Una boda, una oposición o poner una lavadora, por extraño que parezca, estas tres actividades tienen algo en común: todas necesitan planificación para poder ser cumplidas. Obviamente, no se necesita la misma planificación para organizar una boda –lugar, comida, invitados, etc.– que para poner una lavadora. Aunque si no se tiene en cuenta que el tendedero está lleno, que no queda detergente o que va a llover, incluso poner una lavadora puede salir mal.
Si la planificación ayuda a tener éxito a la hora de poner una lavadora, para la gestión de una ciudad debería ser un elemento indispensable. A nadie se le ocurriría gestionar una ciudad sin una hoja de ruta, ni se plantearía una estrategia de trabajo con el método de prueba y error, ¿no?
Por desgracia, la realidad es otra o, por lo menos, en Tarragona. En los últimos tres años hemos escuchado al gobierno de Ricomà hablar de proyectos salidos de la nada, pues la mayoría de los mismos nunca se han materializado, y los que se han desarrollado no tienen un encaje dentro de nuestra ciudad. La mayoría de los objetivos son simples ocurrencias para las que no se tiene en cuenta la afectación más allá del hecho concreto.
Es más, la expresión literal «prueba y error» la mencionó uno de los miembros del gobierno actual y trajo consigo que cinco empresas de alquiler de patinetes eléctricos camparan a sus anchas con total anarquía, generando un descontrol durante meses. Definitivamente, fue error.
Eso es lo que pasa cuando no se planifica y no se tiene un objetivo claro, que se generan problemas innecesarios. Y además se consumen recursos públicos por partida doble: primero para crearlos y, acto seguido, para arreglarlos.
Para contextualizar un poco, en el año 2011 se elaboró el ‘Pla de Mobilitat de la Ciutat de Tarragona’, cuyo objetivo es el que se desprende de su nombre: planificar la movilidad de Tarragona. Este plan lleva años caducado y, pese a la insistencia del grupo municipal socialista para que se actualice, se ha seguido trabajando sin plan y sin una hoja de ruta.
Así, en vez de planificar la futura movilidad de la ciudad y tomar decisiones que quizás no son tan vistosas, se ha actuado por impulso en lo que parece más bien un intento de aparentar que se gobierna.
Como resultado de esta manera de hacer, ahora tenemos centenares de barras para patinetes vacías repartidas por toda la ciudad. A vecinas y vecinos de la calle Gobernador González que tienen que pasar por dentro del aparcamiento de Corsini para salir en coche de sus casas. Un carril bici de 200 metros que termina en unos contenedores y otro carril bici que invade espacios de los peatones en la plaza imperial. Un carril que desaparece varios metros durante su trayecto, y que supuso la destrucción de uno de los puntos icónicos de la ciudad como era el Quiosco de la Imperial.
No sé cuál es el objetivo del gobierno Ricomà en materia de movilidad, pero si su objetivo es poner a prueba la paciencia de la ciudadanía de Tarragona, he de admitir que lo está consiguiendo, ¡imagino que también sin planificar!