La Inteligencia Artificial lo cambiará (casi) todo.

Conforme la IA va volviéndose más robusta y avanzada, la pregunta original de Turing sobre si una máquina puede pensar, ha cobrado más fuerza que nunca, y ha planteado una nueva pregunta: “¿Pueden los robots tener derechos?”

04 octubre 2021 11:42 | Actualizado a 05 octubre 2021 07:18
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Sería el matemático Alan Turing, allá por los años cincuenta, quien iniciase el campo de la inteligencia artificial (IA). Con un artículo muy provocador preguntaba abiertamente: “¿Puede una máquina pensar?”

Más de setenta años después, y tras la aparición de internet, han emergido nuevas tecnologías relacionadas directa o indirectamente con dicha tecnología que ya están cambiando nuestro mundo. Podemos hablar de los macrodatos (Big data en inglés), los sistemas de aprendizaje profundo de los robots inteligentes, el llamado internet de las cosas, entre otros. Y es que, a diferencia de cuando Turing escribió su artículo, hoy los robots y la IA han avanzado muchísimo. Ahora los robots son capaces de escribir una novela (aún con algo de ayuda de un humano), pueden pintar un cuadro, o son capaces de aprender a jugar a juegos de cierta complejidad, como el ajedrez y el “Go”.

Conforme la IA va volviéndose más robusta y avanzada, la pregunta original de Turing sobre si una máquina puede pensar, ha cobrado más fuerza que nunca, lo que ha planteado una nueva pregunta en relación con los robots: “¿Pueden los robots tener derechos?” Sabemos que la cuestión puede parecer de ciencia ficción para el público en general, pero este interrogante ha sido tomado con mucha prudencia y seriedad por diversos organismos internacionales. Ya en el año 2018 el Parlamento Europeo redactó una resolución en la que instaba a la Comisión Europea y a los países miembros a regular la inteligencia artificial y la robótica. Proponía, entre otras medidas, la creación de una personalidad jurídica para los robots (e-persons), convencidos de que estos, con el tiempo, emularían algunas de las capacidades humanas.

Es cierto que cada vez que se ha propuesto el tema en los últimos años, ha cundido el pánico. Y es que, en nuestra “cultura pop”, la mayoría de la literatura y de las películas presentan a los robots como seres poderosos y malvados con instintos homicidas. Podemos ver ejemplos de cuanto decimos en películas como “Robocop”, “Blade Runner” o en la mítica saga de “Terminator”. En dichas adaptaciones el sujeto dotado de IA se vuelve contra su creador y lo destruye o bien lo esclaviza. Es lo que podríamos llamar el síndrome de Frankenstein, la creación que se vuelve más poderosa y se rebela contra su creador. Pero nada más lejos de la realidad. De hecho, en muchos países como Japón, los robots inteligentes ya circulan por las calles ayudando a la policía en tareas de videovigilancia o en el cuidado de los pacientes en hospitales. ¿Merecen, pues, tener derechos?

Pablo Ruiz Osuna es investigador predoctoral. Cátedra UNESCO de vivienda.

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