prohibimos entrar con el teléfono móvil en cualquier zona de nuestras instalaciones».

Aquellas personas, sin duda bienintencionadas, que creen que es posible un uso de los móviles en el colegio que no degenere en abuso han sido sistemáticamente desmentidas por la experiencia. Y en todo caso, mejor ser prudente. ¿No hay zonas vedadas a los coches sin que ello implique que el mundo desee la desaparición de los automóviles?

Aunque nos guste hablar, ¿no reconocemos el derecho al silencio que tienen los espectadores del cine o de los conciertos? ¿Quién defendería hoy el derecho a fumar en cualquier parte? Pues se trata justamente de esto: delimitar espacios vedados a estos dispositivos. ¡Ojalá muy pronto algunos centros educativos se atrevan a presentarse así! Ellos serán el suelo nutricio de la futura élite, mientras en los demás colegios se divierten con las pantallitas los ansiosos, impacientes y aletargados futuros siervos que el mundo reclamará.

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