Recuerdo la obsesión demográfica del president Pujol, heredada de los sociólogos alemanes, que temían la desaparición de la patria por falta de descendencia. Suponían que quienes amaban a su país tenían muchos hijos: más trabajadores para la patria y contribuyentes para el fisco; y, en cambio, los egoístas se limitaban a uno o dos...O a ninguno.
Los nacionalistas coincidían con los ultracatólicos y tradicionalistas en cuanto a la obsesión por repoblar la nación de fieles con cohortes numerosas de niños y jóvenes. Yo fui uno de esos hijos de familia numerosa; un baby boomer, nacido en los 60, que porfió por una plaza en el instituto; un pupitre en la universidad; y un huequecito de prácticas -para empezar en este Diari- al acabar la carrera.
Y sigo siendo boomer, somos muchos aún, pero ya en una sociedad cada vez más envejecida. Los catalanes, españoles y europeos somos mayores ahora de lo que fuimos nunca de media. Y la humanidad entera.
Y ¡Qué suerte! Porque mis recuerdos, lecturas y noticias de los 60 en que nací, 70 y 80 eran mucho peores de lo que son hoy.
España era un caos cuando los veinteañeros eran mayoría en los 60 y 70, como lo eran Francia, EEUU y no digamos Asia, empezando por China, donde literalmente pasaban hambre.
En EEUU. en el 68, cuando morían los jóvenes en Vietnam, la edad media era de 26 años. Hoy es de 38. En China, la edad media era 18... ¡Hoy 40! Y en Francia ahora tienen diez años más de media que en ese mayo del 68 que casi hunde la República.
En Reino Unido tienen ya de media más de 40 años y en España somos más que cuarentones: nuestra edad media es de 45,3.
¡Somos unos vejestorios, amigos! Y los catalanes, un poquito menos –43,5– gracias a los inmigrantes, consideración que daría para otras columnas, que prometo.
Somos supercuarentones y algunas cosas nos perdemos por serlo: ¿quién pagará nuestras pensiones?
Pero también estoy convencido de que ganamos otras: madurez, predictibilidad y pocas ganas de jugarnos nada. Votar, sí; a los 45 puedes votar lo que te dé la gana; pero... ¿Ir más allá y perder vida y hacienda por una ideología?
Cuesta mucho jugársela cuando te queda menos vida y empiezas a contar lo que dejarás de cobrar cualquier día. El resultado es que las opciones políticas han sido estos últimos años radicales, incluso disparatadas; pero muy pocos se han jugado por ellas su vida y la de otros, como sí se la jugaron tantos en los años del terrorismo en España, Italia, Francia o Alemania, cuando eran sociedades veinteañeras.
Recuerdo barricadas, autobuses incendiados y muertos casi a diario en el País Vasco y en los cinturones industriales españoles durante años; y el caos en el sistema educativo que definió mi adolescencia y juventud. Cuando me tocó cubrir mi primera huelga para un diario, yo ya había vivido unas cuantas de profesores y alumnos, así que me resultaba sencillo descubrir las claves.
No les voy a aburrir con batallitas de los 80 y 90; pero basta con recordar que en Tarragona actuaba una sección de un grupo terrorista que enseñaba a los bachilleres (fui invitado a una de sus charlas) a fabricar cócteles molotov. Así que es verdad que las discotecas no son lo que fueron y que hay más perros que niños en las calles; pero en algunas cosas hemos salido ganando. Si la demografía es el destino de los pueblos, no nos ha ido tan mal.
Lluís Amiguet es autor y cocreador de ‘La Contra’ de ‘La Vanguardia’ desde que se creó en enero de 1998. Comenzó a ejercer como periodista en el ‘Diari’ y en Ser Tarragona. Su último libro es ‘Homo rebellis: Claves de la ciencia para la aventura de la vida’.