El otro día me dispuse a analizar en profundidad la cesta básica de la compra que defiende Yolanda Díaz. Revisé artículos económicos, consulté el Samuelson, pregunté a una cuñada mía que es cajera en el Carrefour y me fui con una calculadora al Mercadona. Sin embargo, justo cuando iba a formular una tesis definitiva e inapelable, se me cruzó por la cabeza La lista de la compra, una vieja canción de La Cabra Mecánica, y desde entonces no paro de tararearla.
Es ver aparecer a Yolanda Díaz por la tele y arrancarme a cantar a voz en grito: «Tú que eres tan guapa y tan lista,/ tú que te mereces un príncipe, un dentista...». De ahí no salgo; vivo metido en un bucle. Yolanda Díaz es para mí la nueva María Jiménez y no me extrañaría verla en el próximo folleto del Lidl anunciándonos con una gran sonrisa un tres por dos en latas de atún en aceite vegetal y mareantes ofertas en pescadería.
Yo estoy muy a favor de estas promociones e incluso propondría que la Vicepresidencia del Gobierno nos repartiera a todos los ciudadanos cupones para cacerolas, ahora que los bancos no dan ni los buenos días por un plazo fijo. Mi único temor real es que los espaguetis no entren en la cesta básica.
Vi al ministro Garzón en la mesa negociadora y me dio miedo que nos llenara el carrito de coliflores, brócolis y pechugas de pavo a punto de caducar, sin comprender que las personas, aun los pobres, necesitamos caricias de vez en cuando y ya no estoy pidiendo cervezas ni tigretones, sino espaguetis para tener alguna comida en paz con los niños. Tampoco creo que engorden tanto, Garzón, piénsalo bien.