Sánchez fue investido ayer en un Congreso sitiado y en un clima de tensión sin precedentes en el país. Será una legislatura condicionada por sus acuerdos sobre el debate territorial pendiente.
Definición de rabia según la RAE: «Enojo grande que se manifiesta con palabras, gritos y ademanes bruscos y violentos».
Entiendo que muchísimos de ustedes sientan rabia estos días viendo como aquellos que les acosaron y ningunearon durante el largo y tortuoso periodo conocido como «el procès» han acabado decidiendo quien puede gobernar España tras las elecciones del pasado 23 de julio.
En el terreno de las emociones todo es admisible y por lo tanto está plenamente justificado que sientan ese «enojo grande que se manifiesta con palabras» sin pasar a la segunda parte de la definición «gritos y ademanes bruscos y violentos».
Hablo de ustedes, la mayoría de la sociedad civil catalana, que tras aceptar los indultos en la pasada legislatura parece que están dispuestos a aceptar (o tragar el sapo) una amnistía que de paso a una nueva época de diálogo y entendimiento entre todas las sensibilidades en Catalunya.
Es de agradecer esta postura y más sobre todo después de ver cada noche el espectáculo bochornoso que está dando la derecha y la ultraderecha en las calles de Madrid: insultos racistas, muñecas hinchables con el nombre de las ministras del gobierno, gestos y proclamas a juego machistas, desprecio por los derechos de las comunidades LGTBI, negación del cambio climático etc....
Ese espectáculo lamentable y los acuerdos previos entre PP Y VOX al que han llegado en todas las instituciones donde gobiernan –recortando derechos básicos– son las razones por las que Sánchez ha sido elegido Presidente una vez más.
En el debate de investidura escuchar al líder de Vox comparar al Presidente del Gobierno con Hitler; a Feijóo anunciando por enésima vez que se rompe España (cuantas veces se ha roto y nosotros sin enterarnos) y que abordar de forma política el asunto catalán es «humillante» mientras que la presidenta de la Comunidad de Madrid en sede de la soberanía ciudadana llamaba «hijo de puta» al que ha acabado siendo investido por mayoría absoluta ha sido como lo que faltaba para convencer a una parte del país que no quiere eso como proyecto de nación ni de vida.
Esas son las razones de fondo aunque el instrumento más visible haya sido el acuerdo con Junts y ERC proclamando una ley de amnistía.
Una ley que el presidente Sánchez negaba hasta tres días antes de las elecciones y que preocupa no sólo a la ultraderecha y la derecha sino a una parte importante también de españoles que han sentido todo este proceso como una agresión al concepto de igualdad.
Es verdad que no acabo de entender en qué afecta negativamente al resto de los españoles que Catalunya se acabe normalizando. Despejando el factor emocional que mencionaba al inicio del artículo no se me ocurre ningún efecto secundario negativo para el interés general.
Lo que a nadie se le escapa y más «enoja» es que el PSOE haya ‘comprado’ parte del relato independentista como parte de la transacción. Por lo que tendremos que estar muy atentos para ver si Junts y Esquerra cumplen con su parte de este ‘pacto’ que quiere ser entre ciudadanos con ideas diferentes y que muchos catalanes estarán dispuestos a aceptar.
Otro de los efectos a los que deberemos estar atentos es a lo que pase en el PP en los próximos años. Feijóo se ha consolidado sólo a medias (gracias a Ayuso y Vox) como líder provisional del partido. Pero cuando las noches de rosario y escrache sobre Ferraz decaigan no hay que descartar que la Presidenta Ayuso decida poner una marcha más y ampliar su liderazgo a nivel nacional. Sólo hay que ver la desfachatez y falta de escrúpulos y estilo con que ha utilizado la Asamblea de la Comunidad de Madrid ayer para ‘tapar’ la vergüenza que da su actuación.
Una actuación que por otra parte ha eclipsado en parte la ‘performance’ de Feijóo.
Siguiente episodio: Sánchez... Manual de resistencia parte segunda.