Uno, por puro egoísmo, esperaba que las encuestas se confirmaran el domingo y acabaran con cinco años de ruido en Madrid. Cinco años en los que el «Madrid del Ibex», como le suelo llamar, se ha dedicado a desgastar la labor del Gobierno de España sin importarle el cómo ni el porqué. Al día siguiente de que Mariano Rajoy saliera de su barra de bar donde se escondió a «beberse» la moción de censura, ya ese «Todo Madrid» (económico, político y mediático) ya estaba acusando de ilegítimo al Gobierno liderado por Pedro Sanchez...Y así, «raca raca» durante cinco largos años que parecía que iban a acabar anteayer.
Pero no.
Afortunadamente, la sociedad española es más compleja y formada que la mal llamada «marea azul» que tras la debacle de las izquierdas del 28M ya se veía ganadora de la nueva carrera electoral sin bajar del autobús.
Los españoles –y con mayor rotundidad los catalanes– han dado un mensaje inequívoco a la derecha, que fue algún día moderada pero que había dado señales de entregarse a los brazos de la ultraderecha con el único objetivo de recuperar el poder. Un poder que, según muchos de ellos, les pertenece y nunca debieron perder.
Ni las mentiras del candidato popular Alberto Nuñez Feijóo, ni los bulos más absurdos lanzados por sus terminales mediáticas, ni la sombra que proyectan los poderosos, han confundido a una parte de ciudadanos que han decidido que ya estaba bien. Que tienen memoria, que saben y recuerdan perfectamente de dónde venimos, y que bajo ningún concepto van a entregar las llaves de la gobernabilidad del país a quien quiere devolvernos a la caverna, que es donde ellos se sienten más a gusto.
Esta sociedad de ciudadanos libres, informados y profundamente democráticos ha dado un ejemplo hasta a los políticos que representaban sus opciones progresistas.
Han sido críticos y han dado un voto de castigo en las municipales y autonómicas, pero cuando se ha puesto en tela de juicio la defensa de los derechos adquiridos en los últimos tiempos, no han vacilado en apoyar a la izquierda.
Feijóo no salía de sus asombro ayer al filo de las 22 h cuando se confirmaba que, con cerca de un 95% de voto escrutado, la diferencia con el PSOE no pasaba de 300.000 votos y 14 escaños. Un resultado que en realidad supone un empate técnico, y que con la resistencia del partido socialista más el razonable resultado de Sumar, les imposibilita formar gobierno.
En ese momento y con su cara blanca como casi todas las camisas que salieron con una sonrisa forzada, debió recordar su tropiezo en la entrevista de TVE con Silvia Intxaurrondo, su decisión de leer el Marca dejando la silla vacía en el debate, o que su explicación sobre su amistad con un contrabandista nos debía dejar a todos más tranquilos.
Por eso es más difícil entender cómo el líder popular dio un discurso al final de la jornada en el que, obviando la Constitución, pedía vía libre al PSOE y a los demás partidos para gobernar.
Sin entrar en esa zafia maniobra (que él mismo ha incumplido por ejemplo en Extremadura, al arrebatarle el gobierno a la lista más votada), el de momento líder popular no contó que estas elecciones se dirimen para elegir un parlamento, y que es ese parlamento el que elige al presidente, y por consecuencia al gobierno que lidera la nación.
Hay que conceder a Feijóo que –con un semblante desencajado y en medio de una noche aciaga en la que tras ganar las elecciones aunque sea por poco y escuchando los gritos de Ayuso Ayuso bajo su discurso– pues perdiera los papeles, y, tras la montaña de mentiras que ha vertido sobre el presidente Sánchez, lo primero que hiciera fuera reclamarle su apoyo para gobernar.
Pues eso, que no se puede vender la piel del oso antes de cazarlo, y que este país es mucho más que quien arrulla a esa derecha con falsas expectativas. Que la encuesta que más se parece a los resultados haya sido la del denostado Tezanos, lo dice todo. Otra cosa será lo que pase ahora.
Evidentemente, y en clave catalana, la postura de Junts ha salido reforzada por encima de ERC, y será determinante para ver cómo acaba este partido. Habrá que ver qué hace el partido de Carles Puigdemont. La caverna no ha tardado en saltar al cuello de Sánchez afirmando que le concederá cualquier cosa que le pida a cambio de seguir en el poder. Yo personalmente no me creo ni que vaya a pasar eso, ni que Junts vote junto a Vox contra un gobierno de coalición y apostando por el bloqueo. Pero en todo caso, después de ver lo que ha pasado, puede pasar cualquier cosa.