A trece días de las elecciones en Estados Unidos, el expresidente Donald Trump ha decidido avivar la llama del miedo. En sí mismo, el miedo es un concepto complejo y un tanto abstracto. Un sentimiento, en ocasiones, difuso. Sin embargo, los populistas han sabido instrumentalizarlo para que sirva a sus propios intereses políticos. Me explico. Una manera efectiva de sentir miedo es si este está personificado ya que somos capaces de señalar con el dedo al ‘culpable’ de nuestro temor. De ahí nacen muchos de los discursos de odio y falsas narrativas contra los inmigrantes que los tildan de agentes externos que ‘amenazan’ nuestros valores.
Trump es un experto en este tipo de discursos. En sus primeras elecciones a la presidencia en 2016, el ‘enemigo’ eran los inmigrantes que entraban en Estados Unidos a través de la frontera con México. Unos inmigrantes que, según él, eran narcotraficantes y violadores. El miedo estaba personificado en aquellos ‘enemigos’ que procedían del otro lado de la frontera americana. En los primeros compases de esta campaña electoral, el inmigrante seguía en el centro de su discurso hasta hace unas pocas semanas. De hecho, la frase ‘los inmigrantes se comen a los perros y a los gatos de los vecinos’ que Trump lanzó en medio del debate televisado con Kamala Harris se hizo enseguida viral en redes sociales, dejándolo en ridículo incluso ante un segmento importante de sus propios votantes.
Sin embargo, en los últimos días, ese discurso del miedo ha virado hacia un terreno todavía aún más peligroso. El ‘enemigo’, según Trump, ya no está solo en el exterior, si no también en el interior. En sus recientes apariciones públicas, el expresidente ha insistido en que ‘el enemigo está en casa’ (the enemy from within). Lo más preocupante es que en estas alocuciones a menudo hace referencia directa a sus oponentes políticos, cargos electos democráticamente que no están de acuerdo con sus opiniones, o a los medios de comunicación y periodistas que ejercen su labor de manera independiente. Todos ellos son el ‘enemigo desde dentro’.
Un discurso maquiavélico del que no son ajenos muchos periodistas en Europa. El Instituto Internacional de la Prensa (IPI) ha lanzado recientemente el Observatorio de la Desinformación contra los Medios, un proyecto pionero en Europa en el que analizamos las retóricas de movimientos extremistas y líderes populistas contra los periodistas en distintos países. Un mapa que refleja cómo las mismas falsas narrativas contra periodistas, por ejemplo, en Rumanía, también se emplean en España, Alemania, Hungría o Croacia.
Entre todas ellas, calificar a los periodistas como ‘agentes extranjeros’, ‘traidores’ o ‘enemigos del pueblo’ es una de las más utilizadas para desacreditar a la prensa en Europa. Se presenta a los periodistas como si estuvieran al servicio de intereses extranjeros, a veces junto con un establishment subordinado a potencias extranjeras o corporaciones, en lugar de defender los intereses de su propio país. Este discurso es especialmente peligroso porque, en ciertos contextos, puede llegar a legitimar los ataques y la violencia física contra los periodistas.
Otra de las narrativas más extendidas es la que acusa a los medios de ser parte de una gran conspiración ‘liberal’ o ‘globalista’ empeñada en imponer valores ‘progresistas’ a la sociedad. Estos ataques a menudo buscan desacreditar el trabajo de los periodistas presentándolos como parte de una agenda cultural o moral que se opone o socava los valores tradicionales. Por ejemplo, los periodistas que informan sobre temas relacionados con la comunidad LGBTQIA+ o que son percibidos como aliados de la misma, suelen ser acusados de promover valores ‘degenerados’ o ‘anti-familia’.
Todas estas narrativas, a las que Donald Trump también alude día sí, día también, en sus mítines, dibujan una imaginario colectivo en sus votantes en el que los periodistas, cómicos u oponentes políticos son, para Trump, ‘el enemigo desde dentro’. Este mes se cumple un año desde que el Diari me ofreció escribir La Mirada. Un año en el que hemos diseccionado el cómo y porqué del avance en Europa de unos movimientos ultras y extremistas que parecían en el olvido. Un año después, estamos en la antesala de unas elecciones, las americanas, cuyo resultado puede poner en jaque la democracia como sistema fundamental de convivencia.